CAPITULO XIX LA MENTIRA

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Sabía que no me iba a ser fácil el tener que mentirle a mi amigos porque no sabía hacerlo.

La Zona me había obligado a decir siempre la verdad porque las mentiras fueron las responsables de que el mundo cayera en desgracia.

Todas las guerras, hambre y destrucción que corrió sobre el planeta donde vivimos fueron iniciadas por el egoísmo que un ser humano creaba al hacer uso de las mentiras en lugar de la honestidad, lo cual en ese entonces me aterraba, por temor a que el mundo volviese a caer, pero ahora las cosas era muy diferentes.

La Zona nunca quiso darme una segunda oportunidad sino deshacerse de mi, al igual que el resto de los exiliados, y ahora que sé la verdad siento que debo rebelarme contra todo eso que me fue enseñado porque así podre ayudar a quienes en verdad estuvieron para mi cuando nadie más lo hizo...

—Vamos Doce — ...mis amigos—. Queremos saber lo que pasó

Aunque tal vez Lex no.

Ella me estaba mirando directamente a los ojos reflejando su clásico enojó hacía mi, y eso lo comprendía.

Era lógico que ella se sintiera desesperada por saber la forma en cómo había logrado regresar, lo cual me dejaba con más problemas.

¡No sabía qué decir!

Ni siquiera tenía idea de cómo había llegado hasta aquí, porque cuando desperté noté que no tenía la manta o el cuchillo que Trent me dio.

—Te estoy esperando.

Imaginar que Lex sería capaz de descubrir mi mentira sin que siquiera la dijera me hacía sentir débil, como sí miedo fuese en realidad un frió que congelara todas las ideas de mi cabeza.

—Esta bien —pero me di cuenta de que la única forma de evitar mirar ese rostro pre juicioso era mirando hacía otro lado—. Bueno esto fue lo que pasó.

Comencé hablando de la parte en la que fui raptado. Debido a que me quedé inconsciente no pude ver lo que hicieron conmigo al momento de raptarme. Solo les dije que en cuanto desperté los miembros ya me habían colocado en una enorme jaula de bambú cubierta de paja.

Mencioné la parte en la que ellos robaron mi cuchillo y también sobre la soga que rodeaba mi cuello, la cual me impedía correr o intentar escapar. Eso sí pude describirlo todo de una manera muy detallada.

—¿Y qué te hicieron ahí? —preguntó Holly.

—Lo que menos te imaginas.

La primer idea que pasó por mi cabeza era el alimento.

Los aborígenes eran hombres primitivos que no pensaban por si mismos.

Actuaban salvajemente ante cualquiera situación, igual que una manada de animales salvajes, lo cual me permitió escudarme de esa idea para crear la mentira perfecta.

—Entonces lo que estás diciendo es que ¿Ellos querían comerte? —pero Lex no parecía estar convencida.

Me miraba frustrada como sí supiese que yo ocultase algo.

—Lo demostraban todo el tiempo. Me miraban como sí yo fuese una especie de alimento y todos los días me daban demasiada comida. Algunos incluso me tocaban los brazos para asegurarse de sí estaba engordando.

—¿Y qué hiciste? Porque por tu aspecto no parece que hubiese subido mucho de peso.

—Usé la paja. Todos los días ellos me daban comida. Diferentes cosas que yo solamente masticaba, para que creyeran la mentira. Luego, cuando me ignoraban, comenzaba a escupirla sobre la paja, para que no engordara mucho.

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