Capítulo 9.

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"Cuando el diamante llega a su forma final, brilla como ninguna otra piedra

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"Cuando el diamante llega a su forma final, brilla como ninguna otra piedra."

P.O.V Hope

¡Feliz cumpleaños!—fueron los gritos que me despertaron de mi sueño.

¡Maldito desgraciado, hasta ahí debías meterte!

Abrí lentamente los ojos y vi el rostro de mi abuela que tenía un pequeño pastel que olía a limón entre sus manos. Sonreí con el corazón y poco después con los dos labios. La felicidad que sentía me llegaba desde adentro.

—¡Feliz cumpleaños, hermanita!—exclamó Raúl, mi hermano, con una larga sonrisa en su rostro, tirándose en la cama, justo a mi lado.

—¡Feliz cumpleaños, Hope!—gritó Yinet, mi mejor amiga, y se tumbó en mi cama igual a mi hermano, abrazándome.

—Gracias—sonreí feliz, mi pequeño mundo estaba ahí, mi familia y mi amiga, las personas que siempre estuvieron a mi lado y seguían siendo independientemente de mis errores.

Soplé la vela roja que había en medio del pastel, feliz y agradecida, me levanté de la cama, abrazando a mi abuela con mucho cariño. Si pudiera devolverle todo el cariño que ella nos dio en tantos años en un segundo...

—Mi niña—habló mi abuela con lágrimas en los ojos—. Hoy dejaste de ser una niña, te convertiste en la mujer más hermosa que hay en el mundo.—añadió entre lágrimas, haciéndome sentir cómo en la comisura de mis ojos mis lágrimas se hacían lugar a unas lágrimas. — ¡Feliz cumpleaños! Que Dios te bendiga y cuide de tus pasos.

Me dirigí hacia mi hermano, quien me esperaba con los brazos abiertos. Dejando atrás su obsesión por los juegos y sus caprichos diarios, no podría cambiarlo con ningún otro hermano. Era único y especial.

—Te quiero, hermanita— dijo y me entregó una bolsa color blanca.

Me apuré en abrirla, había una foto de nosotros dos desde cuando éramos pequeños y mi chocolate preferido.

¡Benditas sean los chocolates de Raffaello!

—Te deseo lo mejor, hermanita, perdóname por complicarte tanto la vida— me habló con sinceridad.

—Gracias, hermano—dije emocionada, mirándolo. —. Sabes que tú puedes complicarme la vida todas las veces que quieres.

Le guiñé el ojo cuando me alejé de él.

Mi abuela se limpió el rostro donde habían caído algunas lágrimas. Le sonreí y noté en sus ojos el orgullo que sentía hacia la relación que tenía con mi hermano. Fue ella quien nos creció y enseñó a estar el uno al lado del otro.
Después de este cambio mental de palabras, mi viejita salió de la oficina, no antes de decirnos que no tardemos a bajar.

— Hermana.— me llama la atención mi hermano. —¡Conseguí trabajo!— grita eufórico y de repente abro los ojos de golpe.

Mi hermano mayor había logrado seguir su nuevo trabajo. Al parecer, nuestro padre nos dejó una buena cantidad de dinero antes de abandonarlos, dinero con el cual mi hermano pagó la escuela de derecho, saliendo un hermoso abogado pero sin ninguna chance de ser contratado, solamente porque él no tenía una familia con prestigio.

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