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"Admirar el cielo por horas es una pérdida de tiempo" es lo que hubiese pensado hace un par de meses. Sin embargo, me encuentro admirando cómo de a pocos el cielo se va aclarando, dejando la oscuridad atrás. Así, tan lento, pero al final sucede. He perdido la noción del tiempo, realmente, pero no me preocupa; calculo que deben ser las cinco de la mañana, por lo que tengo tiempo de sobra para alistarme y salir. Entonces, aun navegando en las nubes me pregunto: ¿así de lenta es mi vida? ¿Es así... que debo esperar? La oscuridad no es para siempre, pero puede llegar a ser bastante solitaria y triste si no tienes a alguien al lado. Es la noche. Luego llega el día, y si tienes suerte, sale el sol, pero sino, debes esperar un poco más para ver el arcoiris.

Quizás estoy en invierno todavía.

Bostezo y me estiro un poco, aunque no siento sueño, solo tengo un poco doloridos los ojos después de no haber parpadeado por largo rato. Una vez más, me ha gustado compartir la noche con las estrellas, aunque soy consciente de que no será saludable seguir muchos días así, por lo que debo pensar de nuevo en tomar las píldoras para lograr un poco de sueño. Me levanto de la pequeña camita improvisada que he hecho en la azotea del edificio (uno de mis lugares favoritos desde mi llegada) y, con la mantita y la almohada en manos, camino hacia las escaleras de emergencia para bajar a mi piso.

Camino con toda la paciencia del mundo, creo que me ha entrado un poco el sueño. No quiero ni verme al espejo, ver las ojeras que he ganado después de esto seguro que deja un trauma incurable. Suficiente daño es verme las uñas débiles y no poder pintármelas tan bonito como solía hacer, sino estar limitada a un brillo con el que intentaba rescatarlas un poco. Jodida debilidad la mía.

Me llevo una mano al bolsillo y tomo la tarjeta, del mini apartamento en el que estoy instalada, y la paso por la máquina que funciona como cerrojo del lugar. Camino un par de pasos y llego rápido a la cama, me tiro allí soltando un jadeo. Me duele un poco la espalda, lo más seguro es que enferme por haber estado tanto tiempo al aire libre, pero no me preocupa demasiado, quiero pensar en que puedo controlarlo, no es como si mamá fuese a venir a medicarme si pesco un resfrío.

Ah... extraño tanto a mamá. A papá. A Nanny, a mi hermosa Pecky, también a Malcolm. ¿Cómo estarán ahora mismo? Seguro no con un dolor de espalda.

...

Es el tercer día ya en que asisto a la escuela. Nada mal, en realidad. Tampoco es que haya llegado con las expectativas más grandes del mundo, por lo que el lugar no me resultaba incómodo. O sí, tal vez los murmullos a mis espaldas lograban irritarme un poco, pero era una gran suerte que los calmantes funcionasen de manera adecuada; de lo contrario, tendría una migraña espanta mundo y un par de extensiones recién arrancadas de cabecitas irlandeses que no sabían cerrar la boca.

Perdónalos, Daphne, porque no saben de lo que se están salvando.

—¿Segura que es ella? He escuchado muchas cosas de la capitana de animadoras de allá, pero ella... seguro que anima en velatorios.

—Ya te digo yo que esa es la mismísima Daphne Hurley. ¿Que no ves ese Gucci? Apuesto a que su mascota come croquetas de oro.

—Qué va, si seguro es de imitación. Aunque, ya he escuchado a varios que han dicho que su familia tiene mucho poder. ¿Será cierto?

—¿Acaso no sabes quiénes son los Hurley? Amy, si serás estúpida —sisea una del trío y escucho un chillido de queja en respuesta. Me muerdo el labio, aguantando la risa. Es como escuchar tres serpientes en su salsa—. ¡Ya quisieras tú ser una Hurley!

MYSELF.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora