galletas de chocolates

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─Vuelves a empujar a mi hermana y te cortó esos pelos negros ─Eso no pareció asustarlo demasiado, se quedó mirándome como mi perro Holly a un gran hueso, eso me asustó porque estaba la posibilidad de que él fuera retrasado.

─JiMin, discúlpate con SunHee ─le dijo la niñera.

JiMin fue hasta SunHee sin apartar la vista de mis ojos y se disculpó. Ella ya había olvidado el asunto en cuanto se levantó del suelo, pero esa no era excusa para no hacerse respetar.

─Tú cabello rubio te delata, tú eres YoonGi ─me volteé a ver a la niñera y asentí con la cabeza. De los tres, yo era el único que se parecía a papá, JiYoon y SunHee eran parecidas a mamá con su cabello azabache y sus ojos verdes. Yo era una versión masculina y más grande de campanita, según mi abuela, sólo que con los ojos negros.

─Entonces, está damita es JiYoon, ¿no? ─continuó la niñera.

─Así es ─dijo JiYoon, con voz firme y la frente en alto.

Yo solía reírme de ella y de la rigidez con la que hacía las cosas, parecía una muñeca. Su perfección no me gustaba, cuando era más pequeña solía jugar conmigo y cantar a los pies de las escaleras como si fuera un escenario. Cuando cumplió los diez, le dio más importancia a la escuela y se pasaba largas horas estudiando encerrada en su habitación. Era muy madura para tener 11 años.

─Ella es EunJi, mi hija mayor ─la chica hizo un globo con el chicle y lo reventó, nos lanzó una mirada sin expresión y siguió masticando.

Desde el segundo piso se escuchó el taconeó de mi mamá que ya estaba lista para marcharse. Mi padre apareció desde la cocina, llevaba un pedazo de pan en las manos y unas cuantas migajas estaban esparcidas sobre su traje.

Mi mamá lo vio y lo regañó con la mirada. Me parecía a mi papá en muchas cosas.

─¡SunMi! ¡Que bueno que ya estás aquí! ─exclamó mi mamá. El vestido volaba como esos de los cuentos de princesas de SunHee─. Nosotros ya nos vamos, en la cocina está la lista de los chicos.

La niñera, SunMi, le sonrió y asintió. Mi papá terminó de comerse el pedazo de pan y se despidió de nosotros con un beso en la frente, mi mamá nos abrazó y se fueron.

JaeHwan le indicó el camino a SunMi hasta su habitación, lo cual sería un problema ya que había una y ella venía con más niños. No traía maletas ni mochilas ni bolsos, me pregunté dónde estaría su ropa.

Sus hijos la acompañaron: EunJi con la misma indiferencia y JiMin sin dejar de voltearse en nuestra dirección para lanzarnos miradas sospechosas.

Cuando nos quedamos solos, fruncí el ceño. JiYoon no cambió su postura y se fue a la biblioteca para leer alguno de los libros de papá. Yo odiaba esas cosas, no tenían dibujos y eran aburridos, la mayoría hablaba de números y cosas que ocurrían en otros lugares del mundo. Yo prefería los de aventuras y piratas, como Peter Pan. Estaba realmente obsesionado con el país de Nunca Jamás y los niños perdidos.

Acompañé a SunHee a jugar en la cocina, nos estaban haciendo galletas y un pastel de manzanas y queríamos decorar con chispas de colores.

Pasaron los minutos mientras nosotros esperábamos a que la comida estuviera lista y SunMi entró. La sonrisa no se le borraba, aunque yo notaba que estaba triste.

─Veamos que dice la lista. ─Su voz sonaba musical. En la pared había una hoja donde estaban anotadas las cosas que podíamos hacer, a lo que éramos alérgicos, a qué hora debíamos irnos a la cama y un sinfín de cosas más.

─SunHee, no puedes comer caramelos ni cosas que contengan azúcar después de las ocho. ─los tres miramos el reloj y se veía con claridad como la manilla apuntaba el número nueve─. Lo siento, SunHee, pero no podrás comer. Y dice que tu hora de dormir es las nueve, así ya deberías estar cepillándote los dientes

cásate conmigoWhere stories live. Discover now