1. El muchacho de los guantes de nieve

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Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Isayama-sensei y Kodansha

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Primera parada.

-Trost-

La lluvia caía repiqueteando sobre los vidrios de las ventanas, mientras la oscuridad reinaba sobre el pequeño pueblo de Trost. Nadie con la mente clara cruzaría sus calles con semejante clima y menos a esas horas madrugadoras. El lugar estaba muerto, pero la rutina y su horario decía que debían abrir a las cinco. Pero no había nadie, ni un perro siquiera. Sólo la lluvia. O eso creía.

Cuando Jean miró por la ventana se quedó hipnotizado por lo que se alcanzaba a dibujar al otro lado del vidrio, mientras la lluvia no cesaba. Se había quedado sin nada qué hacer y su letargo lo llevó a mirar al vacío entonces se encontró con eso. Parecía una figura, menuda y etérea se había posado delante de su negocio familiar, sin entrar ni caminar. Por un instante -que pareció eterno- lo contempló hasta que la figura posó su mirada sobre él, ocasionado que la nuca se le erizara. Jean parpadeó y se talló los ojos de manera frenética, cuando volvió a enfocar la campanilla de la entrada titiló y la sombra que había visto por la ventana yacía dentro. Jean se levantó en un trompicón, pero su madre salió corriendo para darle la bienvenida al recién llegado.

Jean no dejaba de mirarlo mientras trapeaba el suelo de linóleo del local. De cuando en cuando le lanzaba una fugaz mirada hacia el forastero. Encapuchado en una desvejecida chaqueta de mezclilla parecía ser un joven tal vez de su misma edad, parecía cansado y pálido, con su flequillo rubio chorreando por la tormenta que hasta hace unos minutos lo cubría en la oscuridad; sus ojos no se veían ávidos de cruzarse con nadie y a veces se quedaba quieto y parecía que hablaba solo. Pero lo que más llamó la atención de Jean no fue su apariencia de loco indigente sino de los guantes grises que llevaba; feos y muy gruesos, como los que solía usar en la nieve, no se los quitaba aún cuando había pedido un huevo frito y un pan tostado. ¿Por qué alguien llevaría algo tan molesto incluso cuando tenía que comer? Estaba pensando en esto cuando de pronto el forastero lo miró y sus ojos se cruzaron con los azules irises del extraño. Nuevamente sintió cómo la nuca se le erizaba, de inmediato volvió a su labor. Ese chico le daba muy mala espina, tan sólo esperaba que se fuera y pronto.

A Jean estaba por darle un ataque de nervios mezclado con frustración. Ya era mediodía cuando por fin dejó de llover y los clientes llegaron como lo hacían habitualmente. Varias mesas estaban ocupadas, pero su vista se hallaba fija en su "nuevo ayudante". Con un improvisado mandil y mirada decaída, aquel forastero estaba sacando la basura como si lo hubiese hecho desde siempre en aquel lugar. Jean fulminó a su madre con la mirada, ¿¡cómo había sido posible que se dejara engatusar de esa manera?! "Necesitamos alguien que nos ayude con el café, Jeanboy... Ya que tú no lo haces." ¡¿Pero eso a contratar a un completo desconocido por compasión?! ¡No tenía excusa! La madre había alegado que el muchacho había visto el anuncio de "SE SOLICITA EMPLEADO" y le pedía lo contratara por un mes, ya que estaba de paso pero no contaba con dinero para seguir su camino. La vieja con corazón de pollo se dejó convencer y allí estaba el muchacho.

- ¿Y cómo dices que se llama? - Preguntó Jean mientras su madre le servía el almuerzo: Sopa de verduras y jugo de naranja.

- Armin.- Respondió tranquilamente, su hijo comenzó a comer sin dejar de mirar a su nuevo empleado.

- Ahhh... - Musitó sin interés. - ¿Y... a dónde dice que va?

- A la frontera. Dice que va al mar a ver a alguien. Creo que dijo que a una muchacha pero no recuerdo bien.

ArminWhere stories live. Discover now