Capítulo 3. Hacerte el amor

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Sandra llegó a mi vida de manera inesperada. Nunca pensé que aquella experiencia tan desagradable de quedarnos encerradas en un ascensor, me haría conocer a la mujer de mi vida. Sí, así nos conocimos.

Estaba en su ciudad natal en la organización de un evento en una sede bancaria cuando nos topamos en los ascensores de la misma. Confieso que no me fijé en su presencia, dado que estaba atareada tratando de resolver algunos inconvenientes que se habían presentado, sin embargo, al entrar en el ascensor y presionar de manera conjunta el piso 10, fue inevitable sentir su suave piel.

Nos disculpamos mutuamente y sonreímos, pero continuamos cada una en su micro mundo durante el trayecto de ascenso. Trayecto que se vio interrumpido al irse la luz y quedarnos en la penumbra que la luz de emergencia nos ofrecía.

De inmediato me invadió el pánico, pues al ser algo externo al banco, podía durar minutos u horas, así que mi mente comenzó a correr a mil por hora imaginando cualquier tipo de cosas. Por su parte, la escuché un grito ahogado por el susto del primer momento, pero luego nada. Sólo su respiración.

Esperamos en silencio unos 5 minutos, pero no aguanté mucho más ese silencio.

- ¿Es común que se vaya la luz?
- No mucho, pero en estos días ha pasado con cierta frecuencia.
- ¿Y dura mucho?
- Hace dos días, se fue por dos horas.
- ¡DOS HORAS! _ Exclamé horrorizada
- Sí, dos horas _ Repitió con preocupación.
- ¿Trabajas aquí?
- Sí. En recursos humanos.
- ¿Y no puedes llamar para que nos vengan a sacar?
- No hay señal aquí dentro. Tenemos un sistema que bloquea los celulares dentro de ciertas áreas y el ascensor es uno de ellos _ Al ver mi cara de asombro, agregó  - Seguridad.
- ¡Dioooosss!
- Pero no te preocupes, de seguro el personal de seguridad ya sabe que estamos aquí. Es lo primero que revisan cuando esto sucede.
- Menos mal. Espero que nos saquen rápido.
- Espero yo también _ Dijo, aunque no muy convencida.
- No suenas muy convincente.
- Todo depende de en qué piso nos quedamos, si cerca de una de las puertas o entre pisos. Si es lo primero, nos sacarán los obreros, si no, habrá que esperar a los bomberos.
- Esperar todo el día en ese caso _ Abrí los ojos como plato - Esto no me puede estar pasando _ Dije incrédula - Tengo horas para terminar de montar el evento y resolver lo que falta y me quedo atrapada en un ascensor.
- Al menos no estás sola, creo que eso sería más desesperante.

La miré unos segundos antes de asentir, pues tenía razón, de estar sola, de seguro me habría dado un ataque de pánico al instante. No le temo a los encierros, pero estando sola y sin saber cómo actuaba el banco en esos casos, me habría vuelto loca.

La ayuda llegó media hora después. Nos habíamos quedado entre pisos y tuvieron que sacarnos por el techo del ascensor, toda una experiencia de película, pero sin el drama o las amenazas excesivas de Hollywood.

Durante ese tiempo, nos sentamos en el piso a conversar para atacar la preocupación de pasar mucho tiempo allí y fue en ese tiempo que pude apreciar su belleza y embobarme con su calidez natural. Todo lo contrario a mí, que suelo ser bastante cortante y seria. Su sonrisa constante y su positivismo me encantaron, eso sin mencionar su tono de  voz, que aunque era un poco nasal, tenía un tono que me tranquilizaba. O tal vez era simplemente ella, no lo sé. Lo cierto es que me gustó escucharla y así fue como sin darme cuenta, se pasaron los minutos sin apena notarlos.

Así la conocí y así empezó la historia que hoy nos une. Inesperada. Impredecible. Sorpresiva.

Pasaron algunos meses en los que mantuvimos el contacto telefónico y cada vez que nuestros trabajos nos lo permitían, o yo viajaba a Valencia o ella a Caracas. Almorzábamos y pasábamos tardes geniales. Era como si nos conocíamos desde siempre y fue casi tácito el saber nuestra preferencia sexual. No hizo falta confesiones incómodas o estresantes, simplemente asumimos que ambas compartíamos el mismo gusto y que por nuestra comunicación constante, el interés era mutuo.

Tu dueñaWhere stories live. Discover now