Cuatro

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Recuerda: eres la princesa Ameena, prima de Kaz. Vives en el palacio Aqua, a noventa kilómetros de aquí. Un oscuro te atacó y te dejó muda, así que no puedes hablar con nadie. Si alguien dice reconocerte, tú le respondes como sea que es la primera vez que vienes a palacio, ¿entendido?

—Sí, majestad —le respondo a la Gran Sirena mientras me coloco la máscara sobre los ojos.

Estamos Kaz, Camren y yo en una pequeña habitación amueblada que da al Gran Salón, donde todos esperan al nuevo rey luminoso. Se me hace raro ver a Kaz con una corona en la cabeza, ocultando parte de su salvaje cabellera rubia, pero es lo que le toca llevar. A partir de ahora va a ser mucho más difícil vernos.

La reina se ha inventado un origen para mí. Porque, según ella, todos harán preguntas. Quién soy, de dónde vengo, qué relación tengo con Kaz... Quiere que tenga una respuesta preparada para no meter la pata.

Camren se gira hacia su hijo y le coloca bien el traje. Le ajusta la chaqueta azul sobre los hombros y le pone las manos en las mejillas. Una sonrisa aparece en su cara, un gesto que pocas veces he visto en su rostro.

—¿Listo? —le pregunta con cariño.

Kaz asiente varias veces con la cabeza y me mira.

—Y preparado.

Siento una punzada en el pecho, un incesante martilleo que no me deja en paz. Me duele ver cómo Camren trata a Kaz, todo el cariño que demuestra en sus gestos y miradas, siempre atenta a lo que su hijo hace, siempre dispuesta a escucharle.

Yo también quería que me tratara así, al principio. Pero con el tiempo aprendí que contra más deseara que eso ocurriera, más lejos estaría de la realidad.

Se colocan ellos también las máscaras —dos antifaces dorados idénticos—, y salen delante de mí hacia el salón; primero Kaz, luego Camren y por último yo.

Han cambiado por completo la disposición de la sala. Esta mañana estaba llena de mesas y sillas para la comida después de la coronación, y la luz del día entraba a raudales por la ventana. Pero ahora, en mitad de la noche, la oscuridad se filtra en la habitación, tratando de apagar las velas que alumbran el Gran Salón. Han despejado todo, dejando únicamente una gran mesa al fondo con comida suficiente para aguantar en pie toda la noche. La pista de baile inunda toda la sala, ahora vacía, pero por poco tiempo. Una pequeña orquesta, de unos seis músicos vestidos con elegantes trajes blancos, afinan sus instrumentos en una esquina, apartados del gentío hasta que empiece la velada.

Los invitados han hecho un pasillo desde la puerta de la habitación hasta dos tronos y una pequeña silla que hay pegados a la pared frente a la salida, colocados encima de una alta tarima de madera. Me fijo en las máscaras de todos. Seguramente esta sea la única vez que pueda mirar a alguien a los ojos sin recibir una amonestación de Camren.

La sala está compuesta mayoritariamente por el cortejo luminoso: todos los consejeros, ministros y jefes de guerra que ayudaban a Camren a dirigir Conmandia y que ahora harán lo mismo con Kaz. Aunque también están las demás razas invitadas, muchas más que esta mañana en la coronación, que aportan —aunque no se den cuenta—, un juramento de alianza y ayuda en caso necesario.

Mientras pasamos entre aplausos y algunos vítores, escucho a varias personas hablar sobre nuestro vestuario, murmullos que reflejan asombro, indignación e incluso envidia. Las sirenas no estamos habituadas a llevar mucha ropa, —una costumbre que se remonta al principio de los tiempos—, por lo que vestimos trajes ligeros de tela.

Yo llevo un vestido negro con pequeñas piedras que brillan al reflejarse la luz en ellas, con un gran escote en pico que se esconde tras una banda ajustada a la cintura. La falda cae en vuelo hasta el suelo, siguiendo a mis piernas en cada paso que doy con unos altos tacones del color de la noche. La máscara también es negra, un antifaz simple con dos plumas grises en ambos extremos, el único aporte de color a mi vestuario. El pelo me lo he recogido en una trenza de raíz en la parte de arriba y suelto por el resto, la nueva moda de las jóvenes de Conmandia. Aunque sólo lo sepa la familia real, es una pequeña burla a los luminosos. Así es como los oscuros se solían vestir.

Oscura Melodía {LS#1} // #PGP2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora