Un favor.

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Veo las pequeñas gotas de lluvia caer por el cristal de la ventana de mi habitación mientras encuentro la inspiración necesaria para concentrarme en terminar mi trabajo sobre Tess. Últimamente estoy muy nerviosa, mi atención es nula y mi estado de ánimo no es mejor que el día lluvioso y gris que tengo delante. Para colmo; Kate ha pillado un resfriado y tengo que ir en su lugar a Seattle para hacerle una entrevista a un megaempresario mecenas de nuestra universidad. "Un bombazo" según ella.
Aaaggrr, nada, no puedo concentrarme.

Mientras me ducho dejo que el agua caiga por mi cuerpo y pienso en el largo viaje que me espera. Confío que el poder conducir por dos horas bajo la lluvia calme un poco mi estrés, esa idea me agrada.
Mientras visualizo mi vestidor buscando algo que ponerme, la culpable de mi desasosiego entra por la puerta de mi habitación con la cara blanca, la nariz roja y su famoso pijama de franela rosa (ese que solo es apto para enfermedades y desilusiones amorosas.) La adoro, es mi mejor amiga desde que llegué a Portland hace cuatro años para entrar a la univerdidad y dentro de dos semanas nos mudaremos a Seattle para hacer nuestras prácticas. Kate en el Seattle Times y yo en una editorial, Seattle Independence Publishing. S.I.P.
—Ana, te debo un enorme favor, muchas gracias, no puedo cambiar la cita, me ha costado tres meses conseguirla.—Me mira con esos ojitos verdes y hace un tierno puchero digno de Kate Kavanagh.

—No te preocupes, me vendrá bien distraerme un poco. Kate, deberías estar en la cama, se te ve mal, en cuanto me vista te llevaré una pastilla y una sopa de pollo.

—Ana, eres la mejor, te quiero mucho amiga. —Es una zalamera, pero la verdad es que se no tiene buena cara.
Se va y me deja con mi gran dilema.
¿Qué me pongo?

Media hora después me decido por un vestido color vino, medias negras, botines negros de tacón, una americana negra y un bolso negro, me seco el pelo y lo dejo suelto en suaves ondas.
Me maquillo un poco y muy suave; rímel y brillo labial.
Sí, me gusta.

Entro a la habitación de Kate para dejarle la sopa y la pastilla

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Entro a la habitación de Kate para dejarle la sopa y la pastilla.
—Aquí tienes Kate. Me voy ya, ¿vale?

—Ana, una vez más; gracias.—Me sonríe—.¿Tienes la hoja con las preguntas y la grabadora?

—Sí, lo tengo todo, no te preocupes, todo saldrá bien.—Enfoca bien la vista e inspecciona mi vestimenta, y entonces da un silbido de aprobación que me hace sonrojar.

—Uau, Ana, estás preciosa —dice sinceramente.

—Mmm...sí, gracias. Espero que estés mejor cuando vuelva, descansa.—Le doy un beso en la frente—. Te quiero.
Salgo por la puerta de su habitación escuchando un débil "Yo también" mientras cae rendida en un sueño provocado por el estado febril en el que se encuentra.
Pobre.
Abro la puerta de la entrada y un fuerte soplo de viento mezclado con pequeñas gotas de agua me da en la cara y me hace estremecer de frío.
Lo que daría por quedarme en casa.
Diviso en frente mi coche, menos mal que esta cerca. Me dirijo a mi Audi A5 negro, es mi pequeño, me encanta y adoro conducirlo. Me lo regaló mi padre en mi último cumpleaños. Ahora que me acuerdo tengo que llamarle, hace días que no hablamos.
Apenas hay tráfico al salir de Vancouver en dirección a la interestatal 5, por lo que me relajo escuchando algo de música.

¡¡¡PRÓXIMAMENTE!!!

Te pertenezco y mi destino está en tus manos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora