6

2.7K 266 9
                                    

–Ven, te mostraré algunas cosas –me invitó a entrar.

–La verdad me gustaría quedarme fuera –dije mientras salía del coche con un poco de trabajo, ya que habíamos andado durante un rato y extrañamente me sentía entumecida, no recordaba que el lugar fuera tan grande. O sea, lo recorrimos corriendo desde los rosales y en auto se supone se acorta el tiempo.

–Vamos, entra no te arrepentirás... –ahora si sonreía.

Sentía como si algo similar me hubiera pasado, pero ¿cuándo? Ah sí, cuando no tenía ganas de entrar a la mansión y no tenía por qué hacerlo, aun así lo hice y aquí estaba. No puedo decir que lo que ocurrió fue algo malo, ya que conocí buena gente, sería como una ofensa para ellos; pero realmente hubiera sido mejor si no hubiera aceptado esa invitación. Por lo que decidí resistir.

–Realmente me gustaría quedarme afuera para sentir el fresco.

–Dentro también hay fresco.

Únicamente le sonreí como contestación mientras la veía caminar hasta la puerta de entrada, pero como ella estaba de espaldas no pude ver qué cara estaba poniendo. Me disculpé mentalmente.

Caminé dando vueltas por las calles, no quería perderme por lo que no me separé mucho de la tienda. Mientras daba la vuelta a una esquina apenas alejándome, quedando detrás de la tienda, encontré a la tal princesa Aradia, a la que había conocido solo momentos antes.

Ella, al verme, me dedicó una mirada sombría, mientras que, las mujeres demonio que la rodeaban fijaron la vista en mí. Todas eran igual de bonitas y estilizadas que ella.

Me veían con odio, otras con curiosidad, pero siempre fijas en mis movimientos; decidí caminar a su lado y seguir adelante como si no las hubiera visto, ya que creía que darles la espalda para regresar no sería una buena idea. Caminé decidida y en cuanto estuve a su altura, Aradia fue la primera en hablar.

–Vaya, pero si es la prometida.

Sin pensarlo mucho le contesté:

–Espero que se encuentre bien, ya que cuando se desmayó nadie evitó que se golpeara con el suelo –"ignoré" su comentario. Puso cara de pocos amigos y continuó donde se había quedado.

–Me pregunto, ¿qué habrá usado para engañar a nuestro buen príncipe?

–Creo que la caída le dejó tierra en la cabeza–. Alarmada, ella levantó la mano a su cabello, y al notar como se distraía seguí caminando. Cuando poco a poco llegué a la esquina la escuché seguir hablando.

– ¿Cómo se habrá atrevido a venir a nuestro mundo para enamorarlo?

Aún lejos volví a darle una respuesta:

–No sabía que usted tuviera múltiples expresiones faciales, en especial me gusta la que usa ahora –dije pues al voltearme, ella tenía una cara muy molesta. Su séquito, con una señal, le entregó un espejo el cual, al reflejarse, soltó sin que se rompiera al estrellarse.

–Esto no puede ser más que obra tuya... –cabe decir que su rostro continuaba en faceta tétrica.

Caminé huyendo hacia la otra esquina. Pero aun así las chicas me siguieron, incluso la supuesta princesa; comenzaron a hablar en voz alta y luego se rieron. No me importó mucho y doblé la esquina, pude ver el coche de Renover estacionado donde lo dejamos.

Así que caminé hasta la entrada del establecimiento, ellas se quedaron mudas por un momento.

– ¿Te invitaron a entrar? –Aradia me preguntó con demasiada seriedad.

Después del final |•COMPLETAWhere stories live. Discover now