22. Marketing demoníaco (I)

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Un individuo peculiar. Aunque quién no lo era allí.

Luego me invitó a tomar asiento como observadora durante mi primera clase y así lo hice. Sociología debía de ser una asignatura realmente popular, pues pronto llenaron sus gradas más alumnos de los que había visto en todas las anteriores. Por esa razón no pude hacer honor a mi tradición estudiantil de escoger un sitio discreto en la última fila del aula, pues ya estaban copados. Tuve que resignarme a tomar asiento en el borde de una de las bancadas intermedias.

Todo se desarrolló tal y como me acababan de explicar, intercalando preguntas de alumnos y respuestas de los mismos. En las ocasiones en que el propio Damian Patek respondía, ilustraba sus frases mediante hologramas mágicos desde la tarima central. Su voz era clara y sus explicaciones concisas y animadas. Quizá incluso demasiado, pues hablaba a un ritmo irregular, como si tuviera que cumplir una cuota de palabras por minuto, y eso hacía parecer que iba hasta arriba de estimulantes.

Admito que no tardé demasiado en abstraerme de su asignatura ¿Alguien me culpa por ello? Siempre había sido una alumna de mínimos y tras toda la capacidad de atención invertida en las horas anteriores no me quedaba demasiada en el bolsillo.

Por si fuera poco no lograba reducir la irritación provocada por el encontronazo acaecido minutos atrás. No, no era por la conversación a medias con los hermanos Georgsen, ni tampoco por las despreciables palabras de Drake, sino porque el dragón era un caradura en más de un sentido.

Durante mi pública muestra de rechazo había olvidado por completo las escamas que el chico escondía bajo su cara de modelo de revista y estas se habían cobrado su precio: Mi mano derecha estaba enrojecida y despellejada, como si me hubiera pasado el día acariciando una lija. No dolía demasiado, pero como he dicho era una molestia constante que impedía a mi enfado desaparecer y a mi concentración hacer acto de presencia.

Al menos hasta que le tocó el turno de preguntar al alumno sentado a mi lado.

—¿Podría un demonio de alta alcurnia intimar con una mujer de las nieves? Usted ya me entiende.

La inesperada interrogante captó mi interés como quien no quiere la cosa. No tenía nada que ver conmigo, pero no pude evitar sentir curiosidad ante el tono descarado empleado para plantearla. Las otras preguntas habían tratado sobre temas sociales en su mayoría, sí, pero no ese tipo de temas... y yo era una adolescente con los intereses propios de mi edad.

Procediendo de una educación donde el sexo era tema tabú más allá de la mecánica biológica no esperaba que Patek contestara, pero en ausencia de una representante lo hizo:

—Bueno, como algunos ya sabrán, las mujeres de las nieves o yukki-onna en su japonés original, son una subespecie humanoide formada en exclusiva por componentes femeninas.

»Elegantes, seductoras y calmadas, son la salvación a la que cualquier extraviado en una ventisca se aferraría sin pensarlo dos veces, pues entre sus cualidades también destacan una personalidad voluntariosa y un innato control del hielo.

»Elegantes, seductoras y calmadas, son la salvación a la que cualquier extraviado en una ventisca se aferraría sin pensarlo dos veces, pues entre sus cualidades también destacan una personalidad voluntariosa y un innato control del hielo

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»Sin embargo, no le recomiendo ir más allá de una agradable amistad si no está preparado para las consecuencias, señor Septimusadvirtió, interrumpiendo su energética explicación—. Las relaciones hombre-mujer a las que hace referencia son tan inusuales como brutales con una Yukki-Onna de por medio:

»En cuanto escogen un amante apto emplean su excelente crioquinesis para congelarlo en un capullo gélido y absorber de él el material genético necesario para procrear. Además, lo hacen de tal modo, que conlleva inevitablemente la muerte del progenitor masculino y a un embarazo estacional tras el cual nacerá una nueva mujer de las nieves.

Me quedé helada (y nunca mejor dicho) ante las palabras del profesor Patek. Al escuchar el nombre "mujer de las nieves" me había imaginado un monstruo peludo tipo yeti, no a esas viudas negras dignas de un cuento de terror.

Aunque no parecía haber asustado mucho a mi vecino de bancada:

— ¿Y eso ocurre así el cien por cien de las veces? —insistió.

—No es un simple fetiche, sino su forma de reproducirse, señor Septimus —continuó el instructor—. Volviendo a su pregunta: Es poco probable que eso ocurra, pues las yukki-onna prefieren los ambientes árticos y los hombres con poco poder mágico, dos aspectos ajenos a la mayoría de demonios de alta alcurnia. Y, aunque ocurriese, sería el último acto en la vida de dicho individuo.

Con una mueca disconforme, el chico se caló una capucha de estilo bastante llamativo y se reclinó sobre su asiento con las piernas cruzadas sobre la mesa. Aunque el asunto no había dado su último coletazo.

—¿Alguien más tiene alguna pregunta sobre el tema? —ofreció el turno Damian, como solía hacer antes de finalizar cada intervención.

Y no tuvo tiempo ni a bajar la mirada hacia sus relojes cuando se alzó una mano inquieta al lado del tal Septimus.

—Yo, profesor.

—Suya es la palabra entonces, señorita Bacchanalia.

— ¿Y si fuera yo la interesada en una Yukki-Onna? ¿También me esperaría una reentrada bien fresquita al infierno?

La pregunta dibujó una de esas sonrisas de "Cómo no" en el rostro del profesor Patek, que aún así no tardó en responder:

—Bueno, pues si bien usted y el Señor Septimus comparten cuna demoníaca, sus posibilidades serían mayores. Las mujeres de las nieves suelen emparejarse con individuos de su mismo sexo al no estar esa relación encadenada al proceso mencionado con anterioridad y poder por tanto alargarse en el tiempo.

Inclinándose hacia un lado, la chica usó esas mismas palabras para picar a nuestro común vecino:

— ¿Has oído? —le comentó por lo bajo— Tengo más posibilidades que tú.

No vi que él reaccionara.

— ¿Alguien más? —volvió a insistir Damian, vista satisfecha la curiosidad de su alumna— ¿Nadie? Les doy cinco segundos... —y tras esperar lo dicho cerró el tema— Bien, pues si alguien tiene otra duda sobre las mujeres de las nieves puede preguntarme, pero obtendrá información de primera mano si lo hace directamente a las señorita Yukihime cuando se incorpore a las clases.

Dicho eso continuó la lección con el siguiente alumno, sin embargo volví a perder enseguida el foco de la misma en favor de los dos indiscretos ocupantes de mi banco.

Dragon Mate ¡YA A LA VENTA!Where stories live. Discover now