only one.

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  —¡Feliz Cumpleaños a tiiiii! —Terminaban de entonarle al unísono los 30 invitados al moreno frente al pastel, quien era nada más ni nada menos que el quinceañero Graham Coxon.

Así es, aquél dichoso día cumplía 15 años, según él cosa que no era para tanto pero no fue motivo suficiente como para que su mejor amiga Jess, ignorara la importancia de un cumpleaños y no le organizara la fiesta sorpresa que merecía.

Más que agradecido por el hermoso gesto, se pasó la tarde fingiendo una sonrisa en su rostro, actuando como si estuviera feliz entre todos sus compañeros de curso, cuando su cabeza solamente se la pasaba aferrada a la idea de que, la única persona que para él destacaba entre todos esos rostros desconocidos, no aparecería. Damon. Damon, Damon, Damon. Tenía tanta gente a su lado, rodeándolo, presente y siento considerada con él, pero bastaba sólo que una persona le faltara para que todo cayera, para que todo se tornara hasta triste.

Aún así, no pasaba por alto que esa fiesta la había planificado su mejor amiga (la cuál era también hermana de Damon, su preciado crush), entonces puso todo su empeño en tratar de distraer su mente de la desilusión que aumentaba con la ausencia de aquél rubio. Una parte de el mismo le advertía, se lo gritaba, nunca llegaría.

Es decir, tampoco tenía la obligación de hacerlo, había hablado con Damon unas diez veces en toda su vida, ya sea sólo saludos por cortesía cuando se lo cruzaba en la casa de Jess o en su trabajo cuando éste le hacia de mesero, en una cafetería la cuál el menor visitaba sólo a veces después de clases con las intenciones de observar al rubio haciendo lo suyo, vistiendo un uniforme en el cuál debía usar corbata estrictamente, luciendo por demás apuesto, o simplemente riendo con sus compañeros en sus ratos libres, siendo él mismo. Ese hábito lo había vuelto un dependiente del café, cosa que antes aborrecía, pero valía la pena acostumbrarse al ardor de garganta por su temperatura, sólo por ver a Damon aunque sea treinta minutos al día, tiempo en el cuál se terminaba un café americano con un muffin de chocolate, los muffins más deliciosos que había probado en su aburrida vida. Estaba casi seguro de que Damon se encargaba de su preparación, no cuestionaba que todo lo que hacía ese chico era perfecto.

La fiesta transcurrió lento, al menos para el cumpleañero, ya que se la pasaba jugando con la cobertura de rebanada de pastel que descansaba intacto en un plato sobre su regazo, sentado en la escalera observando como los pocos invitados que quedaban se divertían conversando entre ellos y sirviéndose los últimos vasos de ponche. Ninguno era su amigo, siquiera sabía el nombre de alguno, todos eran conocidos de Jess, o al menos eso le afirmaba ella.

Apartó el plato dejándolo en el escalón, pensando que más tarde lo recogería, ya que el evento se estaba llevando a cabo en su casa. Todo ocurría con el permiso de sus padres, de nuevo según Jess, y le creía sin esfuerzo ya que ellos eran amigos desde que la secundaria había comenzado para el par, y tenían confianza con los padres del uno y del otro, en fin, los padres de él en ese momento se habían ido a visitar a la madre enferma del padre de Graham, junto con su otra hija, dejando la casa a cargo del joven.

Se dirigió a la puerta esquivando con cautela a la gente, para salir despacio del hogar, ya que nadie se daría cuenta que faltaba ahí para ser sinceros, ni Jess, quién sólo estaba preocupada en que la comida y la bebida, con la intención de que todo saliera perfecto, lo cuál Graham agradecía con todo su corazón, sí, nadie había hecho algo así por él, nadie que no fueran sus padres, pero era su mejor amiga y si no la estaba pasando bien en su propio cumpleaños, debía de entenderlo, o aunque sea tratar de hacerlo ¿no?

  Una vez fuera de su propia casa por instinto se dirigió al único lugar dónde encontraría contención en un rostro conocido, el hermoso rostro con una aguda nariz y grandes ojos color azul del mayor que quería ver en ese momento. No se había detenido ni un momento a pensar que diría o que haría una vez en el lugar en su trayecto, por lo que se mantuvo inmóvil en la puerta, maldiciendose a si mismo mentalmente por ser tan idiota. Ya habían transcurrido los minutos suficientes como para que la gente que pasaba y los empleados de dentro del lugar comiencen a verlo raro, haciendo ademanes cada tanto con la puerta intenciones a entrar, por lo que así se había dispuesto a hacerlo.

En movimientos rápidos y algo torpes entró y tomó asiento en un lugar alejado del mostrador, junto a la ventana, ya que si se encontraba a Damon ahí no lo reconocería tan fácilmente, pero por desgracia eso fue algo en vano ya que a primera vista no encontró al rubio allí. Se sentía más tranquilo, pero no mejor, la desilusión sólo aumentó, porque debía admitir aunque lo pusiera de los nervios y no sabría cómo justificar su presencia en el lugar, ansiaba verlo con todas sus ganas, al menos así se salvaría lo poco le que quedaba cumpleaños y lo reconfortaba, pero ya no encontraba oportunidad de que fuese así.

Momentos después una morena tomó su orden, el típico café con su preciado muffin, y otros momentos más tarde la misma chica volvió con una bandeja en mano, distrayendolo de sus lamentos que lo consumían cabizbajo para alzar la vista una vez se detuvo junto a la mesa y ver como dejaba la taza frente a él, seguido que colocaba uno de esos muffins que le encantaban tanto pero con algo en particular, lo acompañan una pequeña vela encendida, enterrada en la dulce crema rosada, y una nota doblada justo por la mitad, colocada en el plato junto a éste.

—Regalo de la casa, que lo disfrute. —Decía la chica con serenidad y una sonrisa cálida marcando sus pómulos.

Con intriga y esperanza se apresuró desdoblar el papel: "Feliz cumpleaños Graham!! -Damon". Su corazón brincaba y los dedos de los cuáles mordisqueaba sus uñas temblaban sobre sus labios. Damon se había acordado de su cumpleaños, se había acordado de él. Cuando trataba sin éxito alguno de regular su respiración y relajar la ridícula sonrisa que llevaba en el rostro, un silbido resono en el vacío del lugar, llamando su atención para voltear hasta el mostrador, en donde Damon se asomaba por la puerta entreabierta de la cocina para guiñarle un ojo con complicidad antes de volver a desaparecer dentro de la puerta, ya que se oía como una pesada voz le orderaba que volviera el trabajo entre insultos.

Damon Albarn se había acordado de él.
Damon Albarn le deseó feliz cumpleaños en una nota con su hermosa caligrafía que guardaría para siempre.
Damon Albarn le guiñó su ojo con la cara llena de harina, sin dejar de verse tan apuesto como siempre lo hacía.
Le importaba a Damon Albarn, y ese era el mejor regalo de todos. Y ese fue el mejor cumpleaños de todos.

 

Chocolate's Muffin.  🌼Gramon🌼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora