Capítulo segundo

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—¿A dónde iremos ahora? —Preguntó cuando salieron a la calle.

—Primero iremos al apartamento a dejar las bolsas y luego te llevaré a conocer a alguien.

—¿¡En serio!? —Se había emocionado al escuchar lo segundo —. ¿¡Será mi primer amigo!?

—Sí, algo así...

Subieron al apartamento, dejaron las bolsas y Goshiki se cambió el mono gris por un conjunto de jean y una camiseta morada. Luego, bajaron a la Estación Abierta para tomar el tren Anti-Gravitacional hasta la parada del Parque Escalonado, donde se encontraron con Taichi y Reon, y los cuatro tomaron el tren que iba hacia el oeste de la ciudad, más allá del río Koh, y se bajaron en la parada que quedaba frente al complejo de edificios del Hospital Psiquiátrico General de Utokio. Eran cuatro edificios rectangulares, blancos y con muchos ventanales oscuros. En el centro de ellos, se extendía un pequeño parque, que cruzaron hasta llegar al edificio del fondo, que era el más grande.

Se identificaron ante una de las enfermeras que estaban en la recepción y ésta los condujo por un laberinto de pasillos hasta la habitación 101. La habitación se dividía en dos gracias a un muro con una ventana, igual a una sala de confesiones de un departamento de policía. La antesala estaba casi a oscuras, y en ella les esperaba todo un séquito de doctores psiquiátricos que lucían impecablemente sus batas blancas. En cambio, del otro lado del muro, la otra sala era completamente blanca, de un blanco tan penetrante que te hacía arder los ojos. Desde donde estaba Goshiki, no se podía ver con mucha claridad, pero pudo reconocer una cabellera negra y amarilla, como un pudín, esperando en una silla.

—Venga, qué esperas. Entra ahí de una vez. Él te está esperando. —Le animó uno de los médicos.

El androide obedeció y entró a la sala blanca. El ambiente allí le incomodó por un momento. Le parecía demasiado hostil y frío.

Notó que el dueño de la cabellera negra y amarilla era tan sólo un adolescente. Vestía un pijama tan blanco como el color de las paredes que les envolvía, salvo que encima de él usaba un suéter rojo.

—H-hola —saludó y se sentó en la silla que estaba dispuesta frente a él —. Soy Goshiki Tsutomu, ¿tú cómo te llamas?

—Kozume, Kenma Kozume —le respondió, sin alzar la mirada en lo más mínimo.

—¡Es un placer conocerte!

Hasta ahí llegó Goshiki Tsutomu. No tenía ni la mínima idea de qué más decir. ¡Esa era la prueba más importante, en la que probaría que podía cumplir con el objetivo para el que había sido creado, y ni siquiera sabía qué rayos debía hacer! Sabía que del otro lado de la ventana todo el mundo le observaba, esperando a que hiciera algo. Le daba miedo cometer algún error, y con ello perjudicar la reputación del Profesor.

—Pareces un poco triste, ¿por qué? —Fue lo primero que se le vino a la mente.

—Porque estoy triste —respondió.

Goshiki frunció el ceño.

—Ajá, sí, ¿pero por qué estás triste? No hay motivo para estarlo.

—Esta gente cree que estoy loco. —Hizo un ademán hacia la ventana. Desde el interior no se podía ver hacia afuera, pero el chico sabía que les estaban observando y analizando —. Eso me hace sentir un poco solo... —murmuró eso último.

«Nadie puede ser feliz estando solo».

—¿Y no tienes ningún amigo?

—No. De pequeño me hacían bullying en la escuela, y desde entonces me ha costado relacionarme con lo demás.

La Máquina de ser Feliz | Haikyuu!!Where stories live. Discover now