Capítulo 1

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Oh, los viejos dioses, mira cómo se tienen

sobre piras de polvo y azufre

*

Hay huellas en el suelo, las baldosas de mármol negro del templo que  Rey está rápidamente aprendiendo a llamar santuario cubiertas con el mismo polvo amarillo claro que se aferra a cada ser de su pueblo, aunque aquí, al menos, está imperturbado por el tráfico y el ruido. A no ser que cuente el suyo propio, por supuesto. Rey empuja la puerta lentamente, consciente de las ruidosas bisagras mientras da un paso al interior, dejando atrás otra huella en el suelo en pos de sus zapatos junto con todas las demás con las que coincide. Echa una mirada detrás de ella sólo por si acaso, aunque no haya apenas necesidad. Nadie viene aquí. Nadie se atreve.

Nadie más que ella, es decir.

"Por fin," murmura, tirando de la bufanda de color rojo brillante con la que se había cubierto la cabeza y la cara. Hizo poco en términos de ser poco llamativa mientras atravesaba la ciudad, esquivando mirones  y vendedores ambulantes, pero al menos la ocultaba del sol y a su rostro de miradas indiscretas. No es que haya nada malo en lo que está haciendo, es simplemente... insólito.

Rey se lame los labios para devolverles algo de humedad, sabiendo perfectamente que tan sólo los agrietará más, y deja la puerta cerrarse, el eco de la madera rebotando en los gigantes pilares de mármol mientras da sus primeros pasos lentos pero constantes adelante. No necesita observar la decoración, habiéndose comido con los ojos el bello pero austero interior en su nerviosa primera visita. En lugar de eso, camina rápidamente hacia el final de la cámara, sentándose a los pies de la gigante estatua. El Dios de la Muerte, le llaman, sin nombre en su existencia menos por su título, por temor a que nombrarlo le traiga sobre aterrados mortales junto con el regalo que sólo él puede otorgar.

Bueno, el Dios de la Muerte tendría que lidiar con su presencia un poquito más.

Abre su bolsa de artículos robados de las cocinas, y mira arriba, al techo abovedado por encima de la estatua, imposiblemente alto y asombroso, donde hay estrellas pintadas para reflejar un cielo nocturno. Es lo que más le gusta de este templo, aparte del hecho de que siempre está vacío. Cada estrella se abre en un pequeño agujerillo que deja entrar la luz durante el día, la única fuente de luz en la habitación. Baña a su poderoso sujeto en una penumbra húmeda, etérea, que, combinada con el polvo flotando en el aire, da a Rey la impresión de una neblina extraterrestre.

Quizás es por eso este lugar nunca es visitado por nadie más. Nunca hubo intención de que fuera parte de su mundo. Bueno, puede que sea polvoriento, pero al menos es fresco. Tan distinto a la dura arcilla y al arenoso, cegador y abrasador desierto fuera. Rey mira de reojo la bóveda, viendo los puntos de luz convertirse en constelaciones, cuando sus ojos caen de nuevo en la estatua.

El silencioso Dios de la Muerte.

Qué tipo más feo y arrogante. Quien hubiera diseñado la estatua debía imaginar a la Muerte como un monstruo.

"Hola, amiguito" su saludo hace eco a su alrededor. "Espero que no hayas estado demasiado solo hoy, abandonado aquí por tu cuenta."

Se burla del silencio, aun así entretenida por su conversación unilateral con el pedazo de roca, dando una palmadita a uno de sus gigantes dedos de los pies. Debe de estar volviéndose loca, hablando con la estatua de un dios en el que no cree. Al menos está callado, a diferencia de las chicas charlatanas del claustro. Es mucho mejor comer aquí, piensa, con aire fresco y una gigante y silenciosa estatua como compañía. Aunque, la verdad, parece un derroche crear un templo tan extravagantemente rico sólo para dejarlo vacío. Puede que su decoración sea austera, pero el mármol de la estatua sola debe haber costado una fortuna. Mira a su alrededor de nuevo mientras mastica un trozo de pan, desgarrando un trozo de carne salada, sin estar muy segura de qué animal proviene pero negándose a inspeccionar muy de cerca. La comida es comida, y ella había conocido un montón de días sin ella. De no ser por la amable mujer que la encontró  casi famélica y decidió darle una vida como mensajera de una Suma Sacerdotisa, Rey habría muerto de hambre hace mucho tiempo.

Aegis (En Este Mundo o en Cualquier Otro) - Reylo AU-Where stories live. Discover now