Capítulo 1 - "Ayúdanos..."

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La vida de Brenda Dawson había sido siempre perfecta... tenía diecisiete años y para ella, lo peor que jamás le había ocurrido, había sido romperse una uña de gel en el taller de tecnología del instituto. Pero su vida estaba a punto de cambiar para siempre... 

Todo empezó un soleado día de primavera. Brenda estaba en la cafetería de su instituto, Middleton High, sentada con sus mejores amigas: Haley Andrews, Sandra Michells y Mitchie Baker. Las cuatro se autoconsideraban las chicas más guapas e interesantes de todo el instituto. Y lo cierto era que tenían una larguísima lista de amigos y pretendientes, y que las invitaban a todas las fiestas, aunque ellas eran muy selectivas a la hora de acudir a esos eventos... un paso en falso podía arruinar su reputación, así que no se relacionaban con los compañeros a no ser que fueran tan populares como ellas. Pues bien, aquel día, como de costumbre, las cuatro estaban cotilleando y sobre todo, insultando a los menos agraciados:

- Pero de entre todos los raritos, el más friki sin duda es Darien Wolf...- dijo Haley, dirigiendo la mirada a una mesa apartada, donde un chico de pelo negro y ojos verdes estaba sentado solo, leyendo un manga.- Siempre tiene las narizotas metidas en esos cómics chinos...- decía envalentonada a pesar de su ignorancia.- Y lo peor es que se cree importante.-

- ¡Ya ves!- exclamó Brenda, resoplando.- Me dirás tú qué tiene de interesante leer historias fantásticas sobre dibujitos llamados Nikimoto y esos nombres tan raros... es tremendamente infantil.-

- Menudo rollo... yo lo único que he leído en mi vida ha sido la revista Miss Popular... y mirad lo bien que me va.- dijo Mitchie, señalándose a sí misma, no lo vio, pero una de las chicas más inteligentes de la clase había oído esos comentarios y sintiéndose demasiado rebasada por lo valiente que es la ignorancia, se levantó y se fue a comer a otra mesa.

Las demás corroboraron lo que Mitchie había dicho y de pronto, un chico se acercó a la mesa y se apoyó en los respaldos de sus sillas: era Mathew Bennet, el capitán del equipo de béisbol del instituto. Era, al igual que ellas, uno de los más cotizados del instituto y llevaba ya tres meses saliendo con Brenda. Sus amigas se morían de envidia aunque nunca se lo demostraron. Brenda, al verle sacudió su larga melena rubia y le dio un beso para saludarlo. Él cogió una silla y se sentó con ellas.

- ¿Cómo están las más guapas de todo Middleton High?-

Todas rompieron en risitas de emoción, y Mathew les guiñó un ojo... su mirada azul era un imán para todas las chicas, y él lo sabía.

- Muy bien, cari.- le dijo Brenda.- Estábamos hablando de los frikis...-

- Como siempre - se rio él.- No os culpo, la verdad es que meterse con ellos es algo muy divertido, pero si seguís así, los pringados se creerán importantes...  ¿por qué no habláis de otras cosas como de laca de uñas?- les propuso y ellas le dieron la razón. Otra chica, que oyó ese comentario tan machista, se levantó y se fue también... a pesar de ser los más populares, no se contaban entre los más inteligentes y los que sí lo eran solían sentirse ofendidos ante esas conversaciones.

Aquellos comentarios tan intrascendentes llegaban también a los oídos de Darien, pues no solían medir el volumen de sus voces. El chico sacudía la cabeza con desaprobación y luego volvía la vista hacia su cómic. A veces, Darien pensaba que preferiría mil veces estar rodeado de libros que a estar rodeado de gente. Él siempre era el blanco de las burlas de sus compañeros, pero con el tiempo había aprendido que ignorarles era lo mejor que podía hacer. 

Una chica, que acababa de entrar, se quedó mirando a Darien: se trataba de Rosalynn Collins. Era una chica bajita, de pelo corto, negro y rizado con mechas lilas y gafas a juego. Una bonita sonrisa se dibujó en su rostro y poco a poco, se acercó al muchacho, que estaba demasiado enfrascado en la lectura de su manga, no advirtió su presencia hasta que ella le saludó.

- Hola, Darien... ¿puedo sentarme contigo?-

Él, sin apartar la vista del cómic, asintió y ella muy feliz, dejó su bandeja en la mesa y se sentó en frente de él. Ambos se conocían desde pequeños, ya que eran vecinos, y aunque de niños habían jugado mucho juntos, Darien había acabado por poner distancia, no porque no le cayera bien Rosalynn, sino porque se había dado cuenta de que dolía demasiado el ser traicionado por los amigos... lo sabía por experiencia. Aún así, charlaban de vez en cuando. La chica sabía que el hecho de que él tolerase su presencia no significaba que fuera a darle conversación, así que ella misma empezó a hablar:

- ¡Vaya! ¿Es el último número de Eleven Eyes?- le preguntó.

Él la miró, sorprendido de que conociera ese manga.

- Sí...-

- ¿Y qué tal está?-

- Bestial...- sonrió él levemente.

Hablaron un rato más sobre el cómic, y después sonó la campana que señalaba el final del recreo y la cafetería se fue vaciando

- No lo olvidéis.- les dijo Mathew a las chicas.- Esta noche es la fiesta en mi casa.- luego besó a Brenda en la mejilla y se marchó a clase con sus amigos.

Después de comer, Haley, Mitchie, Sandra y Brenda se fueron de compras, querían encontrar algo especial que ponerse para la fiesta, sobre todo Mitchie, que estaba desesperada por impresionar a un chico del equipo de béisbol. Volvieron pronto y Brenda, como vio que le sobraba tiempo, cogió a Blaky, su bonito caniche blanco y se fue a dar una vuelta con él por la ciudad. No muy lejos de su casa había un bosque, se trataba del último espacio completamente natural de la ciudad y era casi milenario. A pesar de la basura que había arrojada por todas partes, Brenda siempre iba allí cuando necesitaba relajarse. En cierto modo se estaba cansando de su vida... si se paraba a pensarlo, hasta los frikis le daban envidia: ellos podían hacer lo que quisieran, porque no tenían reputación... sin embargo, ella estaba siempre obligada a guardar las apariencias, a fingir que no le gustaba leer a Poe, que su única preocupación era que su bolso combinara con los zapatos... ella no era ella... no podía dejar que todos vieran cómo era en realidad, porque no podría soportar las burlas de todos. En esos pensamientos estaba sumida cuando de repente, atravesando ya el bosque, Blaky comenzó a ladrar a todas partes.

- ¿Qué pasa, chico?- le preguntó ella.

De pronto se levantó un aire horrible, Brenda levantó la vista y vio cómo se agitaban las ramas de los árboles, casi pudo sentir la furia del viento y pensó en dar media vuelta cuando de repente, Blaky, que había agachado el rabo y las orejas, comenzó a ladrar con fuerza otra vez y debatiéndose, logró librarse de la correa y echó a correr por el bosque.

- ¡Eh, espera! ¡Blaky!- ella salió corriendo detrás de su cachorro, pero lo perdió de vista enseguida. Siguió corriendo y llamando a su perro, pero Blaky no aparecía por ningún sitio. No dejó de correr hasta que se dio cuenta de que no sabía donde estaba: se encontraba en un claro y rodeada de muchísimos árboles de finos troncos. El bosque parecía mucho más grande desde dentro, las copas de los árboles apenas si dejaban pasar un par de rayos de luz. Misteriosamente, una serie de arbustos habían ido rodeándola, como si quisieran cercarla. Brenda comenzó a inquietarse, el viento huracanado se levantó de nuevo, y le pareció oír los ladridos de Blaky no muy lejos de allí - ¡Blaky, vuelve!- 

De pronto, como traída por el viento, le pareció oír una voz éterea y dulce, pero cargada del más innombrable de los temores, y que suplicaba "Ayúdanos... Ayúdanos, Brenda" Ella se giró hacia todas partes pero no  vio a nadie... sólo vio un pequeño cerezo en flor, no más alto que ella. Por un momento le pareció que sus flores brillaban con un centelleo mortecino. Entonces lo volvió a oír con más fuerza "Ayúdanos... por favor..." decía la voz, y de alguna forma, Brenda supo que esas palabras cargadas de agonía provenían del pequeño cerezo... y a la vez parecía venir del resto del bosque...

El mensaje del bosqueWhere stories live. Discover now