— Gerard Way —una voz grave se escuchó desde la puerta. Gerard desvió la mirada hacia él. Era un hombre bastante calvo para lo joven que lucía su rostro, posiblemente al principio de sus cuarenta años. Usaba lentes de marco grueso, y traía la bata blanca desabotonada. Se acercó hacia su cama y tomó asiento en la silla dispuesta ahí, que Gerard no había notado hasta entonces—. Es un nombre bastante famoso... mi hija adolescente tiene su habitación repleta de posters con tu rostro y he escuchado tus canciones demasiadas veces por culpa de ella, así que espero que eso excuse la cercanía con la que te hablo.

Gerard quiso sonreír cortésmente, pero estaba demasiado adolorido como para hacerlo. En ese momento no le importaba nada de eso... solo necesitaba saber sobre su hija.

— Pero supongo que no me mandaste a llamar para escuchar sobre el fanatismo de mi hija, ¿No es así? —El hombre sonrió— Así que... ¿Quieres que te cuente la historia desde que te recibí en el quirófano?

— Primero quiero saber cómo está mi hija —dijo Gerard, con toda la fuerza que pudo lograr. Quería sonar positivo, aunque admitía que en cierto momento su voz se había quebrado al pronunciar esa frase.

— Tu hija —comenzó el doctor, asintiendo lentamente—. Es una criatura hermosa... ahora mismo está dos pisos más arriba, en nuestra Unidad de Cuidado Intensivo Neonatal.

Gerard suspiró, hasta ese momento no había notado que estaba conteniendo el aliento. Saber que su hija estaba con vida había aliviado su corazón más de lo que se permitía admitir, porque sinceramente había pensado que lo peor había sucedido y... solo volver a pensarlo lastimaba su mente. Pero eso no importaba. Ella estaba con vida y eso hacía que absolutamente todo lo que pasara o estuviera pasando con él tuviera sentido. Su hija estaba bien. Lo había logrado.

— Ahora que sabes que tu hija se encuentra bien, supongo que te interesará saber cómo sucedió todo —dijo el doctor. La verdad es que no le importaba, quería saber más sobre su hija. Pero no quiso ser descortés y simplemente asintió. El doctor continuó—: Llegaste a mi quirófano hace dos días, te escogí porque no eres el primer hombre gestante que trato así que quise usar esa experiencia a tu favor. La situación no era nada favorable. Los latidos cardiacos de tu bebé eran apenas audibles y los tuyos se habían disparado por algo llamado preemclampsia que es muy habitual en embarazos de alto riesgo. Y el tuyo, por tu edad y tu sexo, sobre todo por el método experimental que se usó para que pudieras gestar a tu hija, era bastante proclive a un problema así. Tu bebé tenía poco espacio y la placenta no tenía un útero natural al cual unirse, así que se desprendió antes de tiempo. Algo que tampoco es muy extraño pero cuando esto sucede, usualmente el parto comienza su curso y al no tener un canal de parto, tu bebé no encontró por donde salir y comenzó a impacientarse ahí dentro. Así que... experimentó un cuadro sufrimiento fetal por un par de horas.

El doctor se tomó una pausa, y Gerard se encontró a sí mismo totalmente pendiente de cada palabra dicha por su doctor, intentando darle forma a cada una de ellas en su cabeza. Hasta ahora tenía claro que el sufrimiento fetal de su hija había sido culpa suya al convencerse tan ciegamente de que traerla al mundo él mismo era una buena idea. Era claro que iba a pasar algo malo, su suerte era pésima y cualquier cosa que llevara la palabra "experimental" en el nombre nunca daba un buen resultado. Quiso golpearse a sí mismo en la cara, pero ahora es cuando sabía qué había pasado con su hija para que estuviera en cuidados intensivos, y aunque le doliera, iba a escucharlo.

— En muchos casos esto puede ser letal para el bebé —dijo el doctor—, pero actuamos a tiempo y no fue ese el caso. Aunque tu hija estaba flotando en meconio, que básicamente es el líquido amniótico mezclado con los desechos que ella expulsó al experimentar el cuadro de estrés. Como resultado de todas estas cosas que te he dicho, y te las digo para que comprendas de qué va todo esto. Está experimentando algo llamado enfermedad de la membrana hialina porque al nacer antes de tiempo sus pulmones no terminaron de madurar. Ahora mismo tu hija está en una incubadora, conectada a un ventilador artificial que está ayudándola a respirar durante este periodo de gravedad, pero eventualmente podremos retirárselo para que aprenda a respirar por sí misma. Tiene también un tubo endotraqueal para administrarle un surfactante artificial para evitar el colapso pulmonar. Y quizás todo esto que estoy diciéndote luzca terrible, pero el pronóstico para estos niños ha mejorado muchísimo con el paso de los años y las probabilidades de muerte neonatal son pequeñísimas. Es probable que tu hija experimente enfermedades respiratorias durante sus primeros años de vida pero si le das el cuidado debido todo saldrá bien. Lo que importa es que la parte difícil ya pasó, y ahora tienes que concentrarte en ti. Tu hija está en las mejores manos que podría haber.

— ¿Cuándo podré verla? —Fue lo único que atinó a decir.

— Ahora mismo no creo que sea posible, pero yo mismo estoy evaluándola a diario y en cuanto su situación mejore te voy a dar un pase especial para que vayas a verla. Pero Gerard, en este momento tienes que preocuparte por ti. La cesárea fue más grande de lo usual porque fue un nacimiento complicado y tienes que estar tranquilo y en reposo hasta que eso sane o podrías sufrir una hemorragia. En este hospital estamos haciendo todo lo que está...

Pero Gerard no siguió escuchándolo. Nuevamente lo único que había escuchado de todo lo que había dicho era lo que necesitaba y entendía que no podía ver a su hija porque ella estaba grave y él estaba grave. Cerró sus ojos y eventualmente la voz del doctor se apagó. Y cuando la luz también se fue recordó que había olvidado preguntar por su hermano, o por su teléfono para llamar a Frank. Pero decidió que quizás el doctor tenía razón y no tenía que preocuparse tanto. Su hija ocupaba demasiado espacio en su mente para preocuparse por alguien más. E intentando imaginar de qué color eran sus ojos o como lucía su rostro, se quedó profundamente dormido. Y aunque el dolor físico era enorme, su corazón estaba en paz porque su hija estaba bien... y eso era suficiente para él. 

linger ・ frerardWhere stories live. Discover now