6. ¿En clases no?

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—¡Amy!

Finjo estar escandalizada y horrorizada.

—Amy mis cojones, Rach. Irás a clases y le comes la boca —bromea o eso creo—. Le comerás la boca por las dos.

—Como disfrutas este drama, ¿No?

—La verdad es que sí, pero aquí la que va a disfrutar más eres TÚ.

Con la convicción de sus palabras Amy asegura. Retomando el camino a la universidad, ella conduce, sin parar de comentar lo impresionada que se encuentra con Mark, aunque resalta que no ha tratado mucho con él, no imaginaba que fuese tan directo y claro con sus ideas. Es algo que a mí también me asombra.

—Gracias por traerme —apenas nos acercamos al edificio de mi facultad, agradezco a mi amiga. Hablar con ella ha sido bueno.

—De nada, madrugar valió la pena —expresa con satisfacción—. Me he enterado de los importantes avances con el papucho.

Entre risas, niego con la cabeza y antes de que salga con alguna otra ocurrencia, me despido de ella. Avanzo a la facultad, decidiendo tomar las escaleras, aún tengo suficiente tiempo para llegar.

—Señorita Lombardo —con voz profunda y asombrada el profesor me recibe al entrar al aula.

Contengo la respiración al verlo.
Es temprano y el salón de clases vacío lo confirma. El señor Harvet está sentado en su escritorio y no estoy segura si es el tono con el que habla o la forma en la que sus ojos esmeraldas se encuentran con los míos, pero algo —todo— de mi calma se evapora.

—Buenos días —lo saludo al entrar completamente al curso, mi pulso acelerado se detiene cuando el profesor Harvet se pone de pie.

—Buenos días Rachel, no esperé verla hoy...

—¿No? —Pregunto curiosa y el niega. Seguramente después de mi comentario del hámster habrá creído que me estaría mudando a Alaska. Aunque ganas no me faltaron.

—Rachel, es la segunda vez que me tendré que disculpar con usted —habla y sé inmediatamente lo que dirá—, no ha sido correcta ni moralmente ética mi manera de actuar, incluso yo estoy sorprendido de haberlo dicho —una leve sensación de arrepentimiento parece consumirlo—, no haber sido prudente ha sido un error.

—No sé qué decir.

—Lo que dije aquella vez es cierto —hace una pausa poniéndome aún más nerviosa—, pero lamento haberla hecho sentir incomoda, es por ello que me disculpo.

Buscando en su mirada la verdad de las palabras que pronuncia, por primera vez me permito observarlo, sus ojos verdes, lucen más claros ahora, son preciosos, como los demás rasgos de su rostro.

—Más que incomodarme, me sorprendió —apartando mi vista de él, respondo.

—Es una chica guapa, inteligente y educada. ¿Por qué le sorprende?

—Es un profesor —hablo con sinceridad, me arrepiento al segundo al ver su cara de decepción, asiente dándome la razón.

—Y lamentablemente uno que se ha dejado llevar por la situación —no se esfuerza demasiado por parecer confiado, usualmente siempre lo es—, señorita Lombardo ha logrado que olvide mis códigos profesionales y eso sí que me sorprende.

—No lo entiendo. Es decir, está rodeado de mujeres, tantas como yo —¿por qué él se fijaría en mí?

—Dudo eso, en todo caso a mí me gusta solo usted. Listo —sonríe mirándome con veracidad—. Vaya a sentarse. Sus compañeros no tardan en llegar.

¿En clases no? - DISPONIBLE EN FÍSICOWhere stories live. Discover now