PRÓLOGO

3.7K 398 113
                                    

Hospital privado Francés, 19 de Enero de 1998, 20:44 horas

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Hospital privado Francés, 19 de Enero de 1998, 20:44 horas.

"In" es en lo único que puedo concentrarme mientras camino, el verde cartel luminoso que indica la entrada del lugar en el que se está llevando todo a cabo es quien se lleva mi atención. Me muevo de un lado hacia otro frente a la puerta que me impide ver qué ocurre allí dentro y corroborar que todo salga conforme se lo ordené, espero que la torpeza de estos tipos no afecte mi petición.

Saco del bolsillo la nota que me llegó hace unas semanas atrás, la que se encuentra presentada en un pequeño tubo atado con una cinta color dorado. El papel ahora está totalmente arrugado debido a las veces que lo apreté con rabia; y a las letras que están impresas en un tono rojo opaco se les intentan unir manchas de lo que parece ser sangre. Lo releo una vez más: "Deseo que tu bebé crezca sano y fuerte, lamentablemente mi sol no pudo hacerlo; una bestia me la arrebató. Saludos de tu amigo, Kriveck".

—¡Maldito Kriveck!—maldigo en un tono bajo mientras sostengo el papel con fuerzas, lentamente lo devuelvo a mi bolsillo al ver que el doctor con el que negocié se acerca a mi posición.

—Vicenzo —musita al llegar evitando la mirada.

—Que todo salga como lo acordamos. Su paga ya está lista, dile a los demás ahí dentro que mis hombres están vigilando, tengan cuidado con lo que hacen si quieren mantenerse vivos. —suelto amenazante, e impulsivamente una carcajada al aire surge al ver su rostro contraerse, la misma retumba en todas y cada una de las paredes llamando consigo algunas miradas en mi dirección.

— Todo saldrá como usted lo ordenó, Señor. —responde obediente, con una voz temblorosa y su rostro pálido como la nieve, poco falta para que se ponga a llorar y se tumbe en el suelo a besarme los pies.

—No quiero errores, mi arma está cargada con balas suficientes para ti y toda tu familia, más los idiotas que están trabajando contigo. —ratifico la amenaza y sonrío al ver crecer el pánico en su mirada, levanto un poco el borde de mi camisa para que se aprecie el arma que está bajo ella. Una enfermera que se encuentra acompañando al médico vuelca su mirada hacia otro lado y asiente nerviosa, a kilómetros puedo sentir el aroma a temor que desprende, el miedo que siente baña todo su rostro dejándome tranquilo. Puedo darme cuenta cuando un gusano quiere engañarme.

23:00 horas.

Al parecer todo va saliendo a la perfección, veo correr a todos los inútiles enfermeros y doctores; puedo sentir el miedo y la tensión correr a la par de sus cuerpos. Los gritos desgarradores de mi mujer indican que ya se completó el trabajo; me dirijo tranquilo hacia la sala de parto, mis pasos lentos y con fuerza, mi presencia siempre tiene que ser notoria.

—Lo lamento señor Napolitano. —el doctor Müller, con el cual hablé hace unas horas agacha la cabeza fingiendo lamentarlo y, claramente, evitando mi mirada.

"Salió como lo planee, a mi hijo lo dieron por muerto", pensé.

— ¡Vicenzo! —resuena el grito desgarrador de Catalina, quien explota en llanto y toma mi mano en cuanto llego al lado de la cama donde está recostada —¡Nuestro hijo Vittorio!, ¡Mi bebé!, ¿Cómo pudo pasar esto? ¡Inútiles! ¡Inservibles! ¡Mataron a mi hijo! —lamenta entre grandes lágrimas, un llanto que hace que su cuerpo por completo se estremezca.

—De verdad lamentamos lo que sucedió señora, pero ya le hemos explicado, usted y el niño estaban muy sensibles, en un gran riesgo y lamentablemente los pulmones del niño no estaban preparados para respirar nuestro mismo aire. —dice el doctor con un titubeo en su hablar, al idiota se le nota el miedo a flor de piel, y al terminar de hablar solo me mira como quien tiene por hobby observar el peligro, como esperando mi aprobación o que le ordene algo que hacer. Me levanto disimuladamente la camisa haciendo un poco notorio el revolver nuevamente y él se tensa aún más palideciendo.

—¡¿Y tú no pretendes hacer o decir algo?!— grita Catalina desesperada mientras clava su mirada en mí, grandes lágrimas de amargura y dolor bañan su rostro junto a todas las sábanas blancas.

—¡¿Crees que si hago algo, me devolverán con vida a mi hijo?! No está en mis manos Catalina, ¡entiéndelo! —levanto la voz tanto como lo está haciendo ella, al mismo tiempo en el que giro y comienzo a alejarme de ese lugar, su escándalo ya comienza a aburrirme.

—¡Nunca entendí tu maldita frialdad!, ¡Vete demonio! —concluye rompiendo en un estruendoso llanto una vez más.

Demonio, nunca me habían dicho tal apodo. ¿Tendría que sentirme halagado? O más bien, ¿él tendría que sentirse halagado al ser comparado conmigo?

Enciendo un cigarrillo y me alejo del lugar, voy tarareando "Bohemian Rhapsody" a un volumen alto, los carteles indican que es una zona prohibida para fumar pero poco me importa, estos cobardes no pueden impedirle nada a Vicenzo Napolitano.

INSENSIBLEWhere stories live. Discover now