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Bree

A las ocho de la noche, la lluvia caía con fuerza y los truenos estaban en su apogeo. Un rayo iluminó el cielo en zigzag.
Me senté acurrucada en mi habitación, con Phoebe en el regazo. Tenía la sensación de que la noche fluía por encima de mí mientras estaba allí sentada. Ahora era capaz de controlarme mejor, pero aquella fuerte tormenta que rugía sobre mi tejado me recordaba lo sola y desamparada que estaba.
Había encendido varias velas y las había distribuido por la habitación por si acaso se iba la luz. Por lo general, las velas tenían un efecto calmante por el ambiente romántico que creaban, pero esa noche, las sombras que proyectaban en las paredes hicieron que la tormenta resultara todavía más aterradora y desconcertante.
Escuché un suave golpe en la puerta y me asusté. Phoebe enderezó las orejas, animada y ladró, por lo bajo. ¿Quién demonios sería?
Debido a la tormenta, lo tenía a él rondando en el fondo de mi mente, por lo que cuando me levanté de la cama y recorrí el pasillo de puntillas, con Phoebe pisándome los talones, se me aceleró el ritmo cardíaco.
Me acerqué a la ventana delantera y retiré la cortina para asomarme y ver el porche delante de mi puerta. Harry estaba allí inclinado, mirándome mientras yo lo observaba fijamente. El corazón se me aceleró cuando me fijé en que estaba empapado. Tenía los vaqueros y la camiseta blanca pegados al cuerpo. ¡Oh, Dios! Había venido bajo el aguacero.
No vacilé ni un segundo y me apresuré hacia la puerta. La abrí y el sonido de la lluvia golpeando el suelo de madera inundó mis oídos. Un fuerte estruendo sacudió la casa, haciéndome estremecer y haciendo que Harry diera un paso hacia mí. -¿Qué estás haciendo aquí? -pregunté.

-No te gustan las tormentas.

Lo miré de lado, confundida.

-¿Has andado casi dos kilómetros bajo la lluvia porque no me gustan las tormentas?
Él dudó durante un segundo y giró la vista hacia otro lado, frunciendo un poco el ceño. Luego se volvió hacia mí.
-Sí. -Hizo una pausa en la que esbozó una mueca avergonzada -. Sé que seguramente soy la última persona que quieres ver en este momento, pero se me ocurrió que, si me quedaba sentado en el porche, estarías menos asustada. Y no estarías sola.

¡Oh, Dios! No pude evitarlo, hice un puchero y empecé a llorar. Harry dio un paso vacilante hacia mí y me pidió permiso en silencio, mirándome a los ojos. Asentí, reconociendo la pregunta no formulada. Me apreté contra él cuando me tomó en sus brazos.
Le rodeé el cuello y enterré allí la cara, aspirando su limpio aroma a lluvia. Lloré en silencio contra su piel durante varios minutos mientras él me abrazaba, trazando círculos tranquilizadores en mi espalda, respirando junto a mi oreja, mojándome con su ropa empapada. Durante ese tiempo fui ajena a los truenos y la lluvia que caía de forma ruidosa a nuestro alrededor; durante ese tiempo, solo existimos él y yo.
No sabía qué pensar. Solo que aquello era bueno. Seguía siendo mi mejor amigo, mi dulce y silencioso muchacho, y lo había echado tanto de menos que me dolía. Él me había hecho daño, pero me aferraba a su cuerpo como si mi vida dependiera de ello. Después de unos minutos, me eché hacia atrás y lo miré a la cara. Él me contempló con tanta dulzura, con tanta ternura, que el corazón se me encogió en el pecho.-Me has hecho daño -dije, dando un paso atrás.
Su expresión se volvió triste, y asintió con un gesto, reconociendo su falta.
-Lo arreglaré -aseguró-. Por favor. Quiero arreglarlo. ¿Qué puedo hacer?

Solté el aire y dejé caer los hombros.
-Has mantenido relaciones sexuales con otra mujer.

Él lo negó con la cabeza.
-No. No he tenido relaciones sexuales con ella. Solo... solo estuve con ella.

Arrugué la frente y alcé la cabeza.
-¿Qué? Pensé que habías... Espera... ¿Qué significa que estuviste con ella exactamente? -No sabía lo que iba a contarme, pero el alivio se apoderó de mí al darme cuenta de que no se había acostado con esa mujer.
Suspiró, pasándose la mano por la cabeza mojada, y luego comenzó a moverla.

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