La risa de Joseph me trajo a la realidad. Lo miro ceñuda.

— ¿Puedes ir poniendo los platos en la mesa? -veo que el mesón tiene tres platos de espagueti con salsa boloñesa ya listos. Agarro dos y voy hasta la mesa en la siguiente habitación.

 Los pongo sobre los individuales, entre los cubiertos. Vuelvo a la cocina y cuando voy cruzando por las puertas, algo me hace chocar. Oigo una maldición y dudo si volver a entrar ahí, pero de todas formas lo hago. Estoy viendo a Joseph con dos platos en sus manos, intacto, bien. Entonces veo a Nicholas en el lavaplatos, sus zapatillas tenían fideos. Voltea y muestra una camisa distinta pero empapada en salsa y uno que otro fideo pegado. Maldición triple.

— Mierda, Nick no fue mi intención...

— Está bien -me detiene. Su cara de fastidio es divertida- aún me quedan camisas por ensuciar, tranquila.

— Deja que te ayude -sin pensar mucho, me acerqué y tomé un paño de cocina para limpiarle las zapatillas de la salsa. Estaba por agacharme y él me detiene por el brazo.

— No tarden -escuché a Joe decir y sus pasos desaparecieron tras la puerta.

— Déjalo, yo las limpio luego -su agarre no me dañaba, y me mantenía cerca de él. Huele a tomates. La salsa que cocinó su hermano... y pienso que el almuerzo estaba caliente ¡Debía estar quemándose!

 Mis manos buscan los botones de su camisa y empiezé a quitársela. Lo tomo por sorpresa y se queda mirándome con los ojos muy abiertos.

— ¡Qué haces! -Me agarró de las muñecas para detenerme.

— ¿No te quemó?  -Estoy sorprendida. El sigue sorprendido, mucho más que yo ¿qué estoy haciendo? Enrojezco violentamente- Nicholas, yo no... lo siento, esto es terriblemente vergonzoso.

— Estoy bien... Bueno, bien sucio pero es todo -me suelta y se pone a reír, su risa relaja mis músculos ¿Cuando empecé a tensarme?- ¿Puedes servir un plato más? Iré a cambiarme... otra vez.

- Si, si -asiento aliviada. Nicholas se va riendo aún. 

 El almuerzo estuvo genial. Al principio, Joseph se la pasó burlándose del cambio de ropa de su hermano, nuestras madres reían mucho acerca de eso. Me di cuenta de que son una familia super unida, parecen felices a pesar de que el Sr. Miller no les acompañe a menudo en las comidas, trabaja mucho. Es jefe de local en una tienda deportiva en el centro comercial. También existe un tal Kevin, ya tiene su propia familia, se mudó hace un par de años, según nos cuenta Denisse después de contestar una de sus llamadas. Franklin llega cerca de las cuatro de la tarde de lunes a viernes después de clases, así que no creo que hoy le veamos, no creo que nos quedemos por tanto tiempo aquí.

   Me molesta, en cierta forma, sentirme cómoda entre ésta gente. No me miran como si necesitara ayuda, como si estuviera loca o algo por el estilo. De hecho, pensaría que ellos no supieran que su hijo me salvó de morir intoxicada, pero lo saben y no sienten lástima por mi.

— Traeré el postre ¿quien quiere? -Denisse se pone de pié, mamá le ofrece ayuda. Todos queremos helado. Ellas van a por ello.

— La pasta estaba deliciosa, son buenos cocineros -les alago a los hermanos Miller-, gracias.

— Me divierte cocinar -confiesa Joseph sonriendo-, mi especialidad es la de hoy.

— ¿Nicholas a la boloñesa? -Bromeé.

— Claro, si te lo comiste con la mirada -genial, me salió el tiro por la culata. Siento las mejillas calientes- uh, di en el clavo.

— Cierra la boca, Joe -le riñe su hermano, Joe salta, supongo que acabó por golpearlo por debajo de la mesa.

Dame una razón.Where stories live. Discover now