Capítulo 5

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"Llevo mucho tiempo esperando que llegara este día. Nada ni nadie me va a estropear mi noche con la persona que más quiero. Estoy convencida de ello."

Al fin había llegado la noche: la del baile de fin de curso.

Pasé toda la tarde arreglándome para estar perfecta y aun así sentía que faltaba algo. Me había duchado, lavado el pelo, maquillado... todo ello, a conciencia y con esmero. No obstante, la sensación de insatisfacción seguía ahí. Me volví hacia el escritorio y contemplé mi colgante. Me lo había quitado para ducharme y lo había dejado ahí.

"¿Es esto lo qué falla en mí?"

La respuesta era sí. En cuanto lo volvía colocar sobre mi cuello, noté el torrente de energía que emanaba y me daba fuerzas. Era cierto que me había prometido no quitármelo por ninguna razón, pero me parecía un poco excesivo tener que llevarlo al baile donde, casi con toda certeza, sabía que nada podía ir mal. Lo que ignoraba era que el colgante reclamaría su posición en mi cuello, haciéndome notar su ausencia de esa forma. Logrando que me sintiera débil. Dejé de dar vueltas a mis aciertos y errores en lo que correspondía a "mi otra vida" para concentrar todas mis nuevas energías en lo que importaba esa noche.

Me miré al espejo por enésima vez y, al fin, me sentía a gusto conmigo misma. No era precisamente alguien que destacara por ser guapa. No era ni muy alta ni muy baja, tampoco estaba muy gorda ni muy delgada. Era mona y pelirroja. Nada más.

"Y aun así has terminado consiguiendo lo que te proponías... llamar la atención de Michael."

Sonreí para mí misma durante unos segundos. Hoy iba a ser mi noche.

Cogí el bolsito que había dejado sobre la cama, me despedí de Azabache y salí de mi habitación. Justo en ese momento sonó mi móvil. Había recibido un mensaje.

"Tara tengo una extraña corazonada y un mal presentimiento. No sé porque pero así es. Algo se acerca y no es bueno. Llévate al baile tu traje de silbaliana. Solo por precaución.

Rose

P.D: Ni te plantees llevarme la contraria y no seas cabezota."

Ni siquiera sabía que mi abuela supiera manejar un móvil. El mensaje parecía importante y, aunque vacilé un poco antes de decidirme, elegí seguir su corazonada. Al fin y al cabo, aquel mensaje casi era un orden.

Regresé a mi cuarto y busque la mochila de los libros. La vacíe (ignoraba porque aún tenía los libros ahí metidos) y fui al armario a por el traje. Obviamente no todo estaba a simple vista. La capa la había escondido detrás de una tabla que estaba suelta del armario. Después, metí todo cuidadosamente en la mochila. También saque las cosas del bolsito. No me haría falta si iba a llevar la mochila. La cerré y me la eché a un hombro.

Volví a salir de mi cuarto, esta vez definitivamente, y justo en el momento en el que cerré la puerta de mi habitación, sonó el timbre. Era Michael. Lo sabía. Bajé lo más rápido que pude, procurando no caerme con los tacones. Estaba tan emocionada que quería ser yo la que abriera la puerta. La verdad es que no tenía motivos para bajar con esas prisas; mis padres no estaban en casa y Tess debía seguir en el baño. Pero sí estaba de los nervios y eso, era algo incontrolable.

Llegue abajo y me planté delante de la puerta. Respiré hondo, abrí la puerta con las manos muy temblorosas y allí estaba él. Con una camisa blanca, una chaqueta negra de traje a juego con los pantalones y unos zapatos que me parecían de lo más refinados. Llevaba su pelo castaño muy bien peinado y desprendía un aroma a colonia cara de lo más embriagador. Tan trajeado, sus ojos azules resaltaban muchísimo. Cada vez estaba más enamorada, sin duda.

La Hechicera ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora