Como cenizas al viento

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Abre los ojos, pesadamente, intentando permanecer unos segundos más en la inconsciencia, a pesar de que los rayos del sol queman su rostro, recordándole que amaneció, que un nuevo día despunta lleno de sueños rotos y olvidados, un nuevo día sola en su lecho, con un vacío imposible de llenar, con el alma congelada en un pasado inolvidable, un pasado al que solo puede acceder en sueños, aunque sean pesadillas.

Cierra los ojos intentando organizar las imágenes que desfilan por su mente, Jenn robándole un beso, sus ojos grises brillando de inocencia y ternura, Jenn... se había marchado y no iba a volver, se fue para siempre llevándose junto a su eterna sonrisa, el corazón de aquella a quien dejó atrás.

Mas la noche anterior sus sueños se tiñeron de algo nuevo, la noche anterior su subconsciente fue invadido por la intensidad de unos ojos verdeazulados que le suplicaban ayuda, una niña desaparecida, una niña olvidada por todos, una niña a quien debía encontrar.

Se levantó pesadamente, sin ganas, sin fuerzas, motivada por la sola idea de que tenía un caso que resolver, sin saber qué excusa pondría en la central para ir indagando sobre Emma Swan, en realidad poco le importaba. Lo único que quería era apagar el grito ahogado de su alma que la empujaba a terminar con todo y reunirse con Jenn, no sabía cuánto tiempo iba a soportar amanecer sin sus ojos grises amándola.

Una ducha siempre es buena para aclarar un poco las ideas, las imágenes de tu mente, más para Regina era una lluvia de recuerdos que la anclaban a un pasado idílico y le recordaban un presente semejante a una tumba, a una cárcel en la que se asfixiaba. Se vistió, elegante y femenina, como siempre solía hacer, con el maquillaje impecable y la sonrisa forzada solo sus ojos revelaban que estaba muerta por dentro, que murió el día que su esposa había exhalado su último aliento.

Llegó a la oficina central y todo el mundo se la quedó mirando, los rumores como pólvora se extienden y basta una pequeña mecha encendida para provocar una explosión. El comportamiento de Regina los últimos años había suscitado toda clase de habladurías mas hasta el momento en el que descargó su arma contra un testigo valioso no explotó la situación. Ahora todos la miraban con temor, como si estuviesen ante una mujer desequilibrada, enferma, una mujer peligrosa y en cierto modo no estaban muy equivocados. El dolor la había convertido en una bomba de relojería y nadie quería estar cerca para presenciar el estallido de ira de la joven morena.

Sin reparar en nadie en especial, sin saludar a nadie, con la mirada altiva y el rostro desafiante, con paso decidido y el archivo de Emma Swan bajo su brazo, dándole una fuerza especial, animándola a seguir adelante con su proyecto, como si ese pequeño archivo supiera que su destino se estaba forjando, que su vida iba a cambiar de la noche a la mañana, que su infierno interior quedaría relegado a un segundo plano. Como si su corazón supiera antes que ella, que no fue coincidencia haberse encontrado con esos ojos aguamarina en sueños, sus pasos la llevaban al despacho del director, el mismo que la había reprendido duramente y le había encargado revisar los casos abiertos, al mismo a quien iba a solicitar permiso para seguir con esa investigación olvidada y relegada a una estantería en un sótano infecto.

Se anunció y entró al despacho sin esperar respuesta, clavando su oscura mirada en los cansados ojos de su jefe, un hombre que había visto demasiado y que le tenía estima, a pesar de todas las locuras que la morena había cometido seguía siendo la mejor de sus agente y su intuición nunca había fallado.

-Dime Regina ¿Qué puedo hacer por ti?

La joven agente tiró sobre la mesa la carpeta con los archivos del caso, abriéndolo y mostrando la fotografía que tanto la había perturbado la noche anterior.

Caso abiertoWhere stories live. Discover now