P R Ó L O G O

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Presente:

— Sé como te sientes, hijo. Pero debes comprender que no se quedará allí para siempre.—murmuró el hombre  de bata negra sentado a un lado  suyo  en la misma banqueta.— El  vacío es pasajero... Y sea quien sea la persona que acabas de  perder, lograrás superar su ausencia en tu vida  de ahora en adelante, convertirla en un maravilloso  recuerdo.

—¿Realmente cree que  puede entenderlo?— respondió con recelo el castaño, no molestandose en suavizar su aspereza.— ¿Alguna vez ha estado enamorado, padre?— preguntó de repente mordaz y mirada cínica.—  Porque habla del amor que uno siente hacia otra persona, el sentimiento que provoca que nos sintamos en desventaja ante alguien más.— refutó el castaño con sequedad alzando  un poco la voz, ignorando  deliberadamente que se encontraba en medio de una iglesia y en frente de un servidor de Dios.— Cuando estamos verdaderamente enamorados ni siquiera nos detenemos a pensar en el dolor que tarde o temprano nos pueden causar...— añadió frustrado pasándose la manos por el rostro abatido, mostrándose derrotado.

—Entiendo, tienes miedo de olvidarla, pero el miedo no detiene a la muerte sino a la vida. Y si no estás dispuesto a aceptar que ella se fue, me temó que nunca podrás avanzar.— le respondió con calma el cura sin inmutarse. No era el primero que lo cuestionaba ni sería el último.

— Dígame, también  tiene la  respuesta del ¿Por qué Dios nos arrebata a las personas que más amamos?— replicó  entre dientes, siguiendo con su ronda de señalamientos, ajeno por completo a la lógica, dejándose  llevar por la incomprensión que sentía.

—Quizas ella ya había  cumplido  con su propósito  en esta tierra... — no pudo seguir escuchando ni un minutos más al religioso. Ya había tenido suficiente, se dijo poniendose de pie. Estaba cansado de escuchar cosas similares, su familia y amigos parecían haberse puesto de acuerdo  para  repetirle lo mismo; que Sam  estaría  en un mejor lugar allá  arriba. Cuando   lo único  que ella  necesitaba era volver a estar junto a él.

Convencido de que tenía  que marcharse, interrumpió al hombre que comenzaba a recitarle todo un pasaje bíblico del nuevo testamento. Sin embargo, cediendo a su furia, antes de dar un paso hacia adelante se volteó en su dirección  dispuesto a hacerle saber lo que pensaba.

—Si Dios nos ama tanto como dice,  querría  vernos felices...no de esta forma, destrozados.— sentenció no dándole  tiempo para argumentar en su contra, y hallándose a si mismo sin arrepentimientos se encaminó a la gran puerta de roble, dispuesto a  salir de ese lugar.

Seguro de que no volvería  a pisar una iglesia otra vez.

Puntadas AbiertasWhere stories live. Discover now