La fantasía de Patricia

29.1K 38 15
                                    

Patricia no entendía por qué le pasaba aquello. No sabía cuál fue el detonante de que su vida diera un giro tan brusco. Ella, al principio, lo vio como algo esporádico, algo que con el paso de los días olvidaría, algo que no volvería a ocurrir; pero el problema ya duraba más de un año.

Decidió consultarlo con un especialista. Aquel supuesto profesional la escuchó, la cuestionó y culpó cruelmente, como si ella, en lo más profundo de su ser, no quisiera cambiar lo que sucedía. La vida no le trató bien en todo ese tiempo. Dejó de ir a las sesiones, realmente solo acudió a un par de ellas. Ese medicucho de mierda no la ayudaría a superarlo, puesto que solo consiguió hacerla sentir aún más culpable.

Aquel día Patricia estaba muy nerviosa, llevaba días con la extraña sensación de que algo no marchaba bien, como si algún acontecimiento horrible se avecinara, pero no tenía ni idea de qué podría tratarse. Sus amigas la tachaban de bruja, normalmente ese tipo de sensaciones en la boca del estómago no traían nada bueno.

El día era frío, tenía las manos y los pies congelados. Pensaba de manera infantil que perdería uno de sus dedos si no ponía solución.

Al llegar a casa, decidió soltar las bolsas en la entrada, había estado de tiendas para quitarse de la cabeza lo que siempre la torturaba, pero no funcionó. En cada uno de los probadores en los que entró le imaginaba junto a ella, observándola.

Corrió escaleras arriba y se metió en el baño, tenía que calmar su cuerpo con una buena ducha caliente que la reconfortara. El agua apaciguó un poco sus miedos, destensó los músculos y calmó la irrefrenable sensación de ahogo que padecía.

Una vez envuelta en la toalla, supo que no podría preparar la comida si no descargaba por completo las tensiones y, aunque se había prometido mil veces no volver a hacerlo, se sentó en la tapa del inodoro y preparó todas las cosas que necesitaba para su ritual.

Abrió las piernas, separándolas para contemplar como algunas gotas de agua aún resbalaban entre ellas. Puso sus dedos sobre la rodilla, con delicadeza y cerrando los ojos, empezó a acariciarse los muslos, despacio, en una caricia que le ponía la piel de gallina.

Introdujo la imagen de su inspirador hombre en su mente, imaginándolo frente a ella, tan vividamente que casi podía sentir el roce de sus labios en la piel. Humedeció con saliva sus dedos y comenzó a tocar la parte externa de los labios vaginales, pliegues que se contraían al sentir la caricia de la lengua imaginaria de su amante.

Frotaba con tiento la zona, sabedora de que en breve brotaría de su centro gran cantidad de líquido transparente. Un escalofrío sacudió su columna cuando introdujo dos dedos en su sexo, rotándolos despacio y palpando las paredes internas y rosadas.

Los flashes que destilaba su mente eran tan realistas que podría asegurar que él estaba allí, justo en esa zona moviendo la mano con destreza.

El sonido de los chapoteos que emitía su coño se intensificaba al golpear contra las paredes alicatadas del cuarto de baño. Mientras, ella suspiraba y jadeaba acompañando aquel gorjeo.

Un pequeño hilo baboso se deslizó entre sus glúteos mientras seguía sacando y adentrando con avidez sus dedos en la abertura. El calor entre sus piernas se multiplicó, esparciéndose y conquistando todo su cuerpo.

Su otra mano masajeaba uno de sus pechos, delicadas caricias que tenían nombre propio, el mismo que en su imaginación torturaba su sexo.

Sacó el índice y el corazón para frotar el clítoris hinchado. Contraía sus paredes internas, apretando los glúteos y creando un placer inmenso que le volvía loca.

Dijo en voz alta el nombre de su inspirador protagonista, lo gritó en varias ocasiones, mordiéndose seguidamente el labio como reproche. Imaginó aquellos ojos, de mirada astuta e intensa, asomar entre sus piernas con su lengua, saboreando sus pliegues, sintiendo el roce de sus certeros dedos.

El pequeño montículo bajo sus yemas estaba al rojo vivo, preparado para recibir lo que tanto buscaba. Su rápida mano hizo el resto.

Patricia sintió el orgasmo torturarla, expandiéndose por todo su pequeño cuerpo tembloroso.

Imaginaba enredar sus dedos en el pelo de su masturbadora visión, cómo él sacaba la lengua y daba fuertes lametones por toda su rajita, colando la lengua de vez en cuando para saborearla por dentro. Chapoteando traviesa y bebiendo su néctar hasta dejarla seca.

Volvió a pronunciar su nombre una vez más, esta vez como una súplica, consciente de que jamás podría tenerlo como le imaginaba.

La puerta del baño se abrió en ese instante dejando pasar al novio de Patricia que, tremendamente sorprendido, descubrió a su chica desnuda, con los dedos dentro de su sexo y contemplando la foto de un desconocido sobre el lavabo.   

Recolecta EróticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora