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El clima había empeorado bastante en los últimos días. Las lluvias habían golpeado con toda su furia el noroeste del país americano, y aún no era época. Nueva York en esos momentos sufría un gran desliz. Las calles vacías. Los pocos automóviles que había sobre ellas se movían con lentitud, y las personas que salían de algún edificio corría con toda rapidez para ingresar al interior de un vehículo que pudiera cubrirlo de semejante tormenta.

Patrick estaba en el balcón de su penthouse, bastante sumergido en sus pensamientos como para prestar atención a que había dejado la ventana abierta y parte de su estudio ya se había inundado por la lluvia.

Pero eso no le interesaba en lo más absoluto. Su atención estaba en la ciudad. Algo iba bastante mal, y no era el clima. Era algo más.

Aquél día, doce de febrero, las cosas habían cambiado bastante. A primera hora de la mañana se dio el reporte de que el crucero American Sea, de la línea Diamante de cruceros, en Fort Lauderdale, había sido tomado y hundido después de un tiroteo en el aeropuerto. Hubo bastantes heridos en el lugar, y todavía era una noticia de impacto a nivel mundial.

Y eso no era todo. Desde aquella mañana habían reportado varios homicidios a lo largo del país. Gente importante. Gente rica, con posesiones de gran importancia. Uno de sus compañeros del colegio, Gustav Orlom, dueño de una aseguradora, había resultado ser una de las víctimas. Encontrado con una cortada en el cuello, dentro de su mansión, al sur de Colorado.

El mayordomo de Patrick, Phil, le había asegurado que no se preocupara. Había bastantes guardias en las entradas del edifico, así como en cada piso de éste. Quien quiera que fuera el asesino de tantos hombres y mujeres importantes, no se atrevería a entrar ahí. Además... ¿Patrick que tenía que ver? Sus negocios eran honesto, y a lo largo de los años se había rodeado de personas de buena reputación.

Sin embargo, había muchos datos curiosos en aquellos homicidios. Los hombres y mujeres que habían sido asesinados aquél día tenían un alto nivel económico, así como contactos en cada continente del planeta. Lo curioso era que cada uno de ellos estaba a una distancia bastante considerable del otro. ¿Era el mismo asesino? ¿Cómo había logrado trasladarse de un punto a otro del país en tan poco tiempo?

Patrick soltó un bostezo mientras le daba un último trago a su bebida. Sólo tenía treinta y ocho años. Le quedaba toda una vida por delante. No tenía porque preocuparse. ¿O sí?

Al momento de voltearse, se topó con un muchacho que lo esperaba justo en una de las sillas que su padre había comprado en una subasta muy cara, al sur de Inglaterra.

El muchacho iba vestido de un modo bastante urbano. Unos jeans rotos, una camiseta con demasiados agujeros en ella, así como un gorro mojado por la lluvia. Su piel era muy pálida, y tenía bastantes tatuajes sobre los brazos. Se trataba de símbolos que jamás en su vida había visto antes.

—¿Quién eres? —soltó Patrick—. ¿Cómo entraste?

No esperaba a que aquél joven le respondiera. Metió la mano en su bolsillo y sacó una pistola de él. Siempre iba armado, sin importar la hora del día, o el lugar al que fuere. Sin embargo, en cuanto alzó la mano para amenazar a su visitante, una mujer apareció de la nada, y con un zarpazo quebró el arma en varios trozos, como si sus uñas tuvieran propiedades de metal. Un metal muy afilado.

La mujer estaba bastante delgada como para mantenerse de pie sola. Se parecía a su otro visitante. Su piel era gris, y el cabello mojado estaba bastante descuidado.

—¡Quietos!

Se trataba del mayordomo de Patrick, Phil. Una persona bastante mayor, con poco cabello, y un traje negro apareció en el ventanal con una pistola del mismo calibre.

Tinieblas [Pasajeros #3]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora