-¡Belerofonte! ¡Sal de la cueva sí es que tienes un honor que cuidar!
Egon observó las murallas que habían construido alrededor del campamento de híbridos en menos de una semana. Cada sábado, Egon aparecía en el mundo donde habitaban los semidioses y mataba a uno de ellos. Hasta entonces el deleiter neutral había asesinado a seis de los ochos semidioses que habían herido a su padre: Aquiles, Teseo, Hércules, Paris, Ulises y Jason, que era el semidiós que había dado el último toque de gracia para que el corazón de Lucían Black dejara de latir una noche hace poco más de un año.
Egon siempre conseguía superar la muralla de treinta metros que habían construido alrededor del hogar de los mestizos, pero esta vez habían hechizado la muralla, dando una doble protección, haciendo que fuera imposible atravesar la barrera con Portales de deleiters transport ni con los Portales del mismo Dios del Inframundo.
Egon había escuchado que Belerofonte a pesar de su aspecto agresivo e intimidador, era uno de los semidioses más pacificadores. Por eso mismo le sorprendió que minutos más tardes, las puertas de la muralla se abrieran y un semidiós de metro noventa con una lanza en su mano, apareciera ante Egon. El deleiter había esperado que el semidiós saliera con un pañuelo blanco, reclamando la paz, pero al parecer, Egon se equivocaba.
-Tengo entendido que tú eres el asesino de mis hermanos.
-Después de haber aislado completamente el campamento del exterior para esconderte de mí ¿pretendes hacerte el interesante conmigo?- Se burló el deleiter neutral.- Sabes perfectamente quién soy y cuál es tu destino.
-Mi destino lo escojo yo, joven deleiter.- Belerofonte clavó su lanza en el suelo y se cruzó de brazos.- Y no pienso inmiscuirme en una guerra donde los protagonistas seáis los deleiters y los Dioses. Nosotros nos marchamos del mundo humano para vivir tranquilos. Fue tu padre quién nos vino con amenazas para matarnos, no nosotros.
-Detalles insignificantes.- Contestó Egon mientras hacía aparecer su navaja multiusos con una sierra de un metro de largo.- Pelea o muere.
-Te lo repetiré de nuevo, Desalmado Black.- La voz de Belerofonte sonó más fuerte, mostrando su impaciencia.- No pienso entremeterme en algo que tenga que ver con un mundo que deje atrás. Estoy dispuesto a olvidar que asesinaste a seis de mis hermanos para vengar la muerte de tu padre y enfadar a los Dioses, pero no juegues con mi paciencia.
-Ahora entiendo porque los Dioses se avergüenzan de vosotros.- Egon hizo girar la sierra en la palma de su mano.- Sois todos una panda de cobardes que no saben que es el honor, ni la justicia y mucho menos el amor por la sangre. Por eso mismo, juro que todos los de tu especie seréis erradicados.
-Márchate, joven deleiter.- Belerofonte se dio la media vuelta, dejando su lanza clavada en el suelo, lejos de su alcance.- La guerra ha terminado.
-¡NO!- Egon alzó su arma sobre su cintura.- ¡LA GUERRA SOLO ACABA DE COMENZAR!
En un par de parpadeos, Egon ya se encontraba justo detrás de la espalda del semidiós de metro noventa. Des de la pelea que había tenido con Jason, se había vuelto más rápido e incluso más fuerte y hábil de lo que ya era de por sí. Había saltado acantilados de cuarenta metros y no había ocurrido nada. Era capaz de recorrerse toda una ciudad entera en cuestión de minutos siempre que tuviera la energía suficiente para hacerlo. Era como si se tratase de un deleiter con sus instintos desarrollados, pero eso era imposible porque no había dado ninguna señal de que sus poderes hubieran despertado.
Pero en aquellos momentos, Egon se sentía invencible, más de lo que era antes por naturaleza y cuando Belerofonte se había volteado para pegarle un puñetazo, Egon se había agachado y con una patada había tumbado al semidiós que le sacaba dos cabezas. El joven deleiter se irguió y empuñó de nuevo su navaja multiusos para clavarla en el cráneo de su contrincante. Egon esperó que Belerofonte se moviera, pero no lo hizo.
