Presencias en la noche- UN INSTANTE EN LA AVENTURA

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UN INSTANTE EN LA AVENTURA


Llegaban a la carrera y Elvira apenas los podía seguir cargada conla mochila. Tenía miedo de tropezar por la poca luz ya que lasfarolas eran escasas, en esos momentos se arrepintió de no habersalido de casa con las zapatillas nuevas. Todo eso hacía que cuandofinalmente había conseguido vivir una aventura desde dentro, noestaba segura de que le gustase.

Hacía una hora que el tío de Ahmed los había llevado con su viejocamión oxidado y como no conocían el pueblo, casi no les habíadado tiempo de buscar un lugar para alquilar un vehículo y haceralgunas preguntas por la parte que frecuentaban los turistas.

Elvira no podía dejar de darle vueltas al asunto, en cómo habíanencontrado la pista del cetro maldito y en cómo este había envueltocon su maldición a Luis. Y aparte ellos como actores secundarioscontemplando la escena pero sin saber aun si les iba a dar tiempo aliberarlo.

A sus espaldas, comenzaba la medina bajo la puerta en la muralla dedonde acababan de salir, mientras las luces de los puestos callejerosdotaban de colorido a la noche. Más lejos unos cuantos edificiosseparados entre las palmeras, y luego unas pocas casas rodeadas decercados sobre un vasto espacio que se abría al desierto donde latemperatura bajaba rápidamente.

El olor a comida especiada impregnaba la calle.

La casualidad había hecho que en el café de la plaza, un camareroque hablaba algo de español les acababa de contar que hacía unrato, un chico que se comportaba de manera extraña y una chica quelo acompañaba habían estado allí. La descripción coincidía conla de Luis y Cecilia.

Estaban tensos porque estaban a punto de alcanzarlos por fin. Elviraera la que se encontraba más nerviosa.

.- Es ahí, donde está el toldo a rayas – Ahmed señaló una casade color azul en una esquina de la plaza- no me han pedido ningúntipo de documentación, el coche ya debe estar preparado, y si lespagas lo que piden no hacen preguntas.

Y los cuatro amigos se dirigieron con presteza porque el tiempo erafundamental.

.- Pero de noche por este lugar nos vamos a perder – dijo Ernesto.

.- Yo conozco el camino hasta cerca de allí, y también tengo planos-Ahmed en un principio se había ofrecido a acompañarlos, pero ahorallegado el momento se estaba arrepintiendo, porque el miedo era másfuerte que el compañerismo.

.- Se han extrañado de que queramos ir de noche hasta el templo. Lagente del pueblo, solamente con nombrarles el lugar, ya sienteninquietud. ¿Estáis seguros de que ese es el sitio? – Ahmed noterminaba de verlo claro.

.- Tiene que serlo, no cabe otra explicación. – Contestó Elvira.

El vehículo era un todoterreno algo antiguo por el que pensaban quepagaban demasiado.

.- ¿Has cogido las linternas?

.- Lo tengo todo – Ernesto contestó con seguridad, con ellaintentaba transmitirles un poco de tranquilidad a sus amigos. Ningunotenía carnet de conducir, porque ninguno llegaba a los dieciochoaños, sin embargo Rubén sabía llevar un automóvil, porque a vecescuando iba a la casa que tenían en el campo su padre le prestaba elcoche por el camino de grava que rodeaba la finca.

Al salir de la ciudad había una pequeña carretera asfaltada y conel margen sin pintar por donde los coches y camiones conducían unpoco a su aire, e incluso alguno sin luces. Por allí el todoterrenochirriaba y se bamboleaba al ritmo de los volantazos que daba Rubény dentro como les parecía que se fuera a desarmar en cualquiermomento, ellos se aferraban a cualquier saliente.

PRESENCIAS  EN LA NOCHEWhere stories live. Discover now