Capítulo 2

24 2 1
                                    

"Si me hubiera quedado al lado de Eric no estaría en esta situación. No sé qué haré, no sé qué quieren de mí. Les dije que mis papas pagarán por mi rescate pero ellos dicen que no hacen esto por dinero. Yo les pregunté qué quieren de mí, pero ellos me amordazaron de vuelta. No sé donde estoy, porque en el baño, al secuestrarme, me taparon la cabeza con un saco negro. Sé que me sacaron por la ventana del baño porque me golpeé la cabeza al pasar. Escuché que me subieron a un auto y avanzamos por mucho tiempo, más de 3 horas. Al llegar me amarraron a una silla y me sacaron el saco de la cabeza. Tardé a acostumbrarme a la luz y al ver correctamente, vi que estaba en un sótano, donde en las paredes había manchas de sangre. Me estremecí. Les imploré piedad, les ofrecí dinero pero ellos me amordazaron y abandonaron la sala dejándome atada a la silla.

Volvieron después de 20 minutos, me soltaron y yo me saque la mordaza. Grité como nunca pero ellos me dieron una bofetada en la cara y me desplomé en el piso.

-No vuelvas a gritar- dijo uno de los hombres misteriosos.

Asentí con la cabeza y pregunté:

-¿Qué quieren de mí?

-Acompáñanos- dijeron con tono amenazador.

No pregunté nada más y los seguí. Me llevaron por un pasillo a oscuras hasta una puerta de roble. Ingresamos, y sentada en un sillón se encontraba una mujer de piel mestiza y cabello castaño con algunas canas. Vestía una camisa blanco crema con volados, una pollera de cuero negro ajustado y unas sandalias con un poco de taco.

-¡Bien, déjennos solas!- anunció la mujer y los hombres de inmediato se retiraron de la sala.

-Ven Mary, siéntate por favor querida.

Me senté con desconfianza en el otro sillón. La habitación era un living alfombrado de color negro, con sillones escarlata y un escritorio del mismo material que la puerta. Había cuadros de distintos hombres y mujeres de distintas épocas, según podía deducir por su vestimenta. Me llamó la atención un cuadro que era de la misma mujer que tenía enfrente mío.

-Espero que no te hayan hecho mucho daño.

Al principio no quise responder, pero al recordar a Rosie y su rebeldía y confianza me armé de valor y dije:

-Nada que no pueda superar. Ahora ¿me podés decir qué querés de mí?

-Todo a su debido tiempo, querida ¿quieres tomar o comer algo?

Al ver mi cara de desconfianza me dijo:

-Si te hubiese querido matar, lo habría hecho ya con un simple veneno.

-Considerándolo mejor, le pido un poco de agua y pan.

-Por supuesto. -dijo- También podrás bañarte y si te comportas, te daré unas bermudas o algo. No tratarás de escapar ni de gritar ¿entendido?

Asentí, pero la mujer volvió a hablar:

-Entrégame tu celular.

Se lo entregué sin resistencia, sabía que pelear no me serviría de nada. Llamó a una mucama para que me dé lo que pedí. Comí y bebí con vigor, pues estaba muerta de hambre. Luego me dirigieron al baño, me bañé y me cambié con las ropas que me dejaron. Eran unos jeans, una camisa escarlata y unas botas camel, todo a mi medida. Me llevaron a un cuarto con una cama individual, una ventana con rejas oxidadas y un armario con ropas hermosas que alcanzaban para años y al fijarme comprobé que todo era de mi talle. Me espanté pero eso no me impidió caer rendida en la cama. Fue mucho para mi. No se que me pasará, pero no me voy a dejar dominar por ellos. Mientras pensaba en esto, me quedé profundamente dormida.¨

Paré de leer y marqué por donde quedé con un señalador. Empecé a llorar, pobre mi amiga. No sabía si seguía viva o estaba muerta en esos momentos. Me prometí encontrarla o por lo menos saber que le había pasado, aunque fuera lo último que hiciera.

Era de noche y llovía a cantaros. Cerré la biblioteca y me fui a mi casa. Al llegar me di cuenta que la puerta estaba abierta. Agarré el gas pimienta que siempre llevo en mi bolso y entré. Estaban todos mis muebles volcados. Me fijé si me habían robado algo pero al parecer no, podía ser que vinieron por el diario. Tal vez fue esa mujer. Supe que no quería que me entrometiera. Me dio un poco de escalofríos saber que me estuvo observando, seguro sabiendo que estaba leyendo la prueba de los hechos.

Armé una valija con las pertenencias necesarias, incluido el diario escarlata, y me dirigí a un motel. No podría volver a mi trabajo. Allí sería el siguiente lugar donde me buscarían. Tuve que esconderme, estar en movimiento constante. -Mañana iré al aeropuerto para que pierdan mi rastro- pensé. Sabía las consecuencias, pero si quería salvar a mi amiga debía hacer sacrificios.

Entré al motel, me registré con un nombre falso, fui al cuarto asignado y trabé la puerta. Ni siquiera desempaqué y me tiré directo en la cama. Tardé en dormirme pero por fin lo logré y caí en un profundo sueño y tuve una pesadilla sobre mi amiga. Soñé que la tenían encerrada, no la dejaban ir y la torturaban. Me desperté de repente, toda sudada, eran las 6 AM. Me bañé y al terminar de cambierme me fui al banco. Retiré todos mis ahorros en efectivo y eliminé todas mis tarjetas. Tiré mi teléfono móvil y me compré uno descartable, el cual no puede ser rastreado. Fui al aeropuerto, compré un boleto dirigido a Boston para que no me pudieran rastrear, ingresé al avión y despegó 10 minutos después de que me senté. Ni siquiera miré el paisaje, todo lo que me interesaba era salir de todo ese embrollo.

El Diario EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora