–Vale, ya es suficiente –suspiro hondo y cojo sus llaves de la encimera. Las tiro a una bolsa de la basura, que está llena de cosas cada cual más asquerosa.

–¡¿Pero a ti que coño te pasa?! –me grita enfadado. «Vaya, parece que a él tampoco le gusta que le toqueteen sus cosas»

–Ésta es mi casa ahora, y no te quiero ver aquí por muy amigo que seas de Violet. No vas a quitarme mi intimidad –me giro hacia mi habitación para ir a prepararme, se me ha pasado hasta él hambre.

Llego a mi cuarto y lo primero que hago es coger mis cosas y dirigirme al baño para darme una buena ducha, necesito quitarme este olor a mofeta muerta que llevo encima. Me doy una ducha rápida porque no quiero que el energúmeno se quede solo fuera, a saber que estará tocando o revisando.

Me pongo la ropa interior y un vestido de color rosa palo bastante simple pero algo elegante. Salgo hacia mi habitación y al abrir la puerta me encuentro al idiota en mi cama.

–Eres consciente de que puedo conseguir una copia tan rápido como lo hice antes, ¿verdad? –dice de lo más tranquilo y con una sonrisa pícara.

–¿Y tú eres consiente de que no me importa? –le digo cortándole el royo.

Por la cara que pone me doy cuenta de que mi respuesta le ha pillado por sorpresa.

–¿Ves por qué no me caes bien? –replica con el ceño fruncido.

–¡Qué pena!, esta noche no podré conciliar el sueño –le suelto de forma irónica.

Aprieta la mandíbula y su enfado me hace sentir victoriosa, Avy 1 – Jace 100, qué bien sientan las pequeñas victorias.

Le ignoro mientras escucho como maldice por lo bajo y voy en busca del peine, me siento en el pequeño escritorio y me cepillo el pelo. Acto seguido me echo un poco de rímel y pintalabios, no me gusta eso de ir pintada como una puerta. Busco los zapatos y mientras me los pongo veo de reojo como saca el móvil y no para de teclear.

Me pongo los pendientes y el collar cuando por fin el neandertal abre la boca y suelta una de sus estupideces.

–Ahora es cuando pretendes empezar a arreglarte, ¿verdad?. No pensarás salir así, ¿no? –me mira de arriba abajo.

–¿Se puede saber qué te ocurre con mi forma de vestir? Por lo menos yo no voy todos los días como si me hubieran invitado a un funeral –respondo ofendida.

–Vale, hasta aquí. Con mi ropa si que no –se levanta de la cama rápidamente, se acerca y me coge como un saco de patatas.

–¡¿Pero qué cojones haces?! ¡Bájame ahora mismo Jace! –grito enfurecida mientras le pego en la espalda con los puños cerrados.

–Eso pretendo. Dame un minuto y te soltaré.

–De un minuto nada, ¡ahora mismo! –pataleo pero me agarra más fuerte.

Abre la puerta del baño y enciende la ducha mientras se ríe.

–No, no, no, no, ni se te ocurra –le digo cuando me doy cuenta de lo que pretende hacer.

–Sí, sí, sí, sí, así aprenderás a no meterte con mi ropa.

–Pareces una chica, joder. Suéltame, lo siento, ¿vale? –las palabras salen de mi boca sin pensarlas.

Diario de una patética.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora