primero & último

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Respiro hondo. Apunto y disparo.

Veo como la flecha cae en un arbusto. Echo la cabeza hacia atrás y dejo escapar un grito de frustración. Era la octava flecha desperdiciada.

Corrí a ver si estaba ahí -las otras nunca aparecieron- y en el corto trayecto me dediqué a maldecir el blanco al que no le dí.

Saqué la flecha de la tierra y la deposite en el caraj. Quedaban cinco minutos y yo seguía sin progresar.

—No creo que te sirva de mucho-recordé las palabras de mi hermana— ya casi nadie lo practica.

Tonterías. ¿Qué había de malo en querer aprender?

Cuatro minutos.

Regresé corriendo. Me paré frente al árbol de nuevo. Cerré los ojos, me coloqué en posición. Tiré de la flecha hacia atrás e impacto unos centímetros arriba del blanco. Apreté la mandíbula de coraje y fui a sacarla.

Dos minutos.

Eso ya no me servía de nada. Me senté en el piso, me quité el caraj y jugué con la flecha en las manos. Realmente quería aprender tiro con arco, pero ya no hay ni siquiera quedaba algún bosque, al menos aquí. Acaricié la punta de la flecha. Era asombroso como todo esto era falso.

Y en un segundo, todo desapareció.

Me sacudo del piso, camino a la entrada y presiono el botón de que ya ha terminado. Un pitido se hace presente de que la simulación ha terminado. La barrera holográfica que cubría el área de entrenamiento se desvanece lentamente.

—No le diste en ninguna ocasión.

—Lo sé —digo dándome la vuelta para ver a Seth— no sé que voy a hacer.

—Tu quisiste entrar, ¿no?

—Sí, pero no pensé que fuera tan difícil —dije frustrada.

—Debiste escoger el club más fácil, así como yo —dijo con una sonrisa que hizo que sus ojos se hicieran más pequeños.

—Yo no soy como tú —dije con desprecio fingido.

—Eso me dolió, Akira —dijo y se limpió una lágrima imaginaria.

—Sólo vamonos, ¿quieres?—dije con una risita y el asintió. Tomé mi mochila y salimos del lugar.

En el camino íbamos hombro con hombro. Nadie decía nada, lo cual agradecía ya que no estaba de humor para charlar animadamente con él. Normalmente era así. Pero otras veces era muy callado, muy culto, no sé como explicarlo. Las personas así me caen mal. Pero me gusta. No sé como.

—¿Qué tanto piensas? —preguntó volteándome a ver. Al parecer me perdí más tiempo del que pensé.

—En el tiro con arco. Estoy un poco estresada —contesté.

—No deberías preocuparte tanto, ya ni siquiera...

—Dios mío, no digas eso —interrumpí.

—Bueno, te dejo en paz. Sólo no quiero verte con canas después.

—Gracias —dije con una sonrisa.

En el camino a casa nos la pasamos bromeando como me vería con canas. En mi defensa yo dije que era un hermitaño, y que casi no salía.

Al llegar a mi casa no quiso pasar, según el tenía muchas cosas que hacer.

—¿Seguro que no quieres nada de cenar? Hasta yo tengo hambre —le dije por segunda vez.

—En serio —me dio una pequeña sonrisa— tengo varias cosas que hacer. Una pregunta —desvió un poco la mirada— ¿tienes algo que hacer mañana?

fail date ; osDär berättelser lever. Upptäck nu