Capítulo 2: "Adriane, ¿por qué estás triste siempre?"

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Capítulo 2: "Adriane, ¿por qué estás triste siempre?"

Pero bueno, ya fue mucha cháchara. Empecemos en el inicio... Eso suena ridículo ¿Empezar en el inicio? ¿En dónde empezaría? ¿En el fin? Ja, ja, ja. Nah, da igual.

-En serio, sabes que eso me molesta muchísimo. Deja de hacerlo.

Estábamos sentadas en una de las bancas de afuera de la cafetería. Adriane me echaba una de sus famosas miradas fulminantes mientras yo fumaba un cigarro.

Adriane es rara. Siempre va de negro. En cualquier parte que la veas, ¡BOOM! Negro. Un día, cuando estábamos en segundo de primaria y yo no conocía mucho de la vida, le pregunte:

-¿Por qué siempre usas negro, Adriane? ¿Estás triste?

Para entonces ella sabía muy bien cómo rodar sus ojos de color verde-gris.

-¿Quién dice que el negro es un color triste?

-Pues, no sé. Siento que es algo apagado

-Pues bórrate eso de la cabeza, Adissen, el negro es un color alegre y lleno de vida.

Ese día, con mis siete años de vida, me quedé excesivamente confundida. Una vez había visto a mi tía usar el color negro durante dos meses, después del funeral de mi tío, y siempre la veía deprimida y triste. Cuando le pregunté por qué vestía de negro todo el tiempo, me respondió que estaba muy triste y que el color negro lo usan las personas tristes.

Pero Adriane no parecía muy triste que digamos. Siempre ha sido muy bonita, con su cabello negro ondulado y sus ojos verdes-grises. Me he sentido intimidada por ella la mayoría de mi vida. Yo sólo tengo el cabello negro ondulado y los ojos negros. Nada de qué presumir.

Aun así no estaba convencida. Mi vida era normal, no era mala, no tengo problemas familiares, como ya había dicho, bueno, a menos que unos padres divorciados sean considerados un problema familiar. Tampoco tengo novio, no me gusta absolutamente nadie. Pero mi vida tampoco era perfecta, no era rica, no era tan inteligente, y mis padres a veces me castigaban. Era común y corriente.

-Sólo he fumado tres veces en mi vida, Adriane. No es como si lo hiciera a diario. Además, te quejas como si tuvieras el humo en la cara. Estás al otro lado de la mesa...

Eso era verdad. Estaba demasiado lejos como para que la molestara el humo.

-Estás contaminado el aire, ¿lo sabes, no?

-Es sólo una pizca de humo. Hay mucho aire en el planeta.

-A veces eres tan ignorante. Asesina de aire.

Ignoré su último comentario. Ella no era ecologista, en absoluto. Pero con el tema del aire ella se ponía como una madre defendiendo a su bebé.

De la nada, una corriente helada pasó por nuestra mesa.

Oh. Eso sí que era raro. O sea, vivimos en Quintana Roo. SIEMPRE hace calor aquí.

Como un reflejo, en cuanto la brisa de aire llegó a Adriane, ella se levantó bruscamente.

-Debo irme, adiós Adissen.

Se paró y salió corriendo sin otra explicación.

-¡Adriane, espera!

Yo también me había puesto de pie. Obviamente no era la primera vez que Adriane se fugaba de la preparatoria, pero siempre me avisaba antes de que pasara, nunca improvisaba.

Tuve una gran idea: salí corriendo por la misma dirección de Adriane, ¿inteligente, no?

IMDLC

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