Declaración de una demente »Capítulo único«

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Ya les he dicho todo lo que sé y aun así siguen insistiendo, ¿acaso creen que esto es algo de lo que quiero hablar? Soy culpable, lo admito, pero ustedes quieren detalles. Recordar mis actos pasados es doloroso, ver los cuerpos y la sangre, tan sólo evocarlo con mi mente me incita a vomitar... No, no les preocupa lo que me ocurra, sólo quieren saber cómo y por qué asesiné a todos. Si tanto insisten les contaré, por primera y última vez, cómo un día normal se convirtió en mi más grande pesadilla.

Era un viernes cualquiera. Cuando la alarma me despertó en la mañana me levanté y comencé a preparar el desayuno de mi familia, huevos y tocino, ya que, como les dije, era un día normal. Carlos, mi hijo mayor, bajó primero y me saludó con un beso en la mejilla para luego sentarse a la mesa.

Su hermana, Antonia, bajó unos minutos después bostezando y nos saludó a ambos mientras se sentaba a un lado de su hermano, mi esposo llegó unos instantes después y nos saludó a todos con un beso en la mejilla. Desayunamos como siempre lo hacíamos, hablamos de la escuela y los próximos exámenes de Carlos, al que sólo le faltaba un año para entrar en la universidad.

Luego de eso fui a mi habitación para vestirme, mientras mi esposo lavaba la vajilla sucia del desayuno. Una vez lista acompañé a mi hija a la parada del autobús, ese día llevaba un hermoso vestido floreado y un chaleco blanco. Cuando se subió al transporte escolar me dirigí a la universidad donde trabajaba.

Allí saludaba a todos con mi habitual sonrisa, entré al salón y comencé mi clase, enseñando y explicando a los estudiantes, lo mejor que pude. Al finalizar no hubo dudas y creo que todos entendieron correctamente. Les prometí a mis alumnos mostrarles un video relacionado con la materia al día siguiente. Entonces los problemas comenzaron cuando la rectora me llamo a su oficina.

"Siéntese, por favor" Me dijo con su monótona voz en cuanto entré a la habitación, le obedecí y continuó de la misma forma "Escuche, esto es muy difícil para ambas, sé que su trayectoria en esta universidad ha sido grandiosa y no ha tenido ningún problema en estos casi veinte años de trabajo. Lamentablemente el establecimiento no tiene el dinero suficiente..." Mi corazón se detuvo en el instante en que dijo esas palabras, ella se calló por un momento pero luego continuó sin demostrar sentimientos "... lamentablemente, debemos despedirla." Finalizó.

Aún puedo recordar ese instante, y cómo mi única reacción fue levantarme rápidamente y tirar todo lo que estaba sobre su escritorio, rebosante de furia le grité "¡¿Y qué?! ¡¿Quiere que encuentre otro trabajo?! ¡¿Cree que es fácil cuando ya tengo más de cuarenta años?! ¡Maldita sea, he dedicado más de veinte años a esta universidad! ¡Por mí, pueden irse todos al carajo!" Dios, aún recuerdo su rostro de terror en ese instante, salí de allí azotando la puerta, no pedí más explicaciones, no sonreí a los alumnos, no me preocupé de darle monedas al vagabundo de la esquina, simplemente corrí hasta llegar a mi casa.

Ustedes no saben todo lo que sufro contando esto, era el trabajo de mi vida y en tan sólo unos minutos todo se arruinó... No me miren con lástima, nunca me ha gustado, si estoy llorando es por culpa de ustedes que me hacen recordar algo tan doloroso como es lo que voy a contarles.

Cuando llegué a mi casa logré pensar más claramente. Estaba despedida, eso era claro, pero había una solución, tal vez no conseguiría un nuevo empleo con mi edad, aun así podría ejercer algún oficio, después de todo siempre me había interesado la costura. Luego de un momento planeando mi futuro sustento, decidí ducharme para alejar las malas vibras ya que siempre he creído febrilmente en ese tipo de cosas.

Después de unos minutos bajo el agua escuché la puerta principal abrirse, extrañada me enfundé en una toalla y salí del baño, encontré el paraguas de mi esposo en el pasillo y, pensando en un ladrón, lo tomé como arma.

Declaración de una demente »Historia corta«Where stories live. Discover now