Unmade

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"Pequeña, ¿qué es lo que deseas?" me preguntó El Herculeano mirándome con ternura y pasión, la admiración se derramaba y corría por su blanca camiseta, dejando rastros de pupila.

"Yo quiero morir, señor" dije en total paz. "Quíteme la piel, quíteme está sucia carcasa que cargo desde el vientre de mi madre, la que me acompaña y condena desde antes de haber sido concebida, desde antes de haber sido siquiera amada"

"Con sus dedos afilados corte mi carne. Corte mi pecho, corte mi torso y mis costillas. Dibuje líneas profundas sobre mi cuello y mis costados. Dibuje en mi espalda aquella mano que anhela mi esencia, que se extiende a través del tiempo y desde el inicio de todo está obsesionada conmigo.

Aquellos dedos huesudos que alguna vez, cuando era pequeña, bailaron sobre mi cabello y posaron su falange en mi nariz. Los que me hicieron sentirme querida, necesitada. Porque sabe usted que no soy humana, que los mortales ya no me necesitan más que para hacerme sufrir. Cargo en mis hombros, sobre mi cabeza, raspa mis manos el polvo de miles de galaxias, y entre mis uñas se alojan las estrellas que usted desterró de su hogar"

"Mi hermano ya no está conmigo, y bien sé que jamás volveré a verlo. Permítame por última vez, sentir su presencia. Pasar a visitarlo antes de volver como fragmento de planeta y carne al universo.
Pasar a decirle por última vez cuánto lo amo. Agradecer que fue él quien me enseñó a sentir melodías y martirios mortales con mi entonces puro cuerpo"

"Oh, Herculeano. Estoy agotada. Estoy cansada y he sido usurpada por la suciedad e imperfección mortal.
Las melodías de piano ya no me acompañan, la voz de Yorke ya no me bañará de nuevo, y jamás volverá a tocar mi alma otra vez. Si usted es mi única muestra de cariño y amor, por favor, déjeme marchar"

Me miró con ojos vidriosos. Mi rasgado vestido que dejaba entrever mi rasguñado pecho, ese que me mostraba como lo que ellos llamaban, una mujer, era conducido por el aire cual coreografía azul y rosa. Mis pies sangrantes ya no podían sostener mi casi inexistente peso. Mis delgados brazos nadaban entre mis largos bolsillos.
Por última vez, abrazó mi lánguido cuerpo, recargó su barbilla en mi cabeza y luego hundió su cara en mi hombro.

Posé mi cara frente a su helado pecho, y por primera vez en tantos siglos, sentí amor.

Me dio un beso en la cabeza, y, entonces, volví a mi hogar.

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⏰ Última actualización: Jul 20, 2020 ⏰

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