O N C E

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El dolor punzante en la parte baja de mi abdomen me alerta; busco con manos temblorosas el botón para llamar a la enfermera pues estoy sola y me siento débil

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El dolor punzante en la parte baja de mi abdomen me alerta; busco con manos temblorosas el botón para llamar a la enfermera pues estoy sola y me siento débil. Cuarenta y tres segundos después llega una enfermera mayor que con solo verme oprime otro botón llamando así al doctor que llega casi corriendo.

—Revísale la presión arterial —ordena.

Siento cómo gotas de sudor frío bajan por mi frente y se pierden en mi nuca; agarro la varilla de la cama para centrar en algo más todo. El doctor levanta mi bata y da unos toscos masajes en la parte baja de mi abdomen haciéndome jadear por el dolor, quisiera gritarle que tenga cuidado, pero no hallo mi voz en la garganta.

Oigo el rechinar de unas llantas en el suelo de cerámica acercándose: es un equipo que trae otra enfermera. Al llegar, me colocan un cinturón en el abdomen con un monitor cuadrado en él; en el aparato salen unas palpitaciones pero no estoy segura de si son mías o de mi bebé. Trato de hacer algún sonido, mas todo lo que obtengo es un gruñido casi ajeno a mí.

El frío de un gel que me aplican en el abdomen me provoca un escalofrío, lo esparcen con un tubo gris conectado a otra pantalla; la imagen a blanco y negro comienza a verse y trato con todas mis fuerzas de levantar la cabeza para ver a mi bebé.

Es impresionante lo que veo; es un bebecito completo, veo la forma enorme de su cabeza enrollada en su cuerpo, parece un frijolito. Una lágrima se resbala de mi mejilla mitad de amor por ese bebé, mitad dolor por todo lo que está pasando. Es entonces cuando la voz del doctor suena grave y retumba en mis oídos.

—No hay latido cardíaco.

Puedo sentir como mi alma se parte en dos y empiezo a ponerme histérica. No puede ser.

—¿Qué...? —chillo. El doctor sigue deslizando el transductor con gesto duro.

—No hay latido cardíaco —repite.

—No... No es posible, ¡No! —balbuceo— Está bien, no es posible que lo pierda... No... doctor, por favor...

—Lo lamento, Catalina —dice y retira el aparato. Intento sentarme pero no lo consigo.

—No, doctor...

—Sé que es duro, Catalina. Pero las posibilidades que tenía de vida eran mínimas. Esto no influirá en futuros embarazos que tengas, son cosas que pasan al azar y...

Mi mente se desconecta para asimilar lo que significa. Mi bebé. Mi pedacito de Evan acaba de irse y ni siquiera supe de su existencia hasta hace poco. El corazón se me rompe de la peor manera que puede hacerlo, es como ácido que me carcome el alma desde adentro. La culpa me azota y sé que me azotará toda la vida. Si tan solo me hubiera cuidado, si tan solo hubiera sabido de su vida antes... Si tan solo Evan no se hubiera ido.

Guardián •TERMINADA•Where stories live. Discover now