El taller de alfarería

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Así que me coloco el pañuelo en la cabeza. Debo verme ridículo, y lo compruebo cuando todos comienzan a reír.

—Tontos —mascullo en lo bajo mientras trato de aparentar que soy un experto en estas cosas.

Pero debo seguir adelante, por lo que enciendo el torno, y la especie de plancha comienza a girar a una velocidad considerable. Bien, parece que este es el momento en el que debo de colocar el barro. Entonces coloco las manos entre la mezcla café, pero... esto no es tan sencillo como parece. Todo se me desmorona unas siete veces.

Bien, creo que es hora de pasar al plan B. Por lo que me pongo de pie y camino hasta el escritorio del maestro. Espero que esto sí funcione.

—¿Ocurre algo Dante? —cuestiona Simmons mientras toma un poco de su café.

—La verdad es que sí —me sincero con el maestro. Aunque parece no preocuparle mucho mi situación, pues se come ese pastelito con mucho encanto.

—Dime Dante.

—Lo cierto es que no tengo idea de lo que hago maestro. —Simmons me mira fijamente y parpadea un par de veces. Parece no comprender lo que le digo. Y pasados unos cuantos segundos logra entender mis palabras.

—Es cierto, eres el nuevo. Necesitas ayuda urgente —comenta el maestro animado. Pero una voz femenina y tierna lo interrumpe.

—Lamento tanto la demora profesor —se excusa la persona en la puerta—. ¿Aún puedo pasar?

—Señorita Harrison, pero que no vuelva a suceder —dice Simmons con un tono relajado. En serio que es todo un personaje este maestro—. Pase a su lugar señorita Harrison —anuncia con autoridad.

Pero elevo la mirada y me topo con unos ojos marrón-verdoso y un cabello rubio. Me quedo un poco petrificado al darme cuenta que es Dakota, la chica que tiene planeado hacer algo al final del mes.

—¿Qué me estabas diciendo Dante? —vuelve a inquirir el maestro despertándome de mis pensamientos. Así que le respondo.

—Que necesito ayuda para hacer los utensilios que pidió. —De repente el maestro se levanta alarmado de su lugar.

—Dakota te ayudará, es la mejor de la clase. Caso cerrado, ahora voy al baño, porque ese pastelito no me ha caído muy bien. —Entonces miro a Dakota con el ceño fruncido. Aunque ella también tiene esa expresión en el rostro.

—¿Qué hace alguien como tú en este lugar? —cuestiona con un tono de voz hostil. Sin embargo, de lo único que me puedo percatar mientras hablamos es que es la primera vez que lo hacemos desde que llegué aquí hace un año y medio.

—Castigo —sentencio mientras la miro fijamente y sin dejar de hacerlo. No quiero que piense que me intimida con ese ceño fruncido.

—Claro, castigo. ¿Qué más podía ser? —murmura en voz baja con un tono lleno de sarcasmo mientras camina hasta su banca. No es que me guste para nada esta situación, al contrario, se encuentra muy lejos de lo que en serio me gustaría, pero, ya no hay marcha atrás.

Así que ambos nos sentamos juntos. Y ella de su mochila saca un pañuelo color lila que se coloca en el cabello. Claro está que a ella le queda mucho mejor ese tono que a mí el que llevo en mi cabeza. Incluso me voy a atrever a decir que se ve linda.

—Creo que el amarillo no es tu color Dante —comenta con una media sonrisa en el rostro. Pero no me causa nada de gracia su comentario—. Quizás el gris te vaya mejor —a lo que ella saca un pañuelo del color mencionado y me lo extiende.

Sin embargo nada sale de mis labios, al contrario, el comportamiento hostil aún se puede sentir en el ambiente. Aunque rendido tomo el pañuelo y nuestros dedos se rozan, provocando una incomodidad de parte de ambos.

—Mañana te lo devolveré —le comento mientras acaricio el pañuelo que es bastante suave. De hecho me atreveré a decir que es muy costoso, pues la tela es muy fina y se siente de muy buena calidad. ¿Por qué ella tendría esto?

—Puedes usarlo, tengo muchos en mi casa —contesta ella sin mirarme a los ojos. No hago nada más que asentir en silencio y ponerme el pañuelo gris que huele a fresas.

Entonces Dakota hace lo primero en la lista. Ella enciende el torno frente a nuestros ojos y me da un poco del barro que yace a nuestro lado. Pero por su torpeza el barro se cae en mi playera favorita.

—¿Qué haces? —anuncio escandalizado mientras pongo una cara llena de asco. Esto era lo que más temía, que mi ropa se llenara de esta horrible consistencia.

—Lo siento Dante —comenta ella apenada mientras se torna de un color rojo.

—Pues tus disculpas no van a arreglar el desastre que has hecho. Eres una torpe. —Ella abre los ojos sorprendida y molesta al escuchar lo último salir de mis labios.

—Creí que Dante Collins nunca se equivocaba. Tan sólo trataba de ayudarte —se defiende molesta. Patrañas.

—Y lo ibas a lograr llenándome de barro. Eres toda una genia HL. —Ella comienza a respirar pesadamente y veo como se pone roja de nuevo, pero esta vez por la furia que la recorre. Sin embargo cuando está a punto de responder, el maestro Simmons hace su aparición en el salón.

—La clase terminó, nos vemos mañana... si es que ese bebé me deja hacerlo —comenta el maestro con una cara cansada. Por lo que con la furia recorriendo mi cuerpo, tomo mis cosas y me voy como una bala del lugar.

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Nota de la autora:

Parece que los problemas entre Dakota y Dante nunca van a terminar. Vaya que ellos ya se traen algo en contra, ¿qué creen que vaya a salir de esta relación extraña? Al menos yo espero que no se saquen los ojos. Ambos son muy tercos y no se dan por vencidos tan rápido.

Canción: She's always a woman– Billy Joel

En serio espero que la historia les siga gustando, porque yo amo que ya se encuentren hasta esta parte de la misma. Los amo con mi corazón. Pero ya no los distraigo, sigan leyendo.

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