» Prólogo

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— ¡MIGUEL ESTAS DEMENTE! ¡¿Qué crees qué estas haciendo?! —Grito Rubén una vez ambos se subieron al auto negro. El morocho no respondió, siguió mirando hacia adelante con el volante entre manos, los nudillos volviéndose rápidamente blancos por la presión de necesitar continuar el plan en marcha a pesar de que las cosas se habían jodido hace minutos.

Miguel sabía que seguían a calles de la clínica, y que las sirenas de fondo amenazaban con su sonido la proximidad a la que estaba a punto de enfrentarse, así que se ajusto sus pantalones y encendió el auto.

—Miguel, ¡Responde! ¿Qué vamos a hacer? —Volvió a preguntar Rubén, palideciendo mientras se ajustaba el cinturón y miraba por el retrovisor cuando las luces rojas y azules se posaban delante de aquella clínica de la que ambos procedían.

Y de la que habían cometido un crimen sin desearlo.

Uno con menos intención que el otro.

Miguel no respondió al instante.

—Lo resolveré, sólo vigila que ningún automóvil nos persiga. —Era la misma voz firme de siempre, pero había un timbre nervioso al final de las palabras que Rubén había escuchado pocas veces en él desde que lo conoció.

Desde que lo volvió a encontrar.

La verdad es que Rubén tuvo pocas decisiones durante toda su vida, pero al menos estaba seguro de que esta le podía llevar a un lugar donde tenía una oportunidad de ser feliz.

¿Tu feliz? Ja ja ja

Se retorció en el asiento con tapiz chocolate al sentirse incomodo y extrañado de esa palabra dentro de sus pensamientos. ¿Siquiera merecía algo como esto? Se abrazó a sí mismo de sólo tener miedo de considerarlo un poco y de que por ello, eso pudiese desaparecer.

No la mereces. No mereces ser feliz.

Era tan fácil arrebatar la felicidad para alguien que no la conocía.

Las lágrimas ya habían mojado sus pestañas cuando entre la distorsión de sus pensamientos venenosos escuchó a Miguel hablarle.

—Rubén.—El de ojos pardos elevó la mirada, y ahí estaban los ojos oscuros y profundos, protectores de Miguel mientras las voces que amenazaban su estabilidad se quedaban atrás. —Eso es, Rubén quédate conmigo. Trata de cuidar el retrovisor. Todo va a estar bien.

—Esta bien. —Respondió con voz ronca por el nudo en su garganta. No fue hasta que se forzó a mirar el retrovisor, que notó que inconscientemente había subido las piernas al asiento para abrazarlas y pegarlas contra su pecho.

Necesito de mucho coraje y determinación para bajarlas cuando su cuerpo le pedía a gritos que la mantuviera pegada a su pecho con tal de tener algo con que protegerse. Aún así, el castaño sabía que esa necesidad primaria no podía servirle ahora, era peligroso y llamativo tener a alguien en el asiento de copiloto que parecía tener un ataque de nervios mientras el conductor los sacaba de lo que parecía ser la ciudad que lo había tenido preso 12 años.

Eres un asesino.

Susurró una voz burlesca en su cabeza, y él cerró los ojos de golpe, pasando saliva con fuerza y con las lágrimas derramándose calientes sin poder detenerlas.

¿Cómo es que terminaron aquí?

Sinceramente él no pudo haberlo esperado.

—Rubén.—Llamó la suave voz entre la oscuridad y el castaño la persiguió, cuando la encontró acompañada de una mano cálida del morocho sobre su pierna la visión llena de telarañas pareció menguarse un poco. Miguel conducía y debía mantener la vista al frente, pero pese a ello se forzó a darle una mirada tranquilizadora al castaño, aunque tuviera los labios apretados y una idea muy dolorosa en la cabeza. —Te he prometido desde aquel día que todo iba a estar bien, ¿no es así?

Doblas se forzó a asentir tímidamente, y eso hizo que los ojos de Miguel se llenaran de ternura y humedad.

—Tu mejor que nadie sabe cuanto me cuesta cumplir mis promesas, pero que a pesar de ello las cumplo, no importa que los métodos no siempre fuesen como esperé. Pero necesito que sepas, que todo lo que hice por ti, con tal de mantenerte a salvo, no lo cambiaría aunque tuviera que ir al infierno diez veces. —Rogel se mojó los labios, y cuando temblaron Rubén frunció las cejas preocupado. —Lo único que desearía, es que nunca hubieses sido manchado por esto. 

—Mangel, no... no te sientas mal por eso, yo- yo sé que en el fondo él se lo merecía. —Trató Rubén de aminorar la culpa del otro al notar el tono conflictivo y quizá melancólico del morocho. Había algo en esos ojos oscuros que no le terminaba por transmitir la tranquilidad que deseaba.

Cuando el castaño notó por la ventana que el carro comenzaba a detenerse a un costado, donde el pasto verde era alto y espeso, y a lo lejos divisó un auto azul escondido entre la mata, las señales de alerta eran demasiado rojas para que el castaño no las notara. 

Al voltear el de cabello azabache lo miraba con cientos de emociones contenidas en sus ojos oscuros y cristalinos. Para ese momento la cabeza de Rubén ya estaba negando sin parar. 

— ¡No, no, no! Miguel...

—Shh... —Lo atrajó contra su pecho en medio de hipidos, era el único sonido en kilómetros de carretera. Rogel lo abrazó y sobó su espalda con cuidado sabiendo de las cicatrices debajo de la tela, de las cuales a veces todavía le dolían a Rubén en las noches llenas de pesadillas.

Al menos Miguel sabía que lo había alejado de las manos que las provocaban.

—No lo hagas...

—Esta bien, Rubén. Todo va a estar bien. —La verdad es que tal vez tardaría en estarlo un tiempo. —P-por favor nunca olvides que... —Su voz temblando auguró tantas cosas que el castaño no supo leer entre líneas. Y cuando entendió realmente lo que haría, fue muy tarde para detenerlo. —Que las pesadillas se tienen que olvidar al despertar.

Rubén cayó dormido entre sus brazos.



» Estoy actualizando la historia porque no me gusto como quedó el rumbo hacia el que me dirigía, así que disculpen si empiezan a aparecer las actualizaciones de nuevo continuamente -u- 

» Esta historia contiene temas fuertes de violencia, abuso, drogas y sexo. Favor de abstenerse si eres una persona sensible.

Si aun después de esto quieres leerla, daleh.

Ta▪ 

cha▫ 

chan...

Stockholm Syndrome|| RubelangelWhere stories live. Discover now