─¡Genial! ─respondí entusiasmada mientras se dibujaba una sonrisita en mi cara─. Sin problemas. Bueno... pues hasta luego. ¡Y estudia mucho!

─¡Gracias! Y hasta luego ─se despidió él y cerró delicadamente la puerta.

Al instante, dejé escapar un largo suspiro acompañado de la tensión que me había producido la conversación. Sentí que estaba a punto de derretirme en medio de la calle. Aquel día iba a ser perfecto.

Aunque debería haber vuelto a casa ya que no tenía nada mejor que hacer, preferí dar un rodeo. Caminé ensimismada durante diez minutos hasta que llegué al paseo marítimo. Al llegar, dejé mis brazos reposar sobre la barandilla mientras contemplaba el agua cristalina. Levanté ligeramente mi dedo índice y un hilo de agua se movió al mismo compás. Me detuve de golpe. Ni siquiera había necesitado pensarlo. ¿Significaba que mis poderes eran más fuertes o qué estaba perdiendo el control? Opté por la primera idea y presupuse que tan solo había sido un acto reflejo.

Seguí jugando durante un buen rato, mientras mi mente divagaba en la hermosa realidad en la que vivía. Había logrado dejar atrás el horrible recuerdo de mi pelea con Kevin, pese a que seguía estando presente el odio que había desarrollado hacia él.

Al pensar en la palabra "odio", recordé las conversaciones que había tenido con mi abuela. Por lo que sabía, cualquier tipo de sentimiento negativo que pudiera experimentar, se convertía en una debilidad para mi singular naturaleza. Sin embargo, yo estaba odiando a una persona y mis poderes seguían funcionando bien. ¿Acaso mi abuela mintió al igual que omitió el detalle del brillo en mis ojos? Me convencí de que dudar de Rose era una tontería. Ella era la persona en la que más tenía que confiar.

─Estoy empezando a delirar... ─me dije en voz baja.

Por un casual, desvié la mirada al reloj. Era casi la hora de comer. ¡Había estado casi dos horas allí de pie! Sin dudarlo dos veces, emprendí el camino de regreso a casa.

Tardé menos de lo que imaginaba y eso supuso un pequeño alivio. En cuanto entré, oí a mis padres saludarme y pedirme que fuera al salón, donde estaban los dos sentados en el sofá. Me senté en el sofá que estaba frente con las piernas cruzadas y esperé una pequeña regañina por desparecer toda la mañana.

─Tara ¿podemos hablar un momento? ─preguntó mi madre con sutileza.

─Sí, claro ─respondí tranquilamente─. ¿Ocurre algo?

─Bueno... Tu madre y yo estamos algo... preocupados, por así decir ─dijo mi padre en voz baja.

Aquello no me lo esperaba. ¿De qué hablaban?

─¿Preocupados por qué? ─inquirí extrañada.

─Ayer, después de que te fueras a la cama, Tess nos dijo que quizás sabía que te pasaba ─ respondió mi padre.

Nueva sorpresa. Ignoraba que pintaba Tess en todo aquello. Aunque mi intención era seguir calmada, me mostré muy hostil.

─¿Y por qué ella iba a saberlo?

─Tess nos dijo que ayer por la tarde te habías peleado con Kevin. Y por lo que oyó pensó que podía ser grave y que por eso, ayer no tenías ganas de cenar ¿Qué paso? ─la voz de mi madre parecía estar a punto de quebrarse.

Volvió a asolarme la tristeza que había logrado olvidar. En otra ocasión, antes de que mi vida diera un giro tan grande, habría hablado con ellos y les habría pedido consejo. Ahora ya no podía. Tenía que ocultarles todo lo referente a mi discusión con Kevin porque parte de ese suceso estaba relacionado con mis poderes.

─Nada que deba preocuparos ─respondí despreocupada─. Pero... Tess ni siquiera estaba cuando vino Kevin ─murmuré al recordar ese detalle─. Así que no sé qué os ha podido decir.

Los dos intercambiaron una mirada que traduje como que no se lo tragaban. Suspiré. No sabía ni que decirles sin mentirles. Estaba en un pequeño aprieto, además de un poco molesta con Tess por haberle dicho eso a nuestros padres. Pero ¿cómo podía saberlo? Ella no estaba en casa en ese momento ¿O quizás sí?

─Tara sabes de sobra que si te pasa algo puedes confiar en nosotros ─insistió mi madre.

─Y yo insisto cuando digo que no es nada importante ─añadí enfadada.

─Cuidado con eso tono ─me advirtió mi padre. Pero lo ignoré.

─Oye, lo digo en serio, no fue para tanto y ni siquiera sé por qué hacéis caso a Tess, ella no estaba, se había ido.

─No lo creo ─replicó mi padre─. Tu hermana estaba en casa, castigada por olvidarse de pasar la revisión del coche y obligarme a llevarlo a mí. Simplemente tenía que quedarse en casa. Y por una vez en su vida, se lo tomó bien.

─¿Qué? Pero ella me dijo que se iba y no estaba en casa, lo recuero bien.

─Tu hermana puede ser muchas cosas, pero no es una mentirosa y menos cuando se trata de un problema tuyo. Y sí que estaba en casa porque le habíamos quitado las llaves ─contestó mi madre. Además me percaté de que se estaba empezando a enfadar.

"Pe-pero... yo la vi coger sus llaves... ¿Qué demonios está pasando?"

Entre mis dudas y el miedo, estallé por segunda vez en menos de dos días.

─¡De todas formas no os importa nada de esto, no es asunto vuestro! ¡Y Tess es una mentirosa!

Me marché enfadada y a punto de llorar. Oía a mi padre decirme que estaba castigada hasta que se me bajaran los humos. Pero me daba igual. ¿Por qué mis padres tenían que meterse donde no les llaman? ¡Joder lo hacía por su bien! ¿Por qué diantres tenían que preocuparse por una tontería como esa?

Subí las escaleras rápidamente, casi aporreando el suelo. Entré en mi cuarto y cerré la puerta produciendo un escandaloso sonido. Me dejé caer en la cama, triste. Me daba igual que me castigaran, podía salir por la ventana como si nada. Lo que me importaba era el hecho de que Tess mentía. A mis padres o a mí, incluso a ambos. La vi irse de casa y no la oí volver, por lo que creí que había regresado durante el período de tiempo que estaba volando sobre el mar para despejarme.

¿A quién estaba mintiendo? Si había engañado a mis padres, ¿cómo estaba al corriente de mi discusión?

No obstante, mis problemas estaban lejos de terminar.

La Hechicera ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora