—De hecho fue hace unos cinco o seis días... en fin. Necesitamos una distracción.

—¿Distracción?

—Para conseguir una computadora.

James no estaba tan de acuerdo con lo que estaba a punto de hacer, pero como necesitaban entablar comunicación con un tal Owen, no había otra opción.

—¿Seguro? —Dianne estaba a su lado, un poco nerviosa.

—Dylan dice que funcionó una vez... bueno, que algo así pasó a bordo del Baptidzo, hace dos años, y que llamó la atención de todos.

—Querrás decir hace unos días —le corrigió Dianne—, ¿qué fue lo que sucedió?

—Dylan se peleó con alguien llamado Brad, y que llamaron la atención de bastantes personas.

—¡Aquello era un crucero, no un aeropuerto!

—Ahí viene Bill —le cortó James.

Tanto él como Bill habían comprado un par de bebidas. El plan estaba en chocar, uno con otro, frente a un local, y comenzar una disputa que sin duda causaría la impresión de muchos, así como la alerta de otros. Max aprovecharía el momento para entrar a una de las computadoras del local de electrodomésticos, y sacar la información suficiente acerca de lo que había pasado en aquellos días, y ver un modo rápido y efectivo de encontrar a Owen.

James suspiró y comenzó a caminar por el pasillo. Dianne iba tomada de su brazo, y parecía verse tan nerviosa como él. En cuanto llegaron a la entrada del local, tanto James como Bill dieron un impacto entre ellos, derramando el interior de sus botellas uno sobre el otro.

—¡Demonios! —soltó Bill.

—¿Qué te ocurre? —bramó James, haciendo un poco para atrás y dejar que el liquido cayera sobre el suelo. Dianne se soltó de inmediato—. ¿Acaso estás tonto o qué? ¿Sabes cuánto costó esta camisa?

—Perdóname, yo no venía contando las estrellas del techo, zopenco —le atajó Bill—. Y si hablamos de precios, ¿sabes cuánto costaron estas botas?

—No más que el reptil de tu esposa que...

—¡Maldito hijo de...!

Dianne cayó de espaldas al mismo tiempo en el que James se lanzaba directamente al pecho de Bill para tirarlo al suelo. Entre los dos intercambiaron una serie de gritos, golpes y bramidos que llamaron la atención de muchas personas alrededor.

El dueño del local de electrodomésticos no salió de su escritorio hasta que Bill, queriendo llamar su atención, empujó a James hasta que éste tiró una de sus mesas, llena de fundas para celular.

—¡Oigan!

—¡Andando! —susurró Dylan.

Él y Max se habían quedado rezagados, dentro del local, mirando con atención algunas micas y cargadores que colgaban de la pared. En cuanto el dueño del lugar corrió para intentar detener a los dos extraños, Max se aproximó a su computadora y abrió el navegador.

—Rápido, rápido, rápido —le insistió Dylan.

Max logró entrar a las cámaras de seguridad de la MI6, con ayuda de un código binario que tenía a su disposición desde hacia ya bastante tiempo, y en cuanto obtuvo vía libre, intentó buscar a Owen en Inglaterra. Era el último sitio donde sabía que estaba, ya que se encontraba junto con algunos agentes de la misma corporación, o al menos eso le había contado en los escasos segundos que tuvieron uno con el otro durante la batalla en el Puerto.

—¡Quítate asqueroso, desgraciado! —Bill volvió a golpear a James mientras el encargado de la tienda intentaba separarlos, pidiendo a gritos la intervención de los medios de seguridad.

—¡Ya no te importa manchar tus botas de cocodrilo!, ¿verdad? —le reclamó James, deteniendo uno de sus golpes y volviendo a tirarlo al suelo.

—¿Max? —Dylan estaba un poco ansioso.

—Ya casi —ya había encontrado a Owen. En ese momento estaba en las instalaciones de la MI6, junto con demasiados agentes de fuerzas especiales... algo había sucedido en Londres—. Conseguí el teléfono celular de alguien llamado... oh demonios. ¿Johnson?

—¿Quién es Johnson?

—Intentó matarnos en varias ocasiones.

—Tenemos que irnos ya, Max.

—Espera un minuto... —dijo el muchacho—, estoy imprimiendo algo. Creo que Ben hizo un caos en Londres.

—¿Qué?

—¡Se imprimió! —Max tomó una hoja que había en la parte inferior del escritorio y en cuanto la tuvo en sus manos, cerró todos los navegadores de la computadora y siguió a Dylan de cerca hasta que salieron del local—. ¿Vas a...?

—Yo me encargo —dijo Dylan.


En cuanto salió por el desastre que se había causado, se detuvo frente a James y a Bill, que forcejeaban entre ellos.

—Oigan, oigan... ¡OIGAN! —gritó. Los dos se detuvieron y miraron a Dylan con un poco de incredulidad—. Hay familias aquí, por favor tengan algo de respeto.

Bill soltó a James y se mantuvo firme, intentando mantener la postura, y arreglando su chaqueta, que ya estaba un poco arrugada. James, por su lado, ayudó a Dianne a levantarse, y peinó su alocado cabello.

—Lo siento mucho, joven —dijo Bill—. Mis más sinceras disculpas.

—Lo mismo digo, buen hombre —respondió James, estrechando su mano.

Segundos después, se separaron uno del otro, para perderse entre los tumultos de gente.

—¿A eso le llamas actuación? —se bufó Max—. ¡Son pésimos!

—Andando —Dylan siguió caminando de frente, ignorando la mirada de todos los curiosos, y los quejidos del encargado del local, que estaba recogiendo sus productos que se habían esparcido por el suelo—. Tenemos que reunirnos con ellos en el restaurante.

—¡Pésima actuación! ¡Los nominaría a los Razzies de este año, y de todos los demás! 

Tinieblas [Pasajeros #3]Where stories live. Discover now