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El día presentaba un caluroso y radiante clima, el cual Lucille odiaba con toda su alma. Ella prefería los días lluviosos y nublados, junto a una tacita de café y un excelente libro de fantasía.

Sin darse cuenta, Lu estaba soñando despierta, ansiando una salida rápida de ese famoso y reconocido infierno llamado colegio. Oh, claro, pero no todos los días eran un infierno para Lu, gracias al queridísimo Peter Hale.

—Oye, Pete... ¿no tienes resaca? -dijo Lu con un tono burlón.

—M...maldita seas... -exclamó para luego sobarse la cabeza e ir a sentarse en su pupitre.

El timbre que marcaba la recién iniciada jornada escolar sonó.

Luego de que la clase de Física termine, la chica más fresa habida y por haber, Rose, se acercó a Lu.

—Oye, ¿por qué mirabas tan maravillada a Peter? -interrogó Rose.

—Ugh, no lo estaba mirando. Ya deja de molestar.

—Uuuuuh, cuidado, la solitaria se enojó. ¿Qué harás? ¿Me vas a tirar algún hechizo de Harry Popote? -dijo Rose para luego llamar a sus tres "mejores amigas".

—Se llama Harry Potter. Y no, no pienso rebajarme al nivel de una fresa creída para responderte.

Dicho eso, las 4 adolescentes empezaron a soltar carcajadas de aquí para allá.

—Eres tan inepta, querida amiga... ugh. Desaparece. -dijo para luego realizar una mueca de disgusto, y, posteriormente, empujarla y hacerla caer.

Lucille empezó a llorar en el frío suelo, soltó lágrimas de la rabia que contenía debido a la incapacidad de poder defenderse correctamente y evitar que la maltraten. Desde pequeña siempre había sido humillada, aunque intentaba mostrarse fuerte por fuera, estaba marchita y cansada por dentro. Pero un destello de luz apareció, un ángel capaz de sacarla de ese abismo.

—Levántate. No permitiré que unas taradas pisoteen a mi mejor amiga como si nada. Así que, levántate. -dijo Peter, para luego extender sus finas y cuidadas manos en señal de ayuda.

Lu solamente atinó a sonreír levemente. Agarró la mano de Peter y se levantó, limpiándose la ropa debido al polvo acumulado en el piso.

—¿Sabes, Lu? Sé que no eres capaz de defenderte correctamente, pero para eso estoy yo. Yo te cuidaré, Lucille Bellerose, porque te lo mereces, te mereces mucho más que esto, te mereces todo. Siempre cuidaré de ti. -dijo con un aire serio pero compasivo mirando a los ojos fijamente a la chica de ojos color café- Por siempre, y para siempre.

La joven abrazó fuertemente al muchacho, apretando la chaqueta que llevaba, derramando lágrimas de felicidad.

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