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Un, dos, tres. Un, dos, tres. Un, dos... tres. Mi mente es un reloj que ha perdido el tiempo.

No sé qué está sucediendo en este instante. Dónde estoy, o con quién, ¿qué hora es? Solo sé que mi mente estallará en cualquier segundo y no sé si puedo hacer algo para evitarlo. No siento ni los latidos de mi corazón. ¿Quién soy?

¿Quién era él?

Solté un suspiro y el oxígeno regresó en una inhalación, haciéndose más pesada y molesta. Me llevo una mano al pecho e intento respirar muy despacio... Estoy sola en esto. Una vez más. Sola.

De acuerdo, puedo hacerlo.

No, no puedes.

—¿Daphne? Toma esto, por favor. Estás muy pálida... ¿d-deberíamos ir al médico?

Levanto la mirada y a mi alrededor parecen brotar los colores. Vuelvo a la realidad. No, no se trata de mí. Kim Seokjin me ofrece de nuevo un vaso de agua, y mis manos tiemblan irreparablemente al sostenerlo.

—Creo que debo llamar a emergencias...

—No. No, por favor no —le pedí. Me miró a los ojos, y retiré la mirada sin resistirlo mucho más—. Lo siento. Perdona. Estoy bien, en serio.

—No te preocupes. Yo... no sé qué hacer. ¿Creo que es una crisis nerviosa? Tus manos tiemblan mucho —se acercó y me retiró de las manos el vaso ya vacío. Lo dejó en el suelo y me sostuvo ambas manos. ¿Era angustia lo que veía en su rostro? No sabía descifrarlo—. Ya. Lo siento. Estoy nervioso. No pareces estar bien, definitivamente no. ¿Te parece si te preparo algo dulce? Se te puede haber bajado el azúcar...

—No creo tener algo dulce aquí. Estoy bien, no te preocupes, suele pasarme esto algunas veces —murmuré avergonzada. Maldije mis manos, que no dejaban de temblar. Hacía un poco de frío, por lo que Seokjin debía tener razón.

Él suspiró y asintió. No se alejó, y lo agradecí en mi mente. Acarició con cuidado mis dedos e intentó brindarles calor.

—Conocías al chico del supermercado —murmuró, un poco inseguro—. Te has puesto muy mal después de que lo has visto... Es el nuevo de intercambio, el que te mencioné. Lo vi más temprano.

Titubeé con torpeza, sin saber bien cómo responder a eso. ¿Mentirle? ¿decirle la verdad?... ¿cuál sonaría menos ridículo? Jin se alejó hacia las bolsas de compras y tomó un par de golosinas.

—Ten, es lo único que tenemos aquí para salvarte la vida —me sonrió apenado. Dudé, pero terminé por aceptarlo.

—Gracias...

El silencio no era incómodo, pero podía sentir el ambiente lleno de dudas que, no sabía si quería resolver. ¿Qué estaría pensando Seokjin de mí? Viéndome así, tan... débil.

Maldita sea.

Qué estupidez, ¿no?

—Lo siento, Seokjin, yo... Y-Yo...

—Daphne, querida, tranquila —se sentó a mi lado y acarició despacio mi brazo. Mis labios se curvaron hacia abajo, y me cubrí el rostro con ambas manos antes de que él alcanzara a verme tan patética—. Oh, nena... Tranquila, no te angusties.

—Perdona, esto... e-es tan vergonzoso. No esperaba nada de esto. Lamento mucho que tengas que verme así —sollocé. Tan penoso. Seokjin negó y me acarició el cabello.

—No tiene nada de malo llorar, Daphne, ¿cómo te vas a disculpar por eso, ¿eh? Si te sientes mal, no debes guardártelo. Ya, suéltalo. Si necesitas llorar, hazlo, linda.

MYSELF.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora