El Movimiento Divino

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El día del juicio llegó. Una escolta entró a mi celda y me transportó hasta el centro de la ciudad en una carroza blindada tirada por dos Grifos.

Al bajar me instalaron al aire libre, me inmovilizaron las manos y la cabeza con un brete y dos grandes pinzas sujetaban mis alas de modo de que quedaran extendidas.

Al instante, otra carroza llegó y Armaros bajó de ella. Lo instalaron en frente de mi y lo inmobilizaron de la misma forma. Lo extraño es que Armaros no parecía haber sufrido las mismas quemaduras que yo. Su armadura estaba tan brillante como siempre y su piel no parecía estar fundida con ella. De alguna forma, mi hermano se había librado del castigo.

Deus llegó en una caravana tirada por tres grifos y se posó en medio de la multitud. A continuación llamó a los verdugos.

-Fue un honor pelear a tu lado hermano.-Dijo Armaros.

-Fue un honor vivir al tuyo.-Contesté.

Podía aceptar mi muerte con facilidad, pero no podía con el hecho de que asesinen a mi hermano justo en frente de mi.

Deus hizo la seña y ordenó a los verdugos cortar nuestras alas. Después serían nuestras piernas para finalmente, dejarnos prisioneros hasta nuestro estado vegetal.

Uno de los verdugos caminó hacia mi cargando su inmensa hacha de una energía tan pura que cortaba la misma luz.
Levantó su hacha y yo cerré los ojos deseando haber sido un mejor lider para mis hombres. Deseando haber conseguido algo importante y morir de una forma más honorable.

Escuché el sonido de las cadenas romperse y abrí los ojos. El verdugo había cortado las ataduras de mis alas y continuó liberándome del resto mientras que el verdugo de Armaros hacía lo mismo con él.

-¡Ahora!- Gritó mi verdugo.

Los guardias a nuestro alrededor formaron un escudo y mantenían alejado a todo aquel que intentara entrar.

-¿¡Qué se supone que es eso!?- Gritó Deus lleno de furia.

Mandó a su escolta que rodeaba su carabana y la mayoría fueron derribados antes de llegar contra el pequeño escudo formado a nuestro alrededor.
Al mirar en las esquinas de los edificios, pude ver a un pequeño número de ángeles a los laterales con arcos y ballestas arremetiendo contra la escolta de Deus.

El verdugo sacó de una funda a Benevolencia y me la entregó.

-No hay tiempo de explicaciones señor. Tenemos que salir de aquí cuanto antes.

En cuanto tomé mi espada, ésta apagó su brillo y su aura lumínica parecía extinguirse con mi tacto. La luz ya no respondía ante mi debido a mi nuevo estado.

Deus se levantó de su carabana y sacó dos grandes espadas del tamaño de Benevolencia, pero de un brillo cegador.

Un centinela llegó corriendo a su lado.

-Mi señor, Deus.- Dijo alarmado.- Los demonios avanzan por el puente. Miguel y Gabriel están intentando repelerlos pero a penas pueden contenerlos... Le necesitan en el campo de batalla.

Deus lo miró con rabia.

-No tengo tiempo para.....

Una explosión le interrumpió con un estruendo que hizo vibrar la ciudadela.

-¡Conténganlos!- Ordenó al escuadrón de centinelas llegando a su espalda mientras volaba hacia el puente, esquivando unas cuantas flechas y derribando con rayos de energía los edificios donde se encontraban mis arqueros.

Mi pequeña escolta y yo nos intentamos abrir paso entre los centinelas, pero éramos muy pocos y sin el apoyo de los arqueros, nuestro número disminuía mucho más rápido.

Armaros se veía bastante animado, matando ángeles con singular alegría como si fueran demonios. Tal vez no le afectaba mientras tuviera algo que aplastar. Por otro lado, estaba uno de los verdugos intentando contener a varios ángeles, pero fue desarmado y asesinado junto a dos aliados más.

El verdugo restante extendió sus alas y nos hizo una señal para seguirlo. A duras penas logramos avanzar, al final el verdugo llegó a uno de los templos en honor al "Creador"y un par de ángeles en el techo nos empezaron a cubrir de los centinelas que nos perseguían. Al descender me di cuenta de que ya sólo quedaban el verdugo, un soldado menor, Armaros y claro, yo.

Los ángeles que estaban en el techo lograron derribar a los centinelas que nos perseguían. Después se perdieron de vista, a los pocos momentos las grandes puertas doradas se abrieron de par en par y logré ver un gran número de ángeles por todas partes.

Todos tenían las mismas armaduras brillantes y doradas pero con un símbolo de rayo tatuado en el pecho, en los cascos o en las hombreras. El verdugo se quitó la túnica y se puso una armadura de maestre. Después se fue por una de las puertas que conducían a las salas de oratoria y tras unos breves instantes, volvió con Asderel tras él.

-Mi general.- Dijo al ver mi desgastado aspecto.- Lamento tardar tanto con el rescate.

-No te disculpes, Armaros y yo seguimos con vida.

-¿Y, Armen?- Preguntó Armaros.

-Protegiendo la salida con sus hombres, de hecho, él fue quién ideó todo el plan de rescate.-Contestó Asderel.

-Pero ¿Cómo hicieron para sincronizar el ataque con los demonios?

Asderel soltó una breve carcajada.

-Impresionante ¿No?... Nunca había visto un ataque tan masivo de demonios, hasta tu amigo Sunktum está participando en esta mierda. Podría decirse que los días de la ciudad angelical están contados.

-¿¡Sunktum está aquí!?

-Tenías razón sobre el clarividente, Araquiel.

-Tengo que hablar con....

-Tranquilo.- Me interrumpe Asderel.- Coordinamos el ataque pero no estamos de su lado.... Espera hasta llegar con Armen, él te lo explicará todo, pero ahora tienes que sacar a tus hombres de aquí. Si los demonios nos ven pueden confundirnos con enemigos y perderás muchas vidas que intentan salvarte.

Miré a mis espaldas y vi la sala plagada de mis soldados. Algunos heridos, otros asustados y nerviosos.

Tomé aire y dije.

-¡Soldados! Todos los aquí presentes arriesgaron su libertad, su bienestar y su vida por mi.... Entraron por mi contra toda probabilidad y yo les prometo que los sacaré de nuevo a la libertad.

Mártir Hereje #1Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon