Eres mi descanso

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Todo el día trabajando, y deseoso de llegar a casa para encontrarla y enterrarme en su vida, palmeando los minutos, anhelante de tenerla cerca para succionar su perfume de notas cálidas y excitantes. El cansancio desaparece al tiempo que me arrodillo en el suelo frente a mi esposa, enterrando la cara entre sus pliegues. Despacio, le sugiero ir a la planta de arriba, deshacerse de sus ropas y mostrarme su silueta, mi monumento preferido e idolatrado. Le gusta ponérmelo difícil, que ruegue por ese acercamiento y contacto, pero solo es un juego que lo hace mucho más sano.
Embobado, observo como cae su blusa al suelo. Lentamente se baja las braguitas y sonrojada se introduce entre las sábanas de algodón floreado. Me desvisto en un segundo con una sola mano, mientras con la otra la destapo. Llevo todo el día esperando ver su desnudez y el rubor que desprende cuando la penetro con la mirada lujuriosa que ahora tengo.
Gateo por el colchón, como un felino hacia su presa. Ella se da la vuelta mostrándome la espalda. Una risita pícara se le escapa, mientras mi pene le apunta acusador. Un puntal que pronto sentirá, ya me encargaré de ello sin demora y sigilo.
La rodeo con los brazos y le doy besos por la nuca, encogiendo cada fibra de su ser por las cosquillas inconscientes que le produce mi cálido aliento.
Una de sus piernas se eleva para dejarme el hueco exacto en el que acoplar el miembro venoso que llora. Su pelo se desliza por mi cara y huele a frutas, albaricoque joven. Fricciono entre sus nalgas sin penetrarla, dejando los suspiros de ambos caldear el ambiente y rebotar de las paredes a nuestros oídos excitados, posando las manos en esos pechos duros y abundantes, de pezones oscuros que rodeo con los dedos dando pequeños pellizcos. Muerdo devoto su hombro y entro en su organismo con lentitud, apretando los glúteos para hacer la incursión más profunda.
Levanta una de sus manos y me atrae hacia su boca agarrándome del pelo, tirando con fuerza. El beso es dificultoso por la postura, pero consigo clavar la lengua entre sus dientes y saborear el alimento que desde años me nutre.
Embisto de nuevo y ella culea contra mi sexo. La danza se sincroniza con los tics del reloj de la mesilla, que nos implora más rapidez y descaro. Siento como me lleno y endurezco hasta el extremo, como ella se estrecha y humedece. Llevo ahora mis manos a su vientre y lo palpo con ternura, notando ese ombligo del que también me he enamorado. Me suplica que siga, que no me reprima y cumplo sus órdenes como mandamientos divinos.
Se encoge sobre sí misma dejando el borde de su sexo tocar la base de mi miembro, llegando hasta dentro, al fondo de nuestros sentimientos; hasta que cerrando los ojos al unísono, explotamos en millones de espasmos y jadeos altamente sonorizados.
La colmo y lleno mientras me regala esa sustancia que chorrea entre nuestros cuerpos.
La abrazo aún más fuerte y acaricio sus mejillas borgoña, sus labios hinchados y tersos, perfectos. Todavía sigo dentro, notando su calidez en mi sexo, bebiendo de nuestros cuerpos.
Entonces lo noto. "Está despierto" susurro como secreto cerca de su oreja. "Como para no estarlo" me contesta.
Se da la vuelta y su abultada tripa me saluda, me increpa para que le preste atención, posando mis palmas en ella, y comprobando que efectivamente, ya despertó. Una patada sutil me golpea en el pulgar, una culebrina fugaz se arremolina entre mis dedos.
Mi esposa bosteza, cierra los ojos y canturrea alguna canción de su repertorio habitual, mientras que yo beso su vientre y me despido de los dos seres que gobiernan mi vida. Arropo su cuerpo y con un "Buenas noches", los dejo en brazos de Morfeo.

Recolecta EróticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora