-Es que... -suspiró otra vez-. Me llevó al cuarto de atrás y me besó en el cuello. Luego puso mis manos en sus pechos y mi cuerpo... reaccionó. -Cerró los ojos durante un par de segundos y luego los abrió-. Me contó que Travis le había pagado para que mantuviera relaciones sexuales conmigo, pero no me pareció bien y me fui. Eso es lo que pasó. Lo siento. Sabía que no estaba bien, y no quería hacerlo con ella. Es decir... ¡Dios...! -Vi su mirada avergonzada antes de que bajara la vista al suelo.
Solté el aliento que había estado conteniendo y me reí por lo bajo, sacudiendo la cabeza. Harry me sujetó la barbilla con sus dedos fríos y me subió la cabeza para mirarme de forma interrogativa.
-Te fuiste con una stripper, Harry, se te insinuó. Pero la rechazaste y se fue. -Lo estudié durante un segundo-. ¿Por qué la rechazaste? Dímelo.
Se mantuvo en silencio durante un rato antes de comenzar a mover las manos.

-Porque solo quiero estar contigo. No quería estar con ella, solo contigo. Solo te deseo a ti, Bree.
Mientras estábamos allí, en mi puerta, mirándonos a los ojos, me di cuenta de que estaba temblando y que sus labios estaban poniéndose azules. Bajo sus pies había aparecido un charco de agua. Tiré de él hacia dentro.

-¡Oh, Dios mío! Estás congelado -le dije, con las manos ocupadas tirando de él-. Tenemos que hacer que entres en calor.
Entré en el cuarto de baño y abrí la ducha; el vapor flotaba en el aire al poco tiempo. Comencé a quitarle la ropa; la sudadera, la camiseta..., y él me dejó, con los ojos clavados en mi cara, ayudándome solo cuando era necesario. Se quitó los zapatos y me arrodillé ante él para tirar de sus calcetines mojados. Luego me puse en pie y desplacé los ojos por su pecho y su abdomen mientras me iba incorporando. De pronto, allí hacía más calor. Me mordí el labio inferior cuando subí los ojos a su cara.
-Métete en la ducha -le dije cuando se quedó ante mí solo con los vaqueros -. Yo también tengo que cambiarme. -Indiqué mi camisón mojado.
Él asintió con la cabeza, y yo me giré con brusquedad para salir del cuarto de baño. Cerré la puerta a mi espalda y me apoyé en ella durante un segundo, mordiéndome los labios de nuevo. Ahogué un gemido.
-Solo a ti, Bree -me dije por lo bajo-. Solo a ti se te ocurre enamorarte del ermitaño mudo del pueblo. -Luego sonreí. Sí, el ermitaño mudo del pueblo; pero era mi ermitaño mudo.
Me deshice de las prendas mojadas y me puse un camisón limpio. Luego fui a la cocina para hacer té. Me quedé mirando por la ventana cómo caía la lluvia mientras esperaba que sonara el pitido de la tetera.
Un par de minutos después, dejé de escuchar el agua de la ducha, y poco después abrió la puerta.
-Estoy en la cocina -lo llamé en voz baja.
Entró con solo una toalla rodeando sus estrechas caderas. Se pasó la mano por el pelo al tiempo que me miraba con agudeza. Yo examiné su pecho desnudo -que haría babear a cualquiera- y la forma en que se le abultaba la toalla, que dejaba poco espacio a la imaginación en cuanto a sus atributos masculinos.
-Estoy terminando de hacer té -dije, cogiendo unas bolsitas-. Si te parece, puedes recoger tu ropa y meterla en la secadora, está en el cuartito del pasillo.
Él hizo un gesto afirmativo y salió de la cocina. Cuando terminé, llevé las tazas al salón, en la parte delantera de la casa. Harry cogió una y nos sentamos juntos en el sofá, bebiendo el té caliente en confortable silencio.
Por último, dejó la taza en la mesita de café que había junto al sofá y se volvió hacia mí.
-¿Puedo decir algo?

Lo miré y asentí.

-Por supuesto -dije antes de tomar otro sorbo de té. Respiró hondo, como si estuviera organizando sus pensamientos.

-He pensado mucho durante los últimos días, y... he tratado de ser lo que querías que fuera, pero... pero ha sido demasiado para mí, Bree. -Sacudió la cabeza-. Odié todo lo que ocurrió esa noche; el ruido, ver a gente del pueblo, no poder hablar... -Se quedó en silencio un instante antes de mirarme a los ojos-. Quiero hacerte feliz por encima de todo, pero... -Se volvió a pasar la mano por el pelo. Puse mi taza de té en la mesita de café y me acerqué más a él.
-Harry, te he hecho sentir como si fueras un proyecto para mí. Como si tal y como eres... no fueras suficiente. -Bajé la vista antes de volver a mirarlo a los ojos -. Lo siento mucho.
Cogió mis manos, las apretó y las soltó.
-No, no es culpa tuya. Sé que estabas tratando de que me abriera al mundo. Pero tengo que hacerlo cuando esté preparado, ¿de acuerdo? La cosa es que no sé cuándo estaré listo. Es posible que me lleve mucho tiempo, Bree.
Asentí con los ojos llenos de lágrimas.
-Está bien -solté una risita y me subí a su regazo, poniéndome a horcajadas sobre él e inclinándome hacia delante para estrecharlo con fuerza-. Sin embargo, quiero dejar clara una cosa -susurré contra su cuello, poco dispuesta a renunciar a ese momento.
Él esperó hasta que me eché hacia atrás.
-La única mujer que baila en tu regazo soy yo.
Sonrió, en sus ojos aparecieron unas brillantes chispitas. Aquella sonrisa podría provocar que una mujer cayera redonda por insuficiencia cardíaca por una sobredosis de belleza. Le devolví la sonrisa, me incliné y lo besé con intensidad.
Se escuchó retumbar un trueno y un rayo iluminó la estancia durante unos segundos. Suspiré feliz y deslicé la lengua en la cálida boca de Harry. Sabía a una mezcla de pasta de dientes y la miel del té. Su lengua se encontró con la mía y se frotó contra ella de forma deliciosa, arrancándome un gemido de lo más profundo de la garganta. Tomó mi cara entre sus manos y me inclinó la cabeza para hacerse cargo del beso y explorar mi boca lentamente, hasta que jadeé y me froté contra su gruesa y firme erección.
Harry se mostraba tímido e inseguro durante gran parte del tiempo, pero cuando se trataba de algo que había llegado a dominar, era firme y confiado. Me pregunté si él mismo se daría cuenta.
Interrumpí el beso en busca de aire y ladeé la cabeza para darle acceso a mi cuello. Me besó y mordisqueó la piel mientras yo le pasaba los dedos por el pelo.
Sus manos llegaron a mis pechos y me frotó los pezones perezosamente por encima del fino algodón del camisón. Suspiré de placer, aferrándome a sus cabellos.
Sentí que su erección crecía todavía más bajo mis ingles. Solo nos separaban el tejido, ahora húmedo, de mi ropa interior y la toalla.
Deslicé la mano entre nuestros cuerpos y arrastré los dedos con suavidad por sus duros abdominales. Él respiró, tensando los músculos bajo mi contacto. Moví la mano todavía más abajo y le acaricié por encima de la toalla mientras me miraba con los ojos entrecerrados. ¡Oh, Dios! Era impresionante. La humedad creció entre mis muslos al tiempo que un furioso ramalazo de deseo estallaba en mi sexo, que necesitaba ser llenado.
-Harry..., te deseo -susurré.
Sin vacilar ni siquiera un segundo, me tomó en brazos y se puso de pie para dirigirse a mi dormitorio. Me reí mientras le rodeaba el cuello. -Supongo que eso es un sí -comenté.
Me sonrió, aunque parecía un poco tenso y nervioso.
Cuando llegamos a mi habitación, me depositó con suavidad en la cama y se quedó mirándome con una mezcla de ternura y deseo en su cara. El corazón me retumbaba en los oídos.
Se volvió hacia la pared y apagó la luz. Las velas seguían encendidas y arrojaban un mágico resplandor a la habitación. ¡Qué diferencia con media hora atrás!, pensé, recordando que había estado sentada allí mismo hacía solo un rato, sintiéndome sola y asustada.
Harry se volvió y dejó caer la toalla que rodeaba su cintura, y tuve un breve vistazo de su cuerpo desnudo al completo antes de que pusiera una rodilla sobre la cama y se situará sobre mí. ¡Dios mío! Construir patios de piedra, cortar leña e ir andando a todas partes era un entrenamiento digno de ser tenido en cuenta. Tan pronto como fuera posible.
Cubrió de nuevo mi boca con la suya y me besó durante muchos minutos antes de desplazar los labios a mi cuello cuando ambos necesitamos coger aire. Me chupó la piel con suavidad y arqueé el cuello, dándole acceso al tiempo que impulsaba las caderas contra su dureza. Contuvo el aliento y levantó la cabeza para mirarme a los ojos.Estaba apoyado en los antebrazos, sosteniéndose por encima de mí, por lo que no
podía utilizar las manos para hablar. Yo elegí no decir nada tampoco; la expresión de su cara me decía todo lo que necesitaba saber. En ese momento, no había ningún otro lugar en el mundo en el que quisiera estar, a punto de hacer lo que íbamos a hacer. Y mientras miraba sus ojos, oscuros de lujuria y una tierna emoción, supe que no había ningún otro lugar en el que prefiriera estar.
Subí los brazos, indicándole que debía quitarme el camisón. Se inclinó y cogió el borde para deslizarlo hacia arriba lentamente, por mis brazos y mi cabeza, y lo arrojó al suelo, junto a la cama.
Luego se incorporó de nuevo y me miró a los ojos antes de desplazar los dedos a los lados de mi ropa interior y bajármela por las piernas. Llevé la vista desde sus ojos hasta su duro miembro, y noté un intenso palpitar en mi núcleo.
Se quedó mirándome, y me retorcí levemente mientras él recorría mi cuerpo de arriba abajo. Nunca me había quedado quieta mientras alguien estudiaba mi desnudez.
-Eres preciosa -me dijo cuando nuestros ojos se encontraron. Me relajé al ver que le temblaban un poco las manos.
-Y tú también -susurré mientras se volvía a colocar sobre mí, doblando los codos para apoyarse en los antebrazos antes de inclinar la cabeza para buscar de nuevo mi boca.
Le pasé las manos lentamente de arriba abajo por las duras aristas de sus brazos y luego por los anchos hombros. Más tarde acaricié la suave piel de su espalda musculosa, terminando en las nalgas, que agarré con ligereza para empujarlo hacia abajo, hacia mí. Lo sentí sonreír contra mis labios.
Me liberé de su boca sonriente, y me besó de nuevo en el cuello.
-¿Te gusta que te agarre del culo? -pregunté con una sonrisa. Él curvó los labios contra mi cuello.
Así que volví a llevar las manos de nuevo a su duro trasero y lo amasé con suavidad al tiempo que presionaba las caderas hacia su erección, dura contra mi vientre y deliciosamente caliente. Me estremecí de deseo.
Bajó la cabeza hasta mis pechos y capturó un pezón con su cálida boca antes de rodearlo con la lengua.
-¡Oh, Harry! -jadeé con la voz entrecortada-. Por favor, no te detengas.
Él movió la mano y me acarició un pezón mientras succionaba juguetonamente el otro con los labios y la lengua; luego cambió de lado.
Gemí y arqueé las caderas hacia arriba, buscando alivio a la dolorida necesidad que latía entre mis piernas. Tenía el clítoris tan hinchado que estaba segura de que me correría en el momento en que me tocara.
Harry llevó una mano entre mis piernas e introdujo un dedo en mi humedad, empapándolo en mi esencia antes de llevarlo sobre el pequeño manojo de nervios y utilizarlo para trazar lentos círculos sobre él, como le había enseñado. Ahogué un grito, que se convirtió en un ronco gemido al tiempo que contoneaba las caderas hacia arriba, apretándome contra su mano y suplicando una liberación que estaba a punto de alcanzar. De hecho, sentía que empezaba con pequeños chispazos.
-¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! -canturreé, moviendo la cabeza. Sentí la polla de Harry contra mi vientre y fue todo lo que necesité para saltar por el borde. El orgasmo me atrapó con rapidez, atravesando mi cuerpo con deliciosa lentitud mientras gemía sin descanso.
Cuando abrí los ojos, Harry me estaba mirando con aquella expresión de asombro y ternura que amaba tanto que me dolía.

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