Uno.

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咖啡

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咖啡

La cafetería estaba llena de gente y bullicio. Los abrigos se apoyaban como una retahíla entre los asientos y de los tazones de los clientes salía un agradable aroma de chocolate y café. El lugar era algo ruidoso, sin embargo, no dejaba de tener su encanto debido a su tamaño pequeño y muebles de colores marrones claros. Dentro de la ciudad de Seúl, un lugar así era casi un refugio para los transeúntes que se atrevían a pasear por las calles frías y nevadas.

Yoongi, sentado en una mesa para dos y acompañado de su gran abrigo y un libro, le daba vueltas a su taza de café mientras alzaba la mirada de vez en cuando, observándolo todo a través de sus anteojos de pastas negras. “Ocho meses, treinta y dos semanas, doscientos veinticuatro días y quinientos cafés…”. Le gustaba más contarlo a través de los cafés… quizás porque de esa manera sonaba más romántico. “Patético… totalmente patético”.

Era el segundo café que se pedía. Pero lo cierto es que incluso se le estaba pasando por la mente la posibilidad de pedir otro más. De esa manera, tendría la excusa perfecta para hablar con él de nuevo.

–¡Hoseok! ¡Trae por aquí uno de esos pastelitos! –Gritó un cliente justo detrás de Yoongi.

– ¡Sí! ¡Ahora mismo, Seokmin! –Contestó el joven desde la barra.

Yoongi se le quedó mirando por encima de sus anteojos. “Jung Hoseok. Posiblemente, el chico con la sonrisa más bonita de este mundo”. Agachó la cabeza cuando pasó por su lado, dándole un buen sorbo a su café caliente. “Y, posiblemente también, el último chico que se fijaría en mí”.

Lo cierto es que, incluso antes de que la cafetería abriese, Yoongi ya se sentía intrigado por el local que estaban reformando. La calle era la misma donde está el edificio en el que trabaja, por esa razón, pasaba por delante de la tienda cada día. Antes de la cafetería, el lugar había albergado una horrible tienda de segunda mano de electrónicas y, fue por esa razón que, en la inauguración, Yoongi quedó fascinado por el cambio. La horrible tienda vieja y sucia había dejado paso a una preciosa cafetería estilo occidental, con bonitos ventanales que guardaban macetas de flores y cortinas de cocina a cuadros. Los tonos blancos y azulados tanto de fuera como de dentro le daban un toque de época victoriana londinense.

El chico que hubiese diseñado la cafetería debía tener un gusto exquisito, había pensado Yoongi cuando dio los primeros pasos a través de la puerta. De ese momento habían pasado ya ocho meses, treinta y dos semanas, doscientos veinticuatro días y quinientos cafés…

Yoongi apretó más la taza, impotente. Aunque llevaba yendo ahí cada día, sin saltarse ni uno solo… ni siquiera se atrevía a decirle algo diferente a su platónico encargado a parte de: “un café, por favor”.

Ocultándose entre sus ropas apretadas y abrigadas, Yoongi se dejó caer en su asiento, sintiéndose tan pequeño como una hormiga. Su pelo, abundante y color menta, le caía por la frente sin ningún orden. “¿En dónde queda esa valentía infantil que nos caracteriza cuando somos niños…?”, pensó mientras se agarraba un mechón. “Aunque creo que ni siquiera de niño llegué a ser valiente…”

La taza de café, ya vacía sobre la mesa, podía bien ser reflejo de sus sentimientos. “Una taza siempre desea estar llena de algo… –alzó la mirada al notar que Hoseok volvía a pasar por su mesa y se quedó mirando su espalda al caminar–. Y yo deseo que mi taza esté llena de él…”

– ¡Feliz fin de semana, Hoseok! –Unos clientes se despedían desde la puerta, la cual tintineó cuando fue abierta.

– ¡Igualmente! ¡Que pasen buena noche! –Hoseok levantó la mano y sonrió a sus clientes. Incluso después de que ellos se fueran, la sonrisa seguía pintada en su rostro. Hoseok sonreía de manera sincera, de esas sonrisas que salen del corazón y se quedan por largos segundos en los rostros.

Y esa era una de las tantas cosas que tenía a Yoongi completamente enamorado.

“Mi adicción y mi loca fantasía

Se levantó de la silla, colocándose el abrigo con rapidez mientras miraba al suelo y se ajustaba los anteojos con la palma de la mano. Cada vez que pasaba por delante de la barra sentía una vergüenza terrible por saber que Hoseok estaría observándolo para despedirlo.

Intentó pasar desapercibido, pero la campanilla reveló su situación y al instante, escuchó la voz de Hoseok tras su espalda.

–Hasta la próxima. Tenga un buen regreso a casa.

Yoongi sintió como las hormigas se mezclaban en su estómago, subiendo por su esófago y encogiendo su garganta. Sin poder contestar, salió de la cafetería, sintiendo que había quedado como un completo maleducado.

“¿Por qué tengo que ser así…?” Se preguntó mientras, a paso rápido, volvía al edificio donde trabajaba.

uyeonhi.「yoonseok」Where stories live. Discover now