Signos cadavéricos de la muerte violenta

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Temperatura.-El descenso de la temperatura corporal es uno de los primeros síntomas de la muerte. El ritmo del enfriamiento depende de múltiples factores: clase de vestido, tiempo atmosférico, complexión física, causa de la muerte, etcétera. Existen dos métodos para calcularlo.

a) Durante las cuatro primeras horas, la temperatura desciende medio grado cada hora; entre cuatro y doce horas después de la muerte, la temperatura baja un grado cada hora, y a partir de las doce horas, oscila entre diversos valores hasta equipararse con la temperatura ambiente.b) El segundo método se basa en la fórmula de Glaister, cuyo fundamento consiste en medir la temperatura del recto, pues las zonas del cuerpo expuetas al medio ambiente sufren antes el descenso de la temperatura, y restar ese valor de la temperatura media del recto en un sujeto con vida: 37,2 grados.

ACIDEZ.-El grado medio entre acidez y basicidad es de 7. El cuerpo humano es ligeramente alcalino (Ph 7.3), si bien el Ph del estómago es menor debido al ácido clorhídrico necesario par digerir las proteínas.

Tras la muerte, el Ph o factor reactivo de la sangre desciende hasta 7. Pero en el supuesto de no disponer del instrumento idóneo para medir dicha variación, la prueba ha de realizarse con papel tornasol aplicado en el interior del párpado de abajo. Si el color rojizo del papel tornasol se vuelve de color azul, el Ph es alcalino, no ácido, y es síntoma de vida en el individuo examinado. En los recién nacidos no es posible efectuar esta prueba porque el ojo humano no produce lágrimas hasta transcurrido un mes desde el alumbramiento. Tampoco es válido este método cuando la persona sufre conjuntivitis.

DESHIDRATACIÓN.- La pérdida de agua es otro signo definitivo del óbito. Si la muerte ha sobrevenido no mucho después de la herida, la epidermis se cuartea dejando al descubierto la capa más profunda de la piel, conocida como dermis, cuyo plasma se volatiliza. Este fenómeno provoca un acartonamiento de la piel. Cuando la muerte no ha ocurrido de forma casi inmediata, la sangre coagulada forma una costra más suave sobre la herida.

Otro de los efectos de la deshidratación cadavérica se produce en el ojo, de aspecto vidrioso, sin brillo ni transparencia en la córnea. Con los ojos cerrados, la sequedad se retrasa. En el caso de los ahorcados, la lengua se deshidrata y ennegrece.

LIVIDEZ.-Las livideces son manchas de color rojo, de tono vino o violáceo, asentadas en el decúbito del muerto tras dejar el corazón de bombear la sangre. La falta de oxígeno en las zonas antes irrigadas por el sistema circulatorio provoca la destrucción del tejido epitelial, su palidez tan característica en la cara.

Este fenómeno se inicia nada más sobrevenir la muerte. Si la persona murió boca arriba, antes de media hora ya se observa la lividez en la nuca. De forma general, la lividez es visible entre las dos horas y seis después de la muerte. Durante las primeras doce horas, la lividez es móvil; es decir, si un individuo muere en posición decúbito prono, cuyas manchas están localizadas inicialmente en el tórax, abdomen y delantera de los muslos, la lividez se traslada de lugar según sea la nueva situación del cuerpo.

Sin embargo, cuando ha transcurrido más de doce horas desde la muerte, la lividez antigua ya no desaparece, si bien mengua en intensidad debido a la nueva distribución de la sangre. Después de veinticuatro horas, la lividez es inmóvil sea cual sea la posición del cadáver por haber coagulado la sangre. Este signo cadavérico es de gran importancia a la hora de investigar un asesinato, cuyo autor pretenda confundir a los detectives elaborando una trampa.

HIPÓSTASIS.-Se denomina así la lividez observada en las vísceras (cerebro, pulmones, hígado, intestinos, riñones), provocada por la misma causa de la lividez del tejido cutáneo.

RIGOR MORTIS.-Tras el fallecimiento, los músculos del organismo se relajan durante cierto tiempo. Después sobreviene la rigidez cadavérica por la coagulación de la miosina, una proteína capaz de contraer los músculos durante la vida de las personas. El progresivo endurecimiento de los músculos del cadáver sigue un curso descendente: cara, boca, cuello, tronco, extremidades y pies. Según Niderkorn, la rigidez se denomina precoz cuando aparece antes de tres horas; normal cuando sucede entre tres horas y seis; tardía cuando el plazo abarca hasta las nueve horas después de la muerte y muy tardía cuando es preciso dejar transcurrir más de nueve horas. Los cadáveres cuyos ojos y boca no hayan sido cerrados antes de aparecer la rigidez postmortem, ya no podrán ser manipulados hasta después de cuarenta y ocho horas.

Es importante hacer hincapié en dos de los efectos más conocidos en tanatología. El primero es la frecuente eyaculación de los ahorcados, debido a la contracción de las vesículas seminales, y el segundo es cierto eructo provocado por un escape del aire contenido en el estómago, tras las presiones abdominales como consecuencia de la contracción del diafragma y la expansión de los pulmones. Nada de salir corriendo en ambos supuestos.

Entre las circunstancias modificativas de la rigidez cadavérica, cabe destacar: la edad (aparece antes en niños y ancianos); la causa de la muerte (aparece antes en homicidios, accidentes de tráfico, suicidios con cianuro y enfermedades de cáncer, tuberculosis, etcétera); la musculatura (aparece antes cuanto menos musculosa sea la complexión del cadáver) y la ropa y el clima (aparece antes cuanto más frío sea el medio ambiente).

ESPASMO.-El espasmo cadavérico se diferencia del rigor mortis porque siempre se produce antes o durante la violenta muerte súbita: suicidio con arma de fuego, ahorcamiento, intoxicación con salfumán, infarto de miocardio, etcétera. La señal del espasmo se localiza en la posición del cuerpo o en la región facial (rictus de dolor, angustia, miedo).

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