Capítulo 34

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Geraldine se dejó caer en la silla luego de llegar apresurada al comedor sabiendo que estaba llegando tarde. Todos ya estaban presentes, incluido Max, que era un invitado asiduo esos días, lo que era genial, porque desde hacía ya dos meses que la situación era demasiado tensa, demasiado triste para toda la familia.

Su madre se había obsesionado con hacer algo para ayudar a Robert y prácticamente los obligaba a permanecer juntos la mayor parte del tiempo. Todos tenían que estar presentes a la hora del almuerzo y de la cena, al parecer era parte de una de las terapias sobre las que había leído en esos libros de autoayuda que devoraba.

Pero nada funcionaba. Robert ni siquiera se esforzaba por estar bien, era como si ya no le encontrase motivo a la vida, lo que desesperaba a todos, pero en especial a Brianna que no cesaba en sus esfuerzos por ayudarlos a pesar de estar tan triste como el resto.

—Llegas tarde, de nuevo —señaló Charlotte mirándola de soslayo.

—Me quedé dormida —compuso encogiéndose de hombros y sonriéndole a Maximillian en busca de un cambio de conversación. No estaba de humor para los reclamos de su hermana—. ¿Cómo estás, Max? Oí que estás a punto de regresar a trabajar, ¿eso significa que ya estás recuperado?

—No, no lo está —respondió Charlotte en su lugar.

—Trabajos pasivos —dijo Max sonriendo por la contestación de su novia—. No es a lo que estoy acostumbrado, pero al menos seré de ayuda desde alguna parte.

—¿Eso quiere decir que todavía no volverás a ser el guardaespaldas de Charlotte? —Inquirió Caroline levantando la vista de su teléfono—. Pobre John.

Max se rió, pero fue el Rey quien contestó. —Ni siquiera cuando Max esté lo suficientemente recuperado volverá a ser el guardaespaldas de Charlotte por obvias razones. Y hasta estoy evaluando si dejarlo volver como guardaespaldas de cualquiera de ustedes, si su popularidad sigue en aumento será él quien los necesite.

—Y estoy de acuerdo —compuso Char con una mueca—. Aunque al menos, papá, ya que ni Nash ni yo nos toleramos podrías permitir que lo cambiaran de puesto.

Geraldine se guardó una sonrisa y se abstuvo de hacer comentarios sabiendo que no serían para nada bienvenidos. Char nunca se había llevado bien con sus guardaespaldas, ni siquiera de niña, pero nunca se había quejado tanto de alguno como de John Nash. Y Max... Max había sido la excepción que confirma la regla. Tal vez por el tiempo en el que había llegado, tal vez por su juventud, o quizás solo porque era su destino.

Miró a quien ya creía su cuñado y vio cómo le tomaba una mano por encima de la mesa para tranquilizarla y pedirle que no comenzara esa discusión una vez más.

Le encantaba ver que Charlie había conseguido al fin alguien que la comprendiera, pero le daba envidia porque ella que no dejaba de buscarlo, seguía tan o más sola que antes. Desde el funeral de Nina solo había hablado con Charles unas pocas veces y mandando algún que otro mensaje.

Y ella sabía cuál era la razón, estaba segura de estar en lo cierto aunque todos los demás se lo negaran.

La culpaba de la muerte de Nina. La odiaba, pero no era tan cruel como para decírselo en la cara, así que se había alejado sutilmente pretendiendo tener demasiadas cosas de las que ocuparse como para dedicarle un minuto de su tiempo.

No podía ser de otra manera puesto que la noche anterior a la tragedia habían terminado por resolver todos los problemas que los separaban, y pactado empezar de nuevo con la premisa de un desarrollo más feliz y exitoso que la última vez que lo habían intentado.

Cocktail Real, entre besos y mentiras #Descontrol en la realeza 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora