D I E Z

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PARTE 2

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PARTE 2

Esa es la historia de cómo llegué a estar acá ante el consejo de LightAsh sabiendo quién era Catalina para mí. Resolviendo varias preguntas y generando otro tanto de ellas.

No me cabe en la mente la idea de la reencarnación, es bastante complejo –según el poco conocimiento que tengo del tema– y necesito saber más.

—¿Es en serio? —pregunto atónito.

—Sí, Gregor. Es tu decisión ayudarla o no —exclama Mary Ann—. Que sea tu alma cruzada no implica que debas hacerlo. Es una decisión bastante grande y está en ti llevarla o no a cabo.

—Pero... ese bebé ya tenía alma.

La reencarnación era posible si se entraba recién la vida se creaba. Pero esa vida ya estaba allí, ¿cómo tomar su lugar? Sería casi un robo.

—Es lo que los humanos llaman Milagro, Gregor —aclara Hayder—. El alma del bebé ya descansa, no estás hurtando nada. No es fácil. Debemos poner nuestra magia para que funcione pero tu voluntad es el mayor poder para que sirva.

—Por favor —dice Evan haciendo que vuelva mi cara a la suya—. Salva a mi hijo. Puedes hacerlo. Debes hacerlo.

Está desesperado y las dudas me llenan por dentro. Pensé que lo que sentía por ella era amor, de amor romántico y ahora ¿puedo llegar a ser su hijo? Eso es loco y me cuesta asimilarlo.

—Pero, ¿qué hay de los sueños...?

—No tienen nada, Gregor —interviene Edward—. Tu amor por ella no es del romántico, es el magnetismo de ser su alma cruzada. Ella no te conoce pues veía en ti a otra persona; debes decidir.

—¿Y mis recuerdos?

—Cuando reencarnas tu alma queda pura y nueva —aclara—, no recordarás absolutamente nada y serás una persona normal.

—Tu existencia —dice Ashton haciendo que lo mire de nuevo a él— se ha remontado a... —observa un expediente que acaba de llegar a sus manos mientras hablaba con Edward-—seis vidas, Gregor.

—¿Seis? —pregunto incrédulo—. Solo tengo el sentimiento de una.

Puedo recordar lo que predominó en mi vida pero solo eso: una vida. No siento ninguna otra.

—Solo sientes la última, porque esa es la que da tu destino como guardián. —Lee más a fondo el expediente—. Antes de ser guardián de felicidad, fuiste de amor y de fortaleza...

—¿Por qué sabes eso?

—Nosotros tenemos acceso a todos los expedientes —dice Mary Ann—, menos a los nuestros. Pero solo los abrimos de ser necesario y acá lo es. Debes saber que ya lo has hecho antes y decirnos si lo haces o no ahora.

Mi vista se desvía a la imagen de Catalina que aún llena la estancia; está inconsciente y los doctores trabajan sobre ella, tiene un tubo en su nariz y el transductor del ecógrafo en su abdomen mientras los médicos lo analizan. Ya debieron notar que el corazón del bebé no late. El rostro de Evan está desfigurado por el dolor y todos esperan mi respuesta. Busco los ojos de Edward para un consejo.

—Es lo mejor, muchacho —asegura—. Tú y ella están en el mundo para ayudarse. Y esta es la oportunidad de que lo hagas, ella ya debió hacerlo en alguna otra vida y sé que lo volvería a hacer en una futura.

Siento –irracionalmente– mi inexistente corazón acelerado y un dolor mezclado con miedo arraigándose en mi ser. Abandonar todo en LightAsh para vivir de nuevo y posiblemente salvar la vida de Catalina. Recuerdos de las mil personas que he ayudado en estos años llegan a mí diciéndome que debo estar acá, que mi lugar es ayudando y que no debo renunciar a esto.

Pero entonces esa imagen de hace unas horas se planta en mi cerebro. Catalina sonriendo y consintiendo su abdomen, añorando y amando con cada fibra de su ser a esa criatura que no conoce; entregándole todo su corazón y sus esperanzas.

Esa imagen es suficiente para tomar mi decisión; para poner su felicidad sobre la mía y apostar todo a que el mundo será mejor por un sacrificio que haga. Tal vez no todo el mundo. Pero sí su mundo. Nuestro mundo.

Quizás en otra vida –o en esta con los iluminados– nos encontremos de nuevo y podamos ayudar a los demás juntos. Mi sentido protector para con ella puede más y giro hacia el concejo con decisión y con una sonrisa cargada de nostalgia.

—Lo haré.

Camino hasta Edward y le doy un abrazo que le agradece por todo lo que hizo por mí a través de los muchos años que lo conozco.

—Te veré en unos cien años —exclama con una sonrisa.

—¿Seguirás acá?

—¿Bromeas? Hay muchos locos como tú que necesitan mis conocimientos.

—Hasta luego, Edward. Gracias.

Hayder, Mary Ann y Ashton se ponen de pie y se acercan a mi con una expresión de orgullo; miro una última vez a Evan que articula un «gracias» y desaparece, pasando al otro lado finalmente. El concejo me rodea y entrelazan sus manos conmigo en el centro; cierran los ojos y susurran palabras que no logro entender. Una luz cegadora llena el círculo en el que me tienen; cierro los ojos y me dejo ir.

Todo queda blanco.

†††

Guardián •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora