Capítulo dieciséis

90 10 71
                                    

THALIA

Un espeso silencio nos rodea y yo no tardo en darme cuenta de que estoy temblando. Es la primera vez que hablo de esto con alguien, porque entre mi hermana y yo no hubo palabra alguna acerca del tema. Ella sabía perfectamente lo que había pasado. Y de todas formas, nuestra relación nunca ha sido demasiado estrecha.

Víctor está totalmente inmóvil y su rostro no muestra ninguna emoción. Sin embargo, no puedo evitar darme cuenta de que ha palidecido ligeramente. No sé exactamente cómo va a reaccionar ni qué está pensando al respecto, así que decido armarme de valor y continuar con mi historia.

—Yo era una cría. No entendía qué estaba pasando y por qué mi propio padre me estaba haciendo... esas cosas. Pero no tardé en entenderlo todo. Los días pasaban y la rutina siempre era la misma. Hombres y mujeres pasaban al cuarto que me habían asignado. Me obligaban a tener sexo constantemente, con gente de todas las edades —mi mirada ha vuelto a mi regazo y no puedo dejar de retorcerme las manos, en un vano intento para detener el temblor—. Los primeros días no podía dejar de llorar. Me dolía todo el cuerpo y me sentía sucia. Entonces llegaron los golpes. Por parte de mi padre, por parte de mis clientes. Al principio solo me hacían sollozar con más fuerza, cosa que provocaba que las patadas y puñetazos aumentaran. Una de aquellas veces, acabé inconsciente. Y fue ahí cuando me di cuenta de que tenía que madurar o no iba a sobrevivir.

Me detengo, notando como las lágrimas comienzan a acudir a mis ojos. No voy a permitirme derrumbarme. Suficientemente débil debo de parecer ya. Tengo que aguantar. Enfrentarme a mis demonios. No puedo seguir huyendo del pasado. Necesito encararlo para poder dejarlo atrás definitivamente. Es increíble que después de un siglo todo esto siguiera afectándome de esta manera.

No me atrevo a mirar a Víctor. El joven sigue sin abrir la boca ni hacer ningún movimiento, y yo estoy aterrada al respecto. No me arrepiento de haber decidido contarle todo. Confío en él más que en nadie.

Es solo que no quiero perderle. Y sea como sea, las cosas entre nosotros van a cambiar después de esto. Aunque aún no estoy muy segura de si será para bien o para mal.

—Empecé a dejarme tocar. La resistencia que había mantenido durante semanas llegó a su fin y simplemente me quedaba inmóvil mientras toda la acción se desarrollaba, a no ser que fuera necesario que interviniera —sigo contando en un susurro—. Mi padre me felicitó. Él continuaba tratándome como si nada hubiera ocurrido y me ponía enferma. Soñaba con escapar. Pero no podía. Me tenía más que vigilada y yo era una cobarde, así que me limitaba a sonreírle y a hacer lo que se esperaba de mí. Con el tiempo me acostumbré. Por supuesto que trabajar en un burdel seguía sin gustarme lo más mínimo, mas acabé por adaptarme.

Pauso el relato de nuevo, sabiendo que la parte que me resulta más dolorosa se aproxima. Respiro hondo varias veces, aunque el corazón no deja de latirme demasiado rápido. La habitación me da vueltas, y me agarro a la cama para evitar caerme.

—Los años pasaron y las cosas siguieron igual. Mi padre traía más niñas y las convertía en prostitutas y yo hacía oídos sordos, no queriendo buscarme más problemas. Me encargaba de mis clientes, fingiendo con cada uno de ellos para que disfrutaran y la recompensa fuera mayor. Cumplí 19 años. Y él apareció. Llegó como un hombre más. Yo ya había comenzado a desnudarme cuando me detuvo. Me dijo que solo quería hablar. Creí que estaba tomándome el pelo. Pero no fue así —cierro los ojos con fuerza, ya sin poder detener las lágrimas que me queman las mejillas—. Venía cada día y lo único que hacíamos era charlar. Era mi momento favorito del día. Hasta el acostarme con extraños se hacía más llevadero gracias a él. Esto se prolongó por meses, y antes de que pudiera darme cuenta, me había enamorado de él. Tenía sentimientos contradictorios. Quería que me besara, que me tocara, pero al mismo tiempo la idea me repugnaba porque no quería que el hombre que amaba pasara sus manos por un cuerpo tan sucio y destrozado como el mío. Mas él nunca me presionaba ni parecía tener ninguna prisa. Me trataba con tanta dulzura y cariño que me desarmaba por completo. Hacía tanto que no me sentía querida...

DarknessWhere stories live. Discover now