Capítulo 4.

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     Manuel bajó rápidamente del coche, pero ella consiguió ser más rápida y corrió carretera adelante seguida de cerca por él.
- Mayte no lo vas a conseguir, no podrás huir de mi – pero ella seguía corriendo y corriendo hasta que vio aparecer unas luces a lo lejos.... ¡Dios, estaba salvada!, venía un coche... siguió corriendo con más fuerza, pero cuando ya se sentía casi a salvo Manuel se abalanzo sobre ella y rodaron los dos por la pendiente de la cuneta; el coche se detuvo arriba y alguien salió intentando atisbar en la oscuridad lo que creía haber visto. Mayte intento llamar su atención, pero Manuel no se lo permitió, la tenía inmovilizada bajo su cuerpo, era demasiado fuerte para poder con él. Después de unos interminables segundos, el coche desapareció y él la libero de su peso.
- ¿A Dónde ibas? - le increpó levantándola del suelo.
- Suéltame, solo quería ir a casa, déjame – le gritaba forcejeando.
- Cuando vas a entenderlo, no vas a ir a ninguna parte. Mírate, estás temblando, te va a dar una pulmonía – dijo abrazándola para hacerla entrar en calor, entonces Mayte vio su oportunidad y le propino un rodillazo en sus genitales que le hizo soltarla y doblarse, pero se recuperó antes de lo previsto y cuando iba a escapar él la inmovilizo sujetándola fuertemente con ambos brazos a la espalda y tan cerca de él que sus respiraciones se entremezclaban, ella apenas tocaba el suelo de puntillas.
- ¿Por qué has hecho eso?- le dijo jadeando por el dolor.
- ¿Por qué crees?– contestó furiosa mientras le resbalaban lágrimas de rabia por las mejillas.
Pero él pareció no oírla. Se quedó mirándola con ojos encendidos por el deseo.
- Con que eso es lo que quieres ¿no?, pues hazlo de una vez y déjame.
Manuel la beso salvajemente.
- Aun no, no hasta que tú me lo supliques. Conseguiré que te enamores de mí, ya lo verás.
Después le ató las manos a la espalda y la llevó casi arrastras hasta el coche, porque ella no dejaba de revolverse.
- Vamos Mayte, tranquila, tómatelo como unas vacaciones, cuanto más luches más tiempo estarás en esta situación.
- Pero ¿cómo puedes decir eso?, ¡estás loco! - dijo enfrentándole – Me retienes en contra de mi voluntad, me amenazas de muerte y encima pretendes obligarme a enamorarme de ti... por favor despierta de una vez, esto es un secuestro.
- Estás un poco alterada, será mejor que te lleve a casa y descanses.
- ¡¿Alterada, alterada?! Lo que estoy es aterrorizada. Nunca podré enamorarme de ti. Nunca.
Manuel no lo podía soportar escucharla decir esas palabras, le arañaban las entrañas... y eso le llevo a sujetarla de nuevo por el cuello.
- No digas eso jamás, ¿me oyes?, no lo digas nunca jamás -le susurró al oído con una voz profunda llena de ira.
Pero la aterrorizada mirada de Mayte le hizo soltarla.
- Será mejor que duermas un poco, mañana verás las cosas de forma distinta – y diciendo esto, sacó de la guantera un pañuelo y un frasco que ella reconoció enseguida.
- No, no por favor, no quiero dormir, no...- pero fue inútil luchar y en cuanto el pañuelo le tocó la cara cayó en un agitado sueño.
Cuando despertó, volvía a ser de día.
Sí sigo así voy a terminar adicta al cloroformo, pensó Mayte.
No había ruido en la casa, pero la puerta de la habitación esta vez no estaba cerrada; salió de ella un poco mareada y con nauseas, seguía sin escuchar nada... - O.K, pues al baño, al ventanuco y a ver al perro de nuevo– pero al subir las escaleras notó como una arcada la obligaba a correr para llegar al baño y vomitar, tenía frío y todo su cuerpo se estremecía, eso duro unos segundos y poco a poco se le fue pasando. De todas formas, tampoco podía vomitar mucho, hacía más de 24 horas que no probaba bocado.
—Lo siento... — Manuel estaba detrás de ella y con tan solo una toallita sobre su cuerpo mojado – si no fueras tan testaruda...
Sin duda está bueno, sí que lo está... ¿pero que estoy pensando? Debe ser efecto del cloroformopero otra nausea la sacó de sus pensamientos.
—Será mejor que...

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