VII

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— ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? — le pregunta Íngrid golpeando la cabeza del chico

— Eh Eh, ¿qué pasa? — Marcos vuelve en sí

— ¿Le estabas mirando el culo a mi hermana? — grita la chica a suficiente volumen

— ¡No!

— Bueno...— comenta Ibai

Marcos sale molesto de la cocina y va hacia la piscina, pero como siempre como si de un obstáculo se tratase: ella está allí. Quiere saber como es, lo que le gusta, lo que no, cuidarla... Quiere conocerla. Pero le pilla infraganti observándola.

— Como espía no te ganarías muy bien la vida.— ríe Elena

— Futbolista mejor, ¿entonces?

— Pues no te he visto nunca jugar, así que no sé que decirte...

— ¿Has visto a tu cuñado y no te has fijado en mí? — pregunta Marcos quitándose la camiseta, después tirándose a la piscina y nadando hacia ella

— Si eres tan prepotente como me estás pareciendo...

— ¿Yo? — dice el chico sacando músculo

— Sí, tú.

— Estás hablandome, sabía que me perdonarías.— ríe Marcos

— Cariño, yo no te he perdonado.— dice la chica acercándose a ella

— Pues aún así podrías venir a verme entrenar.

— Ni de coña.

— ¿Por qué?

— Ni que fueras el centro del mundo, imbécil.

— Del tuyo sí.— Marcos la agarra de la cintura y la atrae hacia sí — No sé que tienes Elena, no lo sé.— susurra en su oído haciendo que se estremezca

— Dímelo tú.

— ¿Me estás tocando el culo? — pregunta Marcos riendo al sentir la mano de la chica

— Tú me lo has mirado a mí, yo voy más lejos.— sonríe pícaramente

Y aún así, ella no podía apartar sus ojos verdes de los azules de Marcos, pero no tarda mucho en reaccionar y no caer de nuevo. Se prometió una cosa tras lo ocurrido con sus dos primeros novios, y es que no volvería a enamorarse.

Decide salir de la piscina.

— ¿Te vas?

— ¿Te importa?

— Pues sí.

— Claro, claro.— dice la chica mientras comienza a subir las escalerillas

— ¡Espera! — dice el chico tirándola de nuevo al agua

— ¿Qué quieres Marcos? ¿¡Qué!?

— Apuesto lo que sea a que antes de volver a Bilbao me perdonas.

— Yo apuesto a que no.— dice Elena aún pegada al chico

— Y si gano me das un beso.

— Más quisieras.

— ¿Tienes miedo?

— No.

— Pues acepta la apuesta.

Un silencio inunda el momento, cuando ella decide que es el mejor momento, lo rompe:

— Si yo gano no volveremos a vernos jamás.— se suelta del chico y sale de la piscina

— No aguantarías mucho sin verme.



Aprender A Quererte | Marcos LlorenteWhere stories live. Discover now