Pues si no te gusta mi aspecto, no me mires. –Anastasia se fue del apartamento que compartía con su media hermana, dando un fuerte portazo. Últimamente, se la pasaba criticándola en todos los aspectos. Kate se recostó en el sillón totalmente confundida, no entendía a Anastasia, desde hacía tres años había cambiado drásticamente, había pasado de ser extrovertida, social, bromista, a ser lo opuesto. Ahora se la pasaba en su casa leyendo o bien sea alguna novela, o leyendo las actualizaciones de las nuevas leyes, pues su trabajo se lo requería. Desde que su compromiso con Jack se había cancelado sin ninguna razón, Anastasia era otra. Al principio había creído que se debía a la depresión del momento, pero no, estaba equivocada.

Anastasia siempre había tenido un guardarropa envidiable, a pesar de que siempre tenían una deuda mensual, la cual no quería recordar y no venía al caso en estos momentos, pero de exactamente tres años para acá, Anastasia había dejado de usar faldas, blusas medio escotadas y vestido sexys. Los había remplazado por unos trajes horribles con pantalón. Todos, absolutamente todos, eran negros, grises, violetas, marrones o azul marino, todos eran colores fríos, pálidos y apagados. Lo peor del caso no era aquello, lo peor era que Anastasia había dejado de maquillarse y peinarse, ahora iba al trabajo tan pálida como un zombie, sin siquiera un ligero rubor en las mejillas o ligero brillo en los labios. En cuanto a su cabello, había pasado de secárselo todas las semanas o hacerse unos sexys rizos, a agarrárselo en un feo moño en total tensión, se había dejado un poco su flequillo, pero se lo colocaba detrás de la oreja. Por si fuera poco, de la noche a la mañana dejó de tener una excelente vista y apareció con unos lentes, que si bien no eran horribles, tampoco eran los más favorecedores para sus facciones. Sabía que detrás del rompimiento con Jack, había habido algo más, algo extraño que aparentemente Anastasia no quería contarle. Y ya no le contaría, pues habían pasado tres años.

Anastasia revisó su aspecto en el espejo del ascensor. Estaba conforme, sí, estaba totalmente pálida, y poco atractiva. Perfecto para trabajar, pensó con ironía. Además, el conjunto del día, el cual tenía la chaqueta y pantalón gris, con la camisa blanca, la ayudaba a verse más pálida. El ascensor se abrió en la planta baja y Anastasia salió a la vez que aligeraba un poco la prensión de su moño. Todos los días tenía un dolor de cabeza terrible, sospechaba que se debía al "peinado" que se hacía, tenía que admitir que el moño era lo más ajustado posible, pero así era mejor. O quizá se debía a los lentes que usaba sin tener problemas de visión, se había comprado los que menos aumento tenían, pero aun así, le afectaban. Usaba los lentes no por problemas visuales, ella siempre había tenido una excelente vista, los usaba porque eran anti–hombres, anti–atractivos.

Buenos días. –Dijo Carrick Grey desde la puerta de la sala de juntas.

Buenos días. –Contestaron todos los abogados allí presentes, que no eran muchos, estaban Jose Rodríguez y Carolina Torres; los abogados familiares, Ethan Vera, Oriana Camacho y Gia Matteo, los abogados penales. Y Christian y Elliot, que eran abogados, así de simple, no se habían especializado en ninguna rama.

Carrick siguió de largo hasta recostarse en la silla del centro, la silla del jefe.

Como ya saben, la doctora Esperanza Contreras ha sido despedida de su cargo. –Miró acusadoramente a Elliot, quien a su vez miró a Christian y se lanzaron miradas cómplices, acompañada de unas sonrisas cínicas.

Pero, no se preocupen, ya tenemos nueva abogada. Especializada en el área familiar. –Se aclaró un poco la garganta, y miró hacia la puerta.

Adelante, señorita Steele.

Un cuerpo delgado se dejó ver al pasar por la puerta, Christian se quedó impresionado, pues había pensado que quizá su padre contrataba una abogada entrada en los años. Se había equivocado, ésta parecía tener algunos veinticinco años, quizá menos, no lo sabía con certeza, lo que sí sabía perfectamente era que no había ni una sola gota de maquillaje en aquel cutis perfecto. Y aun así se veía bonita, sí, sus rasgos eran finos, podría verse mejor con un poco de color en su rostro. El peinado tampoco le favorecía, ese moño se veía tan apretado, que con sólo verlo ya provocaba un dolor de cabeza, aun así, sospechaba que aquel cabello era hermoso.

Las Heridas Del PasadoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt